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OPINIÓN: Conocimiento, reproducción social vs transformación social

Las universidades requieren de un espacio económico y productivo donde sean valoradas y se puedan desarrollar adecuadamente para el beneficio social y económico de la población.
dom 15 octubre 2017 07:00 AM
Transformación
Transformación Las universidades deben garantizar la difusión del conocimiento mediante la caracterización y orientación de la oferta tecnológica generada por sus investigadores. (Foto: carroteater/Shutterstock / carroteater)

Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es titular de Emprendimiento e Incubación en la Universidad Panamericana. Desde 2004 ha desarrollado actividades profesionales en gestión de la Innovación, gestión de inversión de capital privado emprendedor, la planeación, organización y conducción de las políticas de desarrollo del financiamiento del emprendimiento, la productividad y la innovación. Las opiniones expresadas en el texto son responsabilidad del autor.

(Expansión) — Las universidades no solo cumplen su función social al formar a un médico, un ingeniero, al graduar a un maestro en ciencias o a un doctor. La cumplen al ser corresponsables de proponer y desarrollar un método para prevenir el cáncer; al reconocer los problemas de los grupos indígenas del país o de los migrantes; al publicar un libro, al estudiar la forma de hacer más competitivas a las empresas, es decir, al transformar la realidad económica y social del país a través de la educación superior.

En ese contexto, la creación de capacidades tecnológicas desde las universidades hacia las empresas se perfila como una de las acciones más efectivas para detonar el desarrollo regional de entidades con una alta dependencia tecnológica y rezago social.

Los sistemas universitarios en Norte América nacen en el siglo XVII, en ese momento las trece colonias competían por crear y operar de manera eficiente su propio sistema universitario, vinculándolo a una lógica religiosa, comercial y de trasformación regional. En contraparte en México, la Real y Pontificia Universidad de México fue la primera universidad de la Nueva España en 1551; a partir de ese momento se optó por un sistema centralizado de educación superior, lo cual admitió una visión general acerca de la formación en este nivel, lo que hizo poco relevante las características de población territorio y capacidades de trasformación productiva y desarrollo social.

En México se le otorga a las universidades un papel preponderante en la formación de capacidades sociales, sin embargo, estas requieren de un espacio económico y productivo donde sean valoradas y se puedan desarrollar adecuadamente para el beneficio social y económico de la población.

La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) refleja al primer trimestre de 2017 que el promedio de afinidad de la ocupación de los profesionistas respecto a sus estudios realizados es del 79.6%, en donde las áreas de Educación y Ciencias de la Salud son las que cuentan con mayor porcentaje de afinidad (91.2% y 90% respectivamente).

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En contraste, casi el 30% de los profesionistas ocupados en las áreas de las Ingenierías y Económicas Administrativas trabajan en actividades que no son acordes con su formación profesional.

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En términos generales, esto ha sucedido porque las universidades como generadoras de conocimientos y competencias, han desestimado su función de agentes dinamizadores del sector industrial, limitándose únicamente producir más egresados, contando con la premisa poco factible de que este recurso humano sea adsorbido de manera automática y decidida por el sector productivo, lo cual obstaculiza seriamente la capacidad de una economía para innovar.

Zvi Griliches considera que la mayoría de las innovaciones hacen que la producción sea más eficiente y mejore la calidad de los bienes, con lo cual se impacta en el crecimiento económico. Estas consideraciones sobre el acceso y la apropiación social del conocimiento conducen a que el conocimiento sea asimilable a un bien común.

Desde esa perspectiva, las universidades deben garantizar la difusión del conocimiento mediante la caracterización y orientación de la oferta tecnológica generada por sus investigadores hacia procesos de innovación que faciliten la socialización de la ciencia y la tecnología, en donde las empresas adquieran el dominio en la decodificación y traducción del conocimiento en dinámicas de aprendizaje y capacidades tecnológicas, enfocadas a la solución de las necesidades sociales y de mercado, vía la trasferencia tecnológica.

Jan Fagerberg establece un modelo con tres factores responsables del crecimiento económico: a) difusión a través de la imitación de la tecnología obtenida del extranjero; b) creación de nueva tecnología al interior de un país (innovación); c) crecimiento en capacidad de explotación económica de la difusión y la innovación. Con ello llegó a la conclusión de que existe una relación positiva entre productividad y desarrollo tecnológico nacional.

OPINIÓN: México, un país con elevada dependencia tecnológica del exterior

La generación de conocimiento, su aplicación y su aprovechamiento a través de invenciones patentables, proporciona nuevas ventajas competitivas al sistema económico y social vía la innovación.

Un ejemplo de ello es, la recomendación emitida por la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), el pasado 9 de agosto, respecto a la libre concurrencia y competencia sobre los mercados de medicamentos con patentes vencidas , en donde señala que una vez vencida la patente, otros laboratorios pueden producir y comercializar la misma sustancia activa en una versión genérica del original con el mismo efecto terapéutico.

Sin embargo, se identificaron distorsiones que impiden condiciones oportunas para el desarrollo eficiente de este mercado, por ejemplo, en México transcurren en promedio más de dos años entre el vencimiento de una patente y el lanzamiento al mercado del primer genérico; en contraste, en Estados Unidos se presenta de manera inmediata para aquellos medicamentos más vendidos y en la Unión Europea el lapso promedio es de siete meses.

El estudio señaló 22 medicamentos innovadores, con ventas anuales estimadas en 6,285 millones de pesos, cuyas patentes han vencido, pero ningún competidor ha solicitado el registro sanitario.

En nuestro país, las empresas han asignado poca prioridad a la inversión en conocimientos y formación de capital humano, como el medio para obtener capacidades de aprendizaje tecnológico, lo cual limita el número de agentes económicos con capacidades tecnológicas suficientes para entrar al mercado.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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