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¿Por qué la guerra en Sudán nos debe importar a todos?

Este país africano vive la peor crisis de desplazamiento forzado en el mundo y ha entrado en hambruna, debido a un conflicto que inició en abril de 2023.
jue 05 septiembre 2024 05:05 AM
Un niño pasa junto a tiendas de campaña en una escuela convertida en refugio, en Puerto Sudán, Sudán, 29 de agosto de 2024.
Más de 16 meses de guerra han obligado a más de 10 millones de personas a abandonar sus hogares.

Los conflictos en la Franja de Gaza y Ucrania han moldeado la agenda internacional en los últimos meses. Pero hay una guerra, mucho menos conocida, que puede constituir la peor crisis humanitaria en el planeta: la guerra civil en Sudán.

Una crisis de desplazamiento forzado, una hambruna inminente y una epidemia de cólera son solo algunos de los muchos problemas que la población civil enfrenta gracias a un conflicto interno que inició en abril de 2023 y en el que una solución pacífica parece lejana.

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Esto es lo que sabemos sobre este conflicto y sus consecuencias, que afectan a sus vecinos y pueden sentirse en el mundo.

¿Qué desencadenó la violencia?

La tensión había ido en aumento durante meses antes de que estallaran los enfrentamientos entre el ejército sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) en la capital, Jartum, el 15 de abril de 2023.

El ejército y las RSF habían mantenido una frágil alianza tras derrocar a un gobierno civil en un golpe de Estado en octubre de 2021, una medida que hizo descarrilar la transición desde el gobierno del autócrata islamista Omar al-Bashir, derrocado en 2019.

La rivalidad entre ambos bandos estalló a raíz de un plan respaldado internacionalmente que habría puesto en marcha una nueva transición con partidos civiles.

Tanto el ejército como las RSF debían ceder el poder en virtud del plan y hubo dos aspectos que resultaron polémicos. Uno era el calendario para la integración de las RSF en las fuerzas armadas regulares. El segundo era la cadena de mando entre el ejército y los líderes de las RSF y la cuestión de la supervisión civil.

Las partes beligerantes también se han disputado los amplios intereses comerciales, que pretendían proteger.

¿Quiénes son los principales protagonistas?

Los protagonistas de la lucha por el poder son el general Abdulfatah al-Burhan, jefe del ejército y líder del consejo gobernante de Sudán desde 2019, y su antiguo adjunto en el consejo, el líder de las RSF, general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti.

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Hemedti, que se enriqueció gracias a la minería de oro y otras empresas, lidera las RSF. Los miembros de su familia y su clan desempeñan papeles destacados y la base de poder de la fuerza es la región occidental de Darfur, donde las RSF surgieron de las milicias que luchaban junto a los soldados gubernamentales para aplastar a los rebeldes en una guerra brutal que se intensificó a partir de 2003.

Los analistas afirman que la posición de Burhan está menos asegurada al frente del ejército, donde los leales a Bashir, de tendencia islamista, y los veteranos han ganado influencia desde el golpe de 2021.

Las RSF aseguran que luchan por librar a Sudán de los restos del régimen de Bashir, mientras que el ejército afirma que intenta proteger al Estado de los rebeldes “criminales".

Los testigos afirman que las RSF y sus aliados han cometido numerosos abusos, como asesinatos selectivos por motivos étnicos, violencia sexual y saqueos. Los residentes han acusado al ejército de matar a civiles en bombardeos indiscriminados y ataques aéreos. Ambas partes han negado en gran medida las acusaciones que pesan sobre ellas.

¿Quién está ganando?

Aunque el ejército de Sudán comenzó la guerra con recursos superiores, incluido el poder aéreo, las RSF fueron reconocidas oficialmente en 2017 y había crecido en los últimos años hasta convertirse en una fuerza bien equipada desplegada por todo Sudán.

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En los primeros días de la guerra, las unidades más ágiles de las RSF se incrustaron en los barrios de la capital. Hacia finales de 2023, las RSF avanzaron rápidamente para consolidar su control sobre Darfur y apoderarse del estado de al-Jazirah, al sur de Jartum, una zona agrícola clave.

El ejército recuperó algo de terreno con avances en marzo en Omdurman, una de las tres ciudades que conforman la gran capital, pero posteriormente las RSF volvieron a avanzar hacia los estados de Sennar, Nilo Blanco y Gedaref.

¿Qué está en juego?

El levantamiento que condujo al derrocamiento de Bashir suscitó esperanzas de que Sudán y su población de unos 50 millones de habitantes pudieran salir de décadas de autocracia, conflictos internos y aislamiento económico.

Sin embargo, más de 16 meses de guerra han infligido daños masivos a las infraestructuras, han obligado a más de 10 millones de personas a abandonar sus hogares y han dejado a la mitad de la población enfrentada a niveles de hambre críticos.

En agosto, los expertos determinaron que había hambruna en una zona de Darfur y que existía riesgo de hambruna en otras 13 zonas.

Hogares, oficinas, almacenes y bancos han sido saqueados, los hospitales han quedado fuera de servicio y el comercio y la agricultura se han visto interrumpidos. Decenas de miles de personas han muerto —las estimaciones son inciertas— y ambas partes han sido acusadas de crímenes de guerra.

Las agencias de ayuda afirman que los combates, los saqueos y la burocracia han dificultado la distribución de la ayuda.

La intensificación de las rivalidades políticas y étnicas dentro de Sudán ha hecho temer que el país, el tercero más extenso de África por superficie, pueda escindirse, desestabilizando una región volátil que limita con el Sahel, el mar Rojo y el Cuerno de África.

Cientos de miles de personas han huido a Egipto, Chad y Sudán del Sur, y un número menor ha cruzado a Etiopía y República Centroafricana.

Ambos bandos han utilizado el oro, el recurso más valioso de Sudán y objeto de un contrabando generalizado, para apoyar su esfuerzo bélico.

¿Cuál es el papel de los estados extranjeros?

El conflicto se ha convertido en una competición por la influencia en Sudán y la región circundante entre potencias como Emiratos Árabes Unidos (EAU), Arabia Saudí, Egipto, Etiopía, Irán y Rusia.

Los países del Golfo ya han realizado inversiones en sectores como la agricultura y los puertos. Rusia ha buscado una base naval en la costa de Sudán.

Los EAU han proporcionado armas a las RSF, según expertos de la Organización de las Naciones Unidas, mientras que, según fuentes, Irán ha enviado apoyo militar al ejército.

Egipto y su presidente Abdulfatah al-Sisi, exjefe del ejército que derrocó a su predecesor islamista, mantienen profundos vínculos con Burhan y el ejército.

Las potencias occidentales, incluido Estados Unidos, apoyaron la transición tras el derrocamiento de Bashir, pero la atención diplomática sobre Sudán se ha visto limitada por las guerras de Ucrania y Gaza.

¿Qué esfuerzos se han hecho pata poner fin a la guerra?

El año pasado, Arabia Saudí y Estados Unidos llevaron delegaciones de ambas facciones a Yeda para entablar conversaciones, pero el alto el fuego acordado allí nunca se mantuvo y el proceso se tambaleó.

Otras iniciativas han sido lanzadas por la agrupación regional africana IGAD y por Egipto, lo que ha suscitado preocupación por el solapamiento de esfuerzos diplomáticos y la rivalidad.

En agosto, Estados Unidos convocó conversaciones en Suiza, pero se vieron lastradas por la ausencia del ejército.

Con información de Reuters

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