OPINIÓN: En Texas conocen bien el poder de las tormentas
Nota del editor: James C. Moore es consultor empresarial y director de Big Bend Strategies, un despacho de desarrollo de empresas. Ha escrito cuatro libros sobre la política en Texas, así como artículos y reportajes sobre el gobierno y la historia del estado desde hace cuatro décadas. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Cuando las tormentas de nombres ilustres arremeten contra la costa de Texas, Estados Unidos, el aumento del nivel del agua puede invocar a algunos fantasmas. La llegada de Harvey , no lejos de la bahía de Matagorda, será un recordatorio histórico de cómo los huracanes y las tragedias meteorológicas han moldeado a este estado.
Situada entre Galveston y Corpus Christi, la bahía de Matagorda se volvió la sede de un asentamiento próspero durante la expansión estadounidense hacia el oeste. En 1846 se fundó el puerto de Indianola , que pronto llegó a tener 5,000 habitantes y a ser un destino de las líneas de barcos de vapor Morgan, procedentes de Nueva York. El pueblo se sentía protegido en el Golfo de México por las islas que servían de barrera y por su ubicación, unos cuantos kilómetros tierra adentro, así que comenzó a crecer y a prosperar.
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Se construyeron muelles para que un tren llegara a recoger a los pasajeros de los barcos; un año antes de que el pueblo se incorporara, en 1852, ya había cuatro periódicos en circulación; miles de inmigrantes alemanes llegaron a Indianola y viajaron tierra adentro para fundar granjas; había restaurantes y hoteles prósperos, y en 1869, el primer cargamento de carne refrigerada mecánicamente del mundo partió de Indianola hacia Nueva Orleáns.
Entonces, llegó el primer huracán.
El 16 de septiembre de 1875, una tormenta a la que un diario de Kansas describió como "la inundación más grave desde tiempos de Noé" destruyó Indianola. Nunca se calculó con precisión cuántas vidas se perdieron, pero la comunidad a la que alguna vez se conoció como La ciudad reina del Oeste quedó devastada por el viento y el agua.
null"Estamos desamparados, nuestro pueblo desapareció", escribió el fiscal de distrito D. W. Curin en un mensaje de auxilio. "Una décima parte de la gente desapareció. Hay muertos esparcidos a lo largo de 30 kilómetros en la costa. Nueve décimas partes de las casas quedaron destruidas. Envíennos ayuda, por el amor de Dios".
Indianola se reconstruyó. Pero estaba condenada a ser víctima de su propia geografía . Once años más tarde, el 19 de agosto de 1886, otro huracán entró en la bahía; el agua y el viento echaron por tierra los sueños que habían nacido en ese sitio arenoso y poco elevado. La pérdida fue aún peor a causa de un incendio que se desató cuando el viento tiró una linterna.
Indianola pudo haber sido una gran ciudad estadounidense si hubieran construido un malecón, lección que Galveston no había aprendido cuando la isla se inundó en una tormenta, en el año de 1900. El "gran huracán de Galveston" mató a entre 6,000 y 12,000 personas y sigue siendo el peor desastre natural de la historia de Estados Unidos. Se estima que la marejada fue de cinco metros de altura y los vientos de 233 km/h; 3,600 casas quedaron destruidas.
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El entonces director de la oficina de Galveston para el clima, Isaac Cline, había escrito en 1891 un artículo para el periódico de la isla en el que argumentaba que no se necesitaba un malecón porque un huracán de fuerza significativa nunca golpearía la isla. Cline pasó a la historia en la ignominia en el libro que Erik Larson escribió sobre el huracán, en el que la tragedia recibe el nombre de La tormenta de Isaac .
Parece que a los grandes huracanes les atrae este estado tan grande. La peor tormenta de la que se tiene registro en Estados Unidos, según el Índice de Gravedad de Huracanes, fue Carla , que tocó tierra en septiembre de 1961 en Port O'Connor con vientos constantes de casi 290 km/h. Cuando Carla tocó tierra, el joven periodista de televisión, Dan Rather , tenía una cámara apuntada a una pantalla de radar, colocada sobre un mapa improvisado del Golfo de México. Mostró que el ciclón abarcaba casi de Florida hasta Texas; gracias a su ingenio, dio un salto en su carrera como corresponsal de CBS News.
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Los texanos viven con estas tormentas y con sus descripciones superlativas; recordamos su poder. Conocimos a Ike, a Celia, a Allison, a Bonnie, a Beulah y a todas las otras tormentas con nombres benévolos e inolvidables; no olvidamos lo que le han hecho a nuestra vida. Nuestra sensación colectiva de vulnerabilidad se ha vuelto más instructiva con el paso de los años. Ahora, tendemos a estar listos.
En 1977 me escondí en la Isla del Padre Sur luego de que ordenaran evacuarla; envié reportes noticiosos para la radio desde una cabina telefónica mientras el huracán Anita tocaba tierra. Esto me ayudó a iniciar una carrera en los noticieros de televisión; unas décadas más tarde, di a conocer la historia de Indianola.
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Nuestra cámara mostró una placa conmemorativa en donde estaba el pueblo; una vieja cisterna que alguna vez fue la fuente del agua dulce, y un pilote de concreto que había servido para sostener los grandes muelles que se extendían para recibir a los barcos que arribaban.
Lo que no pudimos grabar ni comunicar fue lo que pudo haber sido.
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