La narrativa de la seguridad y la soberanía también se ha convertido en un eje central de la retórica populista. Bade señala que la derecha radical europea aprendió de Trump cómo usar el miedo a una amenaza externa para justificar políticas más restrictivas. La estrategia consiste en convencer a los ciudadanos de que su seguridad nacional está en peligro, y que solo un gobierno fuerte y nacionalista puede protegerlos de esos peligros. Esta lógica es clave en la implementación de políticas antiinmigratorias más estrictas, además de la normalización de discursos que antes habrían sido considerados marginales o extremistas.
La oligarquía y su rol en el auge de la extrema derecha
El crecimiento de la extrema derecha no solo es una cuestión de estrategia política o ideológica... también de financiamiento.
"El regreso de la oligarquía al apoyo político de estos movimientos es claro", advierte Bade. "Hoy en día, los grandes capitales no solo respaldan estas ideas desde el sector privado, sino que están configurando la política global en función de sus propios intereses". Esto se traduce en el financiamiento de campañas políticas, el control de medios de comunicación y el apoyo a políticas económicas que favorecen a sectores empresariales específicos.
Un caso particularmente relevante es el de Alemania. La creciente influencia del partido Alternativa para Alemania (AfD) es impulsada, en parte, por el respaldo indirecto de figuras como Elon Musk. "El respaldo de Musk al AfD no solo normaliza sus posturas, sino que también refuerza la idea de que las élites tecnológicas están reconfigurando el panorama político", comenta Bade.
Ángel Gustavo matiza que "las oligarquías han financiado movimientos en ambos extremos del espectro político a lo largo de la historia, pero en este momento, el poder económico está más alineado con las ideas de la nueva derecha". Este respaldo se debe, en parte, a que las políticas proteccionistas y la desregulación impulsadas por la derecha favorecen a ciertos sectores empresariales que buscan reducir la intervención estatal.
El desafío que enfrentan las democracias liberales no es solo una cuestión de contrarrestar a la extrema derecha en el plano político, sino de abordar las desigualdades económicas y sociales que alimentan este auge. Tal como señala Gagatek, la clave para frenar este fenómeno no está en silenciar a la extrema derecha con respuestas reactivas, sino en entender las fallas del centro político, que, al no atender las demandas de amplios sectores de la población, ha dejado espacio para que estas narrativas populistas ganen terreno.