OPINIÓN: La deuda digital profundiza la desigualdad en el mundo
Nota del editor: María Elena Meneses es profesora e investigadora en el Tecnológico de Monterrey. Puedes seguirla en su cuenta de Twitter: @marmenes . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
En la actualidad hay más hogares con teléfono celular que con acceso a agua limpia en países en desarrollo; diariamente se suben 186 millones de fotografías a Instagram y se envían 207,000 millones de correos electrónicos. A nivel mundial existen más de 3,000 millones de internautas y las empresas están más conectadas que nunca.
La tecnología parece abrumarnos por su ubicuidad, ya que se ha vuelto parte de nuestra vida laboral y afectiva. Es tal su penetración en nuestra cotidianeidad que no faltan las voces que claman por rescatar la conversación y la comunicación interpersonal que observan como prácticas que se erosionan irremediablemente ante la invasión de lo digital en nuestras vidas.
Sin embargo, la conexión como práctica de nuestra época se limita al 40% de la población mundial. En África solo el 29% de los habitantes es usuario de internet, mientras que en América 67% y en Europa 73%.
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A esta desigualdad se le denomina brecha digital, la que separa a quienes tienen conectividad y acceso con quienes no los tienen y por tanto se encuentran fuera de las oportunidades que brinda la tecnología para el desarrollo.
Debajo de la brecha digital mundial se encuentran otras brechas más profundas como la de las habilidades digitales, ya que no bastan conexiones para apropiarse de la tecnología de manera significativa y útil; la de los contenidos, ya que en internet predomina el idioma inglés, con una mirada a la enciclopedia Wikipedia, podemos percatarnos de este predominio. Existen por supuesto otras más profundas y difíciles de medir.
Esta situación se profundiza en ciertas regiones del mundo que se encuentran en seria desventaja ante naciones y regiones conectadas como Europa, Asia y Norteamérica.
De esta realidad da cuenta el último Informe sobre el Desarrollo Mundial 2016 del Grupo Banco Mundial, que analiza los llamados dividendos digitales que se refieren a la ganancia resultante de la digitalización, lo cual está lejos de ocurrir de manera homogénea.
De acuerdo con el informe, la falta de beneficios se debe a dos factores fundamentales: la falta de internet universal y los riesgos que la conexión conlleva.
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Lo primero se refiere a que internet sea accesible, asequible, abierto y seguro. Lograr que todos cuenten con conexión a internet es irrenunciable, y por ello la conectividad y el acceso son considerados no solo como una meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) recientemente declarados por las Naciones Unidas, sino una condición transversal a los 17 objetivos que deberán ser adoptados por los países miembros.
El informe, que está lejos de ser complaciente, señala que se requieren alianzas público privadas, pero sobre todo buena gobernanza, un capital humano sólido y un entorno dinámico y seguro, creado y potenciado mediante regulaciones.
El impacto de la digitalización a largo plazo en el desarrollo no es en absoluto ni definitivo, ya que la tecnología evoluciona, y solo los países mejor adaptados, con normas que promueven la competencia y el ingreso en los mercados, habilidades para sacar provecho de las oportunidades digitales y que cuenten con instituciones capaces y responsables, serán capaces de aprovechar los beneficios de la tecnología. Solo los países mejores preparados lograrán mayor crecimiento, más empleo y mejores servicios, sentencia el informe mundial.
Luego de más de una década de informes entusiastas por el crecimiento de las conexiones y dispositivos, el Banco Mundial reconoce que a pesar de que cada vez hay más tecnología, ésta se encuentra lejos de ampliar las oportunidades para los pobres y la clase media, de favorecer la gobernanza responsable y de repercutir en la productividad mundial.
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La avasallante digitalización parece ser un fenómeno que profundiza la desigualdad, por ejemplo, la economía de internet favorece a las empresas ya establecidas y a las personas más instruidas, mejor conectadas y con mayores capacidades.
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Además, la digitalización tiene efectos contradictorios puesto que algunos de los beneficios que podrían obtenerse como la innovación se ven contrarrestados por nuevos riesgos, como la sustitución de ciertos perfiles laborales por máquinas, lo cual no es propio de la ciencia ficción, sino parte de una dura realidad o bien los delitos informáticos.
Si bien como señala el presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim, cada día se realizan 4,000 millones de búsquedas en Google, hay al mismo tiempo 4,000 millones de personas desconectadas de internet. Se trata de una realidad que debe ser revertida de forma multisectorial y un compromiso sin titubeos; después de todo, la tecnología es un instrumento para el desarrollo y la falta de ésta hipoteca al bienestar de las personas, así como el crecimiento con equidad en las naciones.
La fórmula podría ser, según el Banco Mundial, fortalecer las bases analógicas de la revolución digital para que los dividendos digitales lleguen a todos. Se trata pues de una tarea impostergable.