OPINIÓN: Clinton, más enérgica en política exterior que Obama
Nota del editor: Jonathan Cristol es investigador del World Policy Institute y principal investigador del Center for Civic Engagement del Bard College. Puedes seguirlo en @jonathancristol . Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de su autor.
(CNN) – La Convención Nacional Demócrata está en plena marcha en Estados Unidos, y cualquier persona (como yo) que creyó que sería aburrida se ha llevado una sorpresa.
Los partidarios de Bernie Sanders no llegaron sigilosamente en la noche. El senador Cory Booker y la primera dama Michelle Obama ofrecieron discursos emocionantes que presentaron un tono radicalmente diferente a lo que vimos en la convención de Cleveland la semana pasada.
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Y la noche del miércoles, escucharemos al presidente Barack Obama, y se espera que el centro de sus argumentos sea la continuidad bajo el gobierno de Hillary Clinton.
Sin embargo, aunque eso será visto por muchos demócratas como algo bueno en la política nacional, la política exterior del presidente Obama deja mucho que desear. Y eso plantea una pregunta importante: ¿Podemos esperar más de lo mismo si Hillary Clinton es elegida presidenta?
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Mucho dependerá de si la política exterior de Clinton es tan irremediablemente ingenua —y carente de cualquier visión clara— como lo fue bajo el gobierno de Obama.
La verdad es que los fracasos de política exterior del presidente Obama son numerosos —Libia, Rusia, Siria, Iraq, Afganistán, Irán tras los acuerdos—, mientras que los éxitos han sido escasos. El gobierno ha sido demasiado prudente en el uso de la fuerza, pero también demasiado imprudente al alejarse de sus viejos aliados. Por ello, el próximo presidente dedicará gran parte de su tiempo a gestionar una lista de fracasos importantes.
Por supuesto, como secretaria de Estado, Clinton fue una jugadora clave en muchos de estos fallos, y está ligada inevitablemente y con justa razón al gobierno de Obama. Y en términos generales, probablemente hay más similitudes que diferencias entre Clinton y Obama en algunas políticas importantes. Sin embargo, las diferencias son potencialmente cruciales, especialmente en su acercamiento a la creación de políticas, y eso podría significar que los próximos cuatro años serán muy diferentes a los ocho anteriores.
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La primera —y posiblemente más importante— diferencia entre Clinton y Obama es que ella es más intervencionista. El presidente Obama no es “antiintervencionista” como tal. Después de todo, ha aumentado dramáticamente el uso de drones (aviones no tripulados). Sin embargo, es generalmente renuente a utilizar las fuerzas estadounidenses. Ha continuado la disminución de fuerzas en todo Medio Oriente, y su compromiso de fuerzas navales en la región del Mar Meridional de China es lastimosamente bajo. Mientras tanto, Rusia, Irán, ISIS, Al Qaeda y los talibanes han logrado avances territoriales y/o estratégicos.
Hillary Clinton parece resuelta a adoptar un enfoque diferente. Ella apoya una zona de exclusión aérea en Siria, y seguramente continuará el reciente incremento gradual de Obama de fuerzas militares en Afganistán. Por otra parte, su retórica dura sobre Rusia sugiere que podría aumentar el número de tropas y equipo militar en Europa del Este.
En términos más generales, Clinton ya ha ofrecido una visión y un tono algo diferente. El gobierno de Obama ha frustrado a sus aliados en Israel y Arabia Saudita, al aparentemente abandonarlos —especialmente ante sus ojos, y ante los de los críticos del gobierno— a favor de Irán. Por supuesto, ha tratado de contrarrestar esta narrativa al señalar con justa razón que ha observado ventas récord de armas a Israel y a Arabia Saudita. Sin embargo, aunque hay otras fuentes de armas distintas a Estados Unidos, el país proporciona el tipo de apoyo político que ningún otro país puede dar.
La realidad es que el presidente Obama ha confundido a Estados de todo el mundo con una mezcla extraña de reproches y aceptación sin desplegar ninguna gran estrategia discernible o un tema unificador más allá de “no hacer cosas estúpidas”.
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Por el contrario, y a pesar de su imagen política un tanto fría y calculadora, muchos —incluso sus críticos— dicen que Clinton es cautivadora para trabajar. Esto tiene aplicaciones claras para la política exterior. Por ejemplo, ella conoce a muchos líderes de Medio Oriente desde hace años debido a que su esposo y su Fundación Clinton han cultivado relaciones (quizás demasiado) estrechas en la región. Estas relaciones —y su capacidad para convencer y seducir— probablemente calmarán los temores entre los aliados de Estados Unidos.
A juzgar por su retórica hasta ahora, también parece más probable que Clinton articule una visión más amplia, tal vez promoviendo valores liberales que permitirán a otros Estados entender por qué Estados Unidos hace lo que hace más allá de apagar incendios. En términos prácticos, esto podría significar presionar más a países como China, Turquía y Vietnam para que permitan una mayor libertad, aunque no necesariamente para abrir aún más su sistema político.
Una tercera diferencia entre el gobierno de Obama y una potencial presidencia de Clinton sería probablemente en el comercio... al menos durante los primeros seis a ocho meses. El presidente Obama justamente ha sido un partidario de los acuerdos de libre comercio, por razones económicas y de seguridad. Por ejemplo, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) no es solo un acuerdo comercial, sino que también parece diseñado para supervisar China.
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Clinton entiende esto muy bien, es por ello que inicialmente apoyó el TPP. Por desgracia, la necesidad de competir contra dos críticos del libre comercio —Bernie Sanders y Donald Trump— la obligó a cambiar de postura. Hasta que la memoria de las elecciones se desvanezca, es poco probable que Clinton persiga nuevos acuerdos comerciales, podría reprender públicamente a Obama en temas de comercio, y podría pretender tratar de renegociar el TPP. Una vez que la elección esté más lejos en el espejo retrovisor es probable que esto cambie.
Todo esto presupone que Clinton sí triunfó en noviembre. Pero si estuviéramos juzgando la contienda presidencial solamente en materia de política exterior, entonces seguramente sería pan comido para Clinton.
Después de todo, al ser contrastada con las propuestas de política exterior de Trump, cualquier cosa que haga Clinton parece churchilliana. Y ella tendría una ventaja notable sobre su predecesor en términos de experiencia en política exterior y el conocimiento de la burocracia sobre política exterior de Estados Unidos, sobre el ejército estadounidense, y sobre el papel de Estados Unidos en el mundo. De hecho, más experiencia que cualquier presidente desde George H. W. Bush.
Así, aunque Clinton parece estar posicionándose para un tercer mandato de Obama, en la política exterior, al menos, podríamos esperar un enfoque más enérgico e intervencionista de la presidenta Clinton.
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El gobierno de Obama ha fracasado en Siria y Libia, y se está moviendo lentamente como para reforzar las defensas en Europa del Este. El conflicto en Siria no será resuelto con optimismo (o cediendo el problema a Rusia), la guerra civil en Libia no se apagará por sí sola mágicamente, y la agresión rusa en Europa del Este debe ser contrarrestada de forma mucho más robusta. Puede que Clinton no tenga mucho más éxito que el presidente Obama en el manejo de estos casos. Y sus críticos argumentan que tiene una significativa responsabilidad en las dificultades actuales, especialmente en Libia.
Pero aunque Clinton aún no ha expresado una visión de política exterior para los libros de historia, ella al menos parece entender que algunos problemas no se pueden resolver de forma remota. Su disposición a asumir mayores riesgos podría, por tanto, traer un cambio positivo respecto a la cautela excesiva y la confusión que ha marcado la política exterior de Barack Obama.