OPINIÓN: Inteligencia artificial, una visión sin delirios

El soporte de la tecnología no apunta a sustituir el conocimiento de los especialistas; por el contrario, su objetivo es potenciar el conocimiento.
Inteligencia artificial Imaginar tecnologías que “cobran vida” no dejará de ser un tema inquietante. (Foto: mennovandijk/Getty Images/iStockphoto)

Nota del editor: Eduardo Morali es director general de Cognitiva México. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.

(Expansión) — Hace unos días, a través de la prensa, nos enteramos que Facebook desactivó una solución de inteligencia artificial (IA), cuyos agentes virtuales, Alice y Bob, optaron por crear su propio lenguaje para comunicarse entre sí -en lugar de apegarse estrictamente al inglés, el idioma que debían utilizar para aprender a negociar.

En internet y medios tradicionales, la noticia generó titulares que aludían a “una IA que cobró vida”, un asunto que justificaba su inmediata eliminación. Pero más allá de cualquier valoración técnica o periodística de la cobertura mediática (que olvidó algunos

), el hecho revela una actitud latente: nuestra perspectiva está marcada por sentimientos encontrados en torno a la IA.

Por un lado, nos ilusiona la idea de un mundo mejor, impulsado por la tecnología. Al mismo tiempo, la posibilidad de que la saga fílmica Terminator resulte profética (máquinas autoconscientes que asumen el control del planeta) es una inquietud que se niega a abandonarnos.

Tecnología con vocación humana

Si bien surge con la ambición de crear

, la IA nunca tuvo la intención de desplazar a las personas. Desde ámbitos diferentes –como la academia y la industria tecnológica– y en combinación con distintas disciplinas, como la robótica, esta innovación se ha planteado como un recurso de apoyo para los individuos al permitir la automatización de actividades rudimentarias o peligrosas, facilitar el procesamiento de información compleja o contribuir con el diseño de mejores procesos o mercancías.

Incluso, como lo señala un estudio del

, aunque la IA podría plantear una reestructuración del mercado laboral, dicho proceso también incluirá la creación de 2 millones de puestos de trabajo nuevos que se derivarán de la innovación. Además, según el organismo mundial, el 65% de los niños que actualmente cursan la primaria laborará en empleos que hoy no existen, la mayoría vinculados al avance tecnológico.

Por otro lado, para confirmar la vocación humana de la IA, el

aplicado a la salud es un ejemplo que resulta contundente.

La computación cognitiva representa la fase más avanzada de la IA: soluciones que, entre otras habilidades, interactúan con las personas a través de voz y texto, cuentan con capacidades de aprendizaje (pueden ser entrenadas), interpretan cualquier tipo de dato (estructurado y no estructurado) y ofrecen recomendaciones sustentadas en el análisis de evidencia.

En distintos lugares del mundo, los médicos están usando la plataforma

de IBM (la solución más innovadora de Cognitive Computing aplicada al campo de la salud) en su lucha contra el cáncer. El soporte de la tecnología no apunta a sustituir el conocimiento de los especialistas; por el contrario, su objetivo es potenciar el saber de los doctores ofreciendo información de calidad -analizada con el máximo rigor- que ayude a definir el mejor tratamiento para un paciente.

En ese sentido, hay que recordar que el cáncer es un padecimiento con cientos de variaciones, de las que se derivan incontables síntomas y posibilidades de régimen. Esto implica un desafío titánico para los doctores, quienes, para establecer una opción de tratamiento idónea, necesitan mantenerse al día respecto a los avances más importantes en la ciencia médica. Un nivel de vigencia que parece imposible de lograr: para seguir el ritmo de los nuevos conocimientos médicos que se publican hoy, los especialistas, según una estimación, tendrían que dedicar 160 horas semanales a la lectura, un lapso totalmente irrazonable. Además, de acuerdo con

, para el año 2020, la información médica se duplicará cada 73 días.

Ningún oncólogo podría mantenerse actualizado en tales condiciones. Por fortuna, el cómputo cognitivo no tiene problemas al respecto. Watson analiza evidencia médica (proveniente de más de 300 revistas médicas, más de 200 libros especializados y casi 15 millones de documentos de texto) y, en cuestión de minutos, presenta alternativas de tratamiento sólidamente fundamentas.

¿Qué criterios sustentan el análisis y las sugerencias de Watson? Los conocimientos obtenidos durante el entrenamiento que le proveyó el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, una institución líder en el tratamiento y la investigación del cáncer.

La decisión final respecto al tipo de terapia siempre estará en manos del médico; la IA se concentra en ofrecer los mejores recursos para fortalecer la certidumbre de la determinación. Y esa es la verdadera esencia de la IA: contribuir a que el conocimiento humano cuente con las condiciones óptimas para brindar su verdadero potencial.

Imaginar tecnologías que “cobran vida” no dejará de ser un tema inquietante. Sin embargo, ha llegado el momento de mirar estas innovaciones desde una perspectiva menos dramática.