Una investigadora marginada
Para Karikó, la 13ª mujer en ganar el galardón de Medicina, el Nobel recompensa años de trabajo como investigadora en la sombra y todos sus esfuerzos para convencer a sus superiores del interés de estudiar el ácido ribonucleico mensajero.
La científica fracasó a la hora de obtener subvenciones para sus estudios y la Universidad de Pensilvania, donde estaba encaminada a obtener una cátedra, la destinó a puestos menores, en un momento en que ella necesitaba el trabajo para mantener su visa.
Karikó dijo a la radio sueca SR que al principio no se creyó la noticia del Nobel y siguió en directo la ceremonia con emoción.
Entonces, su primer pensamiento fue para su madre, ya fallecida, que solía escuchar el anuncio del ganador con la esperanza de que nombraran a su hija.
"Lo escuchaba todos los años. Desafortunadamente hace cinco años murió a los 89 años. Quizás nos escucha desde el cielo", afirmó.
Weissman confesó que pensó que se trataba de una broma cuando su colega "Katie" le comunicó la noticia.
"Nos preguntamos si alguien nos estaba gastando una broma", dijo a AFP.
"Es el premio definitivo, el premio en que pensaba cuando tenía cinco años y empecé a interesarme en cómo funcionan las cosas", añadió.
El año pasado, el Nobel de Medicina fue para el sueco Svante Pääbo por el desarrollo de la paleogenética y sus descubrimientos sobre la evolución humana.
Pääbo trabajó en la secuenciación del genoma de los neandertales y descubrió que compartimos parte de nuestros genes con este homínido extinto.