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La extrema derecha encuentra un terreno fértil en Latinoamérica

Personajes como Javier Milei en Argentina y Jair Bolsonaro usan sus ataques contra el progresismo para abrirse paso en un continente marcado por la desigualdad económica.
jue 27 marzo 2025 05:55 AM
Elon Musk muestra una motosierra que le dio el presidente de Argentina Javier Milei durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en National Harbor, Maryland, EE. UU., 20 de febrero de 2025.
El crecimiento de la ultraderecha es un fenómeno global y, por tanto, quienes representan estas ideas en Latinoamérica se pueden nutrir de redes de apoyo trasnacionales.

La ultraderecha avanza velozmente. El regreso de Donald Trump al poder en Estados Unidos y los buenos resultados electorales de los partidos de esta ideología política en Europa son la muestra. Latinoamérica también es un terreno fértil para ese tipo de políticos.

Javier Milei en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil y Nayib Bukele en El Salvador solo son los tres rostros más conocidos del movimiento de extrema derecha en el subcontinente. De acuerdo con especialistas, su irrupción en la política latinoamericana durará mucho tiempo.

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Estos son algunos de los factores que indican porque los políticos de esta tendencia ganan terreno en Latinoamérica, una región marcada por la desigualdad económica y social.

El giro latinoamericano de la izquierda a la derecha más radical

Durante las primeras dos décadas del siglo XXI, los movimientos de izquierda tuvieron un auge en la región. Los gobiernos de Rafael Correa, en Ecuador; Hugo Chávez, de Venezuela; Evo Morales, de Bolivia, y Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, son los máximos representantes de este movimiento.

“La mayoría de los liderazgos emblemáticos de la izquierda latinoamericana se han caracterizado por defender posturas progresista en temas económicos antes culturales”, explica Cristóbal Rovira Kaltwasser, investigador de la Pontificia Universidad Católica de Chile en un artículo.

Los líderes de la izquierda latinoamericana hablan de la necesidad de transformar el modelo económico, pero sus agendas dicen poco sobre cuestiones morales, como los derechos de las minorías sexuales o de los pueblos indigenas.

Latinoamérica es una de las regiones con mayor desigualdad socioeconómica en el mundo, lo que dificulta que las fuerzas de derecha tradicionales, favorables al libre mercado y a la limitación del gasto social, recibiera un alto apoyo.

Sin embargo, el modelo de izquierda se desgastó en la región y perdió terreno.

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Esther Solano, profesora de la Universidad federal de Sao Paulo, indicó en una conferencia dictada en la UNAM que la izquierda pasó de representar un proyecto de utopía, de rebeldía, de posibilidad de un futuro diferente, a establecerse como una izquierda mainstream, ortodoxa, de centro, burocratizada y elitizada.

Ahí es donde los políticos de extrema derecha ofrecieron una alternativa para los votantes.

A diferencia de la derecha tradicional, el discurso de la ultraderecha no se centra en la tensión entre el Estado y el mercado, aunque algunos también enfaticen en ello, sino en la defensa de los valores conservadores frente al liberalismo progresista.

Otra diferencia con la derecha tradicional, de acuerdo con el académico chileno, es el respeto al juego democrático. La ultraderecha no se apega a las instituciones formales e informales de la democracia y puede realizar ataques contra los resultados electorales, si estos no le son favorables.

Bolsonaro, la punta de lanza

El triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos en 2016 fue el primer aviso de la llegada de la extrema derecha al continente, que rápido se extendió hacia el sur.

El primer caso latinoamericano que llamó la atención tanto del público general como de la academia fue la irrupción de Jair Bolsonaro en Brasil, quien gobernó entre 2019 y 2022. Antes de las elecciones de 2018, el excapitán del Ejército era un diputado casi irrelevante, pero las circunstancias lo llevaron a derrotar al candidato del Partido del Trabajadores.

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Aunque su agenda hacía énfasis en las ideas clásicas del libre mercado, como la privatización de empresas estatales y la reducción al gasto público, su diferenciador con otros políticos de derecha en Brasil fue su discurso conservador.

“Su novedad proviene de la adopción de posturas muy conservadores en cuestiones de género y la agenda LGBTQ+, políticas contrarias a la acción afirmativa para la población afrodescendiente, así como una defensa irrestricta a las políticas de mano dura”, explica Rovira Kaltwasser.

El ascenso de Bolsonaro no ocurre en el vacío. Brasil, la principal economía de Latinoamérica, enfrentaba entonces cuatro crisis simultáneas que facilitaron la llegada de un personaje de este tipo al poder: una prolongada recesión, la polarización y la pérdida de confianza en los partidos tradicionales, la corrupción revelada en el investigación Lava Jato y el deterioro de la seguridad pública.

Aunque puede parecer un fenómeno local y no regional, la llegada de Bolsonaro fue seguida por el ascenso de otros políticos de extrema derecha en sus países, por circunstancias parecidas. En 2019 también llegó al poder Nayib Bukele en El Salvador, quien aplicó una política de mano dura ante las pandillas que le ganó gran popularidad. Cuatro años después, Javier Milei triunfó en las elecciones en Argentina con un discurso contra la “casta política” y lo “woke”.

Otros líderes de ultraderecha en la región son Guido Manini Ríos en Uruguay, José Antonio Kast en Chile y Rafael López Aliaga en Perú. Estos dos últimos países celebrarán elecciones en los próximos meses, por lo que será importante ver si la ultraderecha gana terreno también ahí.

¿Por qué avanza en la región?

Rovira Kaltwasser, director del Laboratorio para el estudio de la ultraderecha, explica que hay tres argumentos que pueden explicar el avance de la extrema derecha en Latinoamérica.

En primer lugar, está el voto de castigo contra las izquierdas en el poder. Por ejemplo está el caso de Milei en Argentina. Aunque cuenta con una base electoral sólida, su triunfo en las elecciones de 2023 no puede explicarse sin el castigo al gobierno de Alberto Fernandez por la situación económica en la que dejó al país sudamericano.

El segundo argumento para el ascenso de la ultraderecha es el desgaste de la derecha tradicional en algunos países. En Chile, Sebastián Piñera tuvo un segundo mandato complicado por el estallido social de 2019 y la pandemia, lo que permitió la emergencia de un movimiento de extrema derecha encabezado por José Antonio Kast y el Partido Republicano, que consiguió llegar al balotaje en las elecciones presidenciales de 2021.

Un último argumento es que el crecimiento de la ultraderecha es un fenómeno global y, por tanto, quienes representan estas ideas en Latinoamérica se pueden nutrir de redes de apoyo trasnacionales. Un ejemplo es la presencia de políticos como Javier Milei en la Conferencia de Acción Conservadora (CPAC), en la que se codeó con personajes como Elon Musk, el dueño de Tesla y Space X, un asesor cercano al presidente Donald Trump.

El académico advierte que el éxito de la ultraderecha no puede medirse solo por su llegada al ejecutivo, sino también por la manera en la que altera el debate público, erosiona la democracia y afecta los derechos obtenidos por diversos grupos desfavorecidos.

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