La elección se celebró en momentos en que Panamá sufre los embates de una arraigada corrupción, de una sequía que redujo el tránsito de buques por el canal, motor de su economía, y una ola de migrantes que cruza su peligrosa selva del Darién rumbo a Estados Unidos.
Estos comicios estuvieron marcados por la influencia de Martinelli, quien designó a Mulino como su sustituto cuando fue inhabilitado como candidato por su partido Realizando Metas (RM, siglas de su nombre) tras confirmarse una condena en su contra de casi 11 años por lavado de dinero.
Tras votar, Mulino, quien fue ministro de Seguridad del gobierno de Martinelli (2009-2014), visitó a su exjefe en la embajada de Nicaragua, donde está asilado desde febrero para evitar la prisión. "¡Hermano!" y "¡Vamos a ganar!", se dijeron.
La candidatura de Mulino fue avalada por la Corte Suprema de Justicia a última hora, hace apenas dos días, pues había sido impugnada por no haber pasado por primarias ni tener vicepresidente en la nómina.
En una jornada con un participación de más 76%, los panameños eligieron además de presidente para los próximos cinco años, 71 diputados y los gobiernos locales.
Voto anti-Martinelli dividido
Mulino figuró siempre en los sondeos muy por arriba de sus tres seguidores inmediatos, además de Lombana, el expresidente socialdemócrata Martín Torrijos (2004-2009), con 15.83%, y el excanciller Rómulo Roux, con un 12%.
"Se autoengañaron a sí mismos", dijo el sociólogo Danilo Toro, al señalar que los tres rivales dividieron el voto anti-Martinelli, lo que favoreció a Mulino.