OPINIÓN. La paradoja de los mercados: cuanto más bonito, más peligroso
Nota del editor: Roberto A. Ruarte es asesor en mercados financieros. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(Expansión) — En esta columna hemos repetido una y otra vez que los mercados financieros son cíclicos y ciclotímicos, que los especuladores son seguidores de tendencias, que el mercado sanciona consensos y que los picos de las Bolsas de Valores coinciden con muy buenas noticias, mientras que los valles los hacen con muy malas noticias.
Pongamos algunos ejemplos de ciclicidad en productos financieros: el oro en 1980 subió 20 veces su valor en la década de los '70, era el producto venerado al tocar 900 dólares la onza; desde allí empezó la parte negativa del ciclo que duró 21 años para llevar al oro a 220 dólares la onza, en el año 2001 pasó del cielo al infierno.
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Luego tuvimos nuevamente una parte positiva del ciclo desde el 2001 al 2011 que pasó el metal dorado a niveles de 1910 dólares la onza, y del 2011 al 2016 la parte negativa del ciclo nos llevó a los 1,045 dólares la onza.
El petróleo, otro producto muy observado, ha demostrado ser muy agresivo en la ciclicidad con cotizaciones propias de una montaña rusa. En 1998 el petróleo valía 10 dólares y muchos auguraban el fin del oro negro; 10 años después el petróleo alcanzaba valores de 147 dólares. En 5 meses del 2008, el petróleo se desplomó de 147 a 33 dólares; desde el 2008 al 2011 a 110 dólares; del 2011 al 2016 a 26 dólares, en movimientos no apto para cardiacos.
La Bolsa de Valores no está exenta de esta ciclicidad. En 1966, el Dow Jones Industrial, principal indicador de la Bolsa de Estados Unidos, tocó por primera vez los 1000 puntos, al subir desde la depresión de los 30 de su piso de 44 puntos del año 1932; la caída de 1929 a 1932, que se llevó el 95% del valor del Dow, fue seguido por una bonanza de 34 años, obviamente con caídas importantes intermedias, pero que solo descansó por mucho tiempo en los 1000 puntos.
En 1966, los titulares reconocían a Keynes como un héroe y mostraban en Estados Unidos con récord de millonarios menores de 40 años. La Bolsa entró en su ostracismo y demoró 16 años en superar claramente los 1000 puntos al pasar por periodos de gran sozobra en agosto de 1974, cuando renunció Nixon por el Watergate y el Dow alcanzó ese año niveles de 572 puntos, con una caída del 50% nominal y más en términos reales, viendo que la inflación se había disparado al 15% en 1982. Recién con Ronald Reagan empezó nuevamente la bonanza bursátil en Estados Unidos.
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En el año 2000, la explosión de las tecnológicas, llamada como las burbuja de las punto com, llevó al Nasdaq a ser el índice de referencia. La revista Time publicaba en su portada titulares como que el hombre viajaría a través del tiempo, clonaría dinosaurios, colonizaría Marte; titulares propios de una gran euforia.
El Nasdaq se desplomó entre 2000 y 2002 más del 80% de su valor y necesitó 17 años en recuperar sus niveles del 2000, empujada por las ahora muy promocionadas FAAMG, Facebook, Amazon, Apple, Microsof, Google; compañías que hoy tienen un valor bursátil que excede el PIB de México, Brasil y Argentina juntos.
Pensar que las cotizaciones de las materias primas y de la Bolsa tienen un comportamiento lineal puede causar grandes pérdidas en los inversores, ya que ambas en la historia han demostrado tener momentos buenos, parte positiva del ciclo, y momentos malos, parte negativa del ciclo.
Lo peligroso aquí en los mercados es que en los momentos buenos se producen burbujas de precios y los comentarios de analistas, operadores y medios de prensa derrochan elogios y virtudes de lo bonito que se ven los mismos. El oro en 1910 dólares la onza en el año 2011 señalaba el furor del metal dorado que las máquinas, en vez de expender billetes, lo harían con monedas de oro.
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El petróleo en 147 dólares el galón se proyectaba en valores de 200 y 250 dólares y se promocionaba en el 2008 como el oro negro, parecía no tener techo en las cotizaciones; el Nasdaq en los 5000 puntos en el año 2000, las biotecnológicas con el ADN, y empresas como Yahoo y Microsoft recibían elogios de la gran mayoría.
Brasil es otro ejemplo de ciclicidad y ciclotimia. En el año 2002, la Bolsa de Valores de Sao Paulo empieza uno de los ciclos virtuosos más importantes de su historia, con Luiz Inacio Lula da Silva, un dirigente sindical devenido en presidente que agradecía al pueblo brasileño en un emotivo discurso su primer diploma: “el de presidente de la república”.
Pocos apostaban en el 2002 por la buena suerte de Lula en su gobierno y generó uno de los mercados alcistas más importantes que se haya conocido. En el 2008, Brasil recibe el grado de inversión, país seguro, y Lula era considerado uno de los presidentes más importantes del mundo por aquellos años.
La Bolsa se desplomó 80% de su valor entre 2008-2011 al 2016 y el otrora héroe pasó a villano; su sucesora, persona de su confianza, en el 2016 fue obligada a renunciar en un recordado “impeachment”. Curiosamente en el 2002, con un Lula desconocido, fue una gran oportunidad de invertir en Brasil, y en el 2008-2011, cuando nos hablaban muy bonito de su presidente y del gigante sudamericano- y nos decían que era seguro invertir- se produjo un colapso de grandes magnitudes, con pérdidas monstruosas para los inversores advenedizos.
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En el 2016, con recesión en Brasil, impeachment, inflación alta y corrupción, el brasil sudamericano emergió como uno de los mercados de mayor crecimiento en su Bolsa; es decir, que la verdadera oportunidad viene después de la crisis y el peligro en medio de la confianza generalizada.
Ahora bien, ¿usted cree que estos cambios de humores están reservados a países latinos? Se equivoca, pasó en Estados Unidos en 1929, en 1966, en 1987, en el año 2000 y creemos que volverá a pasar en un futuro cercano.
Pasó en la Bolsa de Japón, que desde 1952 a 1989 fue la Bolsa de mayor crecimiento del mundo. El nikkei alcanzó 38957 puntos en diciembre de 1989, para empezar un colapso en las cotizaciones de más del 80% que demoró 20 años en encontrar un piso al valor de sus acciones.
Esta es la gran paradoja de los mercados financieros: los inversores se acercan a los mercados cuando lo pintan muy bonitos, y en la imaginación colectiva existe la convicción de que es imposible que pueda quebrarse dicha tendencia; una y otra vez la historia de las materias primas y de las Bolsas, ya sea de países desarrollados o emergentes, nos han mostrado lo contrario.
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Cuanto más bonito lo pintan los analistas, observadores, medios de prensa, más cerca del pico de la parte positiva del ciclo estamos con crecimientos previos muy importantes, y eso provoca más peligro a la inversión; y cuanto más defenestrado es un país, una materia prima, una Bolsa, los precios están por los suelos y surge la gran oportunidad.
La historia se ha repetido una y otra vez volverá a hacerlo, o las famosas FAAMG de Estados Unidos llegaron para demostrarnos lo contrario; el tiempo lo dirá.
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