OPINIÓN: ¿La nueva 'lingua franca' de la sostenibilidad corporativa?
Nota del editor: Gabriel Cecchini es miembro de la red +SocialGood (UN Foundation) y Director, Integridad & Reputación, Governance Latam.
(Expansión) — El sector privado tiene un rol clave que jugar en pos del avance de la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. Las empresas no solo han tomado nota de esto, sino que en muchos casos están tomando la delantera con respecto a otros actores del sector público, tomando medidas para integrar de manera decisiva objetivos de sostenibilidad en sus decisiones estratégicas de negocios.
Muchas de ellas, así como también otros grupos de interés como inversores y reguladores, han dado un paso adicional, moviéndose hacia la adopción de un modelo sistemático de estándares ASG (aspectos ambientales, sociales y de gobernanza, conocido también como ESG, por sus siglas en inglés), tomando en consideración métricas tanto cuantitativas como cualitativas con respecto a estas tres dimensiones.
Diversas organizaciones que promueven la adopción de este nuevo marco de sostenibilidad, como, por ejemplo, la Sustainability Accounting Standards Board (SASB) o el International Integrated Reporting Council (IICC) están bien avanzadas en el desarrollo de estrictos estándares que pueden ser extendidos por sector o industria y que permiten medir, reportar y comparar la performance corporativa en aspectos ASG (es decir, no financieros), complementariamente a la información financiera que las empresas están habituadas a reportar a autoridades regulatorias de distinta índole.
En particular, SASB está finalizando estándares diseñados para ser utilizados en un futuro próximo por empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York a modo de guía para reportar información de aspectos ASG a la Comisión de Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés).
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Muchos ya están llamando a 2017 como el año del “punto de inflexión” en el que el marco de referencia ASG finalmente ha devenido generalizado. Numerosas empresas alrededor del mundo están tomando la delantera y fijando ambiciosas metas alienadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible en aspectos materiales que tienen un impacto estratégico dentro de sus negocios, en sus respectivos sectores y en la sociedad más general dentro de la cual operan.
Estas metas son fijadas con respecto a aspectos materiales que van desde un uso más eficiente del agua y la energía en sus operaciones hasta la reducción de sus huellas de carbón, pasando por el tratamiento y reciclaje de residuos, cadenas de valor más transparentes y justas, y la promoción de políticas de inclusión y antidiscriminatorias, entre muchos otros.
No es solo una cuestión “defensiva” de mitigar riesgos y el impacto que sus operaciones tienen en sus entornos. Más importante aún: se trata de buscar de manera proactiva nuevas oportunidades que les permitan encontrar soluciones innovadoras para estos problemas o riesgos materiales, ayudándolas a acelerar la transición hacia modelos de negocio más sustentables, mientras que simultáneamente se crea o agregar valor y fuentes de ingreso adicionales para las empresas que llevan adelante estas acciones. En otras palabras, las múltiples maneras en que una sólida performance en aspectos ASG puede llevar a una también sólida y mejor performance financiera.
Como afirmó recientemente Mindy Lubber , CEO & Presidente de la ONG CERES , durante conferencia organizada en Nueva York por la Fundación Skoll, lo que era impensable hace apenas 10 años es hoy una realidad: empresa tras empresa, CEO tras CEO están liderando la transición hacia una sustentabilidad de carácter estratégica como nunca antes, ocupando incluso el lugar vacío que dejan importantes actores del sector público como naciones o políticos (como, por ejemplo, en el caso reciente de la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de Cambio Climático de París).
Esta vez no se trata de cambios cosméticos, de marketing o de acciones de relaciones públicas: se trata de un cambio comportamental decisivo que necesita ser adoptado para la supervivencia misma de las organizaciones a largo plazo. Los modelos de sostenibilidad corporativa son entonces integrados de manera estratégica desde lo más alto de la organización (directorios y senior management) pasando a través de toda la cadena de valor y sus diversos actores.
Empresas como PepsiCo, Unilever o Natura están integrando sus políticas de sostenibilidad y operacionales de manera tal que ya no es posible hablar de áreas separadas sino que, por el contrario, cada decisión estratégica de dichas empresas está atravesada por un “filtro” o criterio de sostenibilidad.
De manera complementaria, inversores individuales e institucionales como, por ejemplo, CalPERS en Estados Unidos y el Fondo Noruego ), gestores de activos (asset managers), y otros actores del mundo de la inversión, crecientemente demandan a las empresas que reporten información sobre aspectos de ASG en pos de poder tomar decisiones de inversión que tengan en cuenta riesgos y oportunidades no financieros que las primera enfrentan en el corto, mediano y, especialmente, largo plazo.
Gigantes de la gestión de activos como State Street, BlackRock y Vanguard están interactuando y entablando diálogos de manera estrecha con las empresas en las que invierten, requiriéndoles que tomen en cuenta, reporten y realicen cambios específicos -en caso de que sea necesario- con respecto a un amplio espectro de aspectos materiales de ASG, desde riesgos relacionados con cambio climático (por ejemplo, descarbonización, transición hacia energías renovables -no fósiles-), pasando por asuntos relacionados con diversidad de género y de minorías (por ejemplo, número de mujeres en posición de alta dirección, diversidad en empleados, etc.), hasta la calidad del modelo de gobierno corporativo (por ejemplo, cultura de integridad, políticas de transparencia, riesgo reputacional, esquemas de compensaciones e incentivos, etc. ) dentro de sus organizaciones.
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Los inversores están teniendo en cuenta un espectro posible de acciones a seguir con respecto a estas dimensiones de ASG y su cumplimiento y avance por parte de las organizaciones en las que invierten: desde la exclusión de ciertas compañías o industrias o sectores enteros de sus portfolios (debido a que sus reputaciones y contribuciones son consideradas como negativas en términos de impacto social y medioambiental) hasta la integración de algunos o muchos de estos factores de ASG en sus análisis de inversión, hasta llegar a estrategias comprehensivas de “inversión de impacto” donde se busca al mismo tiempo una buena performance en resultados financieros y una buena performance en sostenibilidad.
De acuerdo al más reciente reporte de la Global Sustainable Investment Alliance, el sector de las inversiones sostenibles es uno de los segmentos que más está creciendo en el mundo de la inversión, con activos gestionados que se han incrementado en un 61% entre 2012 y 2014, alcanzando un total de 21.4 billones de dólares.
Todas estas acciones demuestran que tanto las empresas –incluyendo sus líderes y empleados en general– así como un vasto espectro de grupos de interés –entre los que sobresalen los inversores– se están sumando de manera decisiva a este movimiento que busca crear consenso en torno a ASG como una nueva lingua franca necesaria para la integración, reporte y comparabilidad de la información de sostenibilidad corporativa, dando lugar a nuevas y fructíferas formas de diálogo e involucramiento entre estos distintos grupos de interés en un tema que es de vital importancia no solo para el sector privado, sino para la comunidad global, incluyendo nuestra región que encuentra en estos temas grandes desafíos por resolver.
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