El canciller reiteró su negativa a trabajar con Kickl, quien se autodenomina el futuro "Volkskanzler", el canciller del pueblo, un término utilizado con Adolf Hitler en los años 1930.
"Hay mucho en juego", insistió el mandatario tras depositar su voto el domingo, refiriéndose a unas elecciones decisivas para el futuro de Europa y la guerra en Ucrania.
Pese a que la popularidad de los conservadores cayó más de 10 puntos respecto al 2019, el ÖVP, en el poder desde 1987, debería —salvo sorpresas— conservar la cancillería, aunque las negociaciones para encontrar socios serán largas.
Si se confirma la amplia victoria del FPÖ, los conservadores no aceptarán ser el socio minoritario, pronostican los expertos. Probablemente preferirán unir fuerzas con los socialdemócratas (20.4%) y un tercer partido, que podría ser el liberal NEOS.
Con los Verdes, en claro descenso (8.6%), hay muchos puntos de desacuerdo y el divorcio parece definitivo.
Una victoria del FPÖ convertiría a Austria en el último país de la Unión Europea en registrar un creciente apoyo de la extrema derecha, tras los avances registrados en países como Holanda, Francia y Alemania.
El FPÖ integró el Ejecutivo por primera vez en 2000, lo que desató protestas en el país y sanciones de la Unión Europea.
"Esta vez será diferente (...) esta vez vamos a ganar la elección", declaró Kickl el viernes ante sus simpatizantes frente a la principal catedral de Viena.
En su discurso, fustigó las sanciones de la UE contra Rusia, atacó al gobierno saliente y asumió el concepto de la "remigración", que pide la expulsión de personas de origen étnico no europeo que no se habrían integrado plenamente