OPINIÓN: ¿Por qué Vladimir Putin me odia?
Nota del editor: Bill Bowder es director ejecutivo de Hermitage Capital Management Fund y presidente del Global Magnitsky Justice Movement. Fue el mayor inversionista extranjero en Rusia hasta que el país lo expulsó y lo enjuició en ausencia después de haber expuesto la corrupción en las altas esferas del gobierno ruso. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Hace tres semanas, mientras planeaba un viaje a Estados Unidos, Vladimir Putin me incluyó en la lista de los más buscados de la Interpol. Eso significaba que me arriesgaba a que me arrestaran en cualquier frontera y que, como ciudadano británico, mi visa para Estados Unidos quedaba automáticamente revocada.
¿Cuál era mi presunto delito? Durante años, rompí la regla de oro rusa al desafiar a la corrupción descarada de Putin. Lo hice defendiendo la "ley Magnitsky ", una ley de sanciones que lleva el nombre de mi abogado, Serguéi Magnitsky, a quien la policía rusa torturó y mató en custodia luego de que expusiera una red de corrupción de 230 millones de dólares en el gobierno ruso. La "ley Magnitsky " tiene el poder de congelar bienes y negar visas a las personas involucradas en la muerte de Magnitsky, así como a quienes cometen atrocidades similares en Rusia y en otras partes.
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En 2012, Estados Unidos se volvió el primer país en promulgar una "ley Magnitsky". Otros países han seguido el ejemplo: Estonia, en 2016: Reino Unido, en abril de este año; Canadá, hace tres semanas, y Lituania, en donde se celebrará la votación final al respecto esta semana.
La "ley Magnitsky" estadounidense y sus hermanas internacionales irritan a Putin más que cualquier otra política occidental contra Rusia. En mayo de 2012, tres días después de que Putin volviera a asumir la presidencia, firmó un documento de política exterior en el que declara que combatir la "ley Magnitsky" sería su prioridad en política exterior.
Cuando la ley se promulgó, prohibió, en venganza, que las familias estadounidenses adoptaran huérfanos rusos. Seis meses después, enjuició a Serguéi Magnitsky y me incluyó en la denuncia. Esto ocurrió tres años después de la muerte de Serguéi; fue el primer juicio póstumo de la historia de Rusia. A ambos nos encontraron culpables de evasión fiscal, delito que no cometimos.
La furia de Putin en mi contra también es personal. El aviso de la interpol llegó un día después de que se promulgara la ley canadiense. Desde que se promulgó la "ley Magnitsky" en Estados Unidos, Putin ha tratado de usar a la Interpol cinco veces para arrestarme. Afortunadamente, la corporación ve que estos son intentos descarados para silenciarme y que tienen un fondo político.
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Cada solicitud se ha rechazado rápidamente, incluso la más reciente. Sin embargo, Putin no solo usa la Interpol para manifestar su ira. He recibido amenazas de agentes rusos por correo electrónico, por correo de voz y en mensajes de texto; amenazan con matarme, con secuestrarme o extraditarme. El gobierno ruso me ha acusado de espionaje y fraude, evasión fiscal y otros delitos. Incluso afirman, absurdamente, que mientras vivía en Londres, mandé matar a Magnitsky en una prisión de Moscú.
¿Por qué Putin está tan furioso? Porque cree que ahora, su propia fortuna está en riesgo. Bloomberg estima que la fortuna de Putin asciende a unos 84,000 millones de dólares , pero, según mis cálculos, es de 200,000 millones de dólares; así que sería, por mucho, el hombre más rico del mundo.
Creo que gran parte de ese dinero está en cuentas de bancos occidentales, propiedad de oligarcas rusos en los que confía, incluso en Estados Unidos. Con la "ley Magnitsky", es posible que parte de la vasta fortuna de Putin termine congelada y confiscada.
Para Putin, el riesgo es muy real. Nuestras investigaciones han demostrado que recibió personalmente parte de los 130 millones de dólares en ganancias que generó el delito que Serguéi Magnitsky ayudó a descubrir, cosa que le costó la vida.
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Desde hace ocho años, mi equipo y yo hemos investigado el flujo de dinero de ese delito y descubrimos hace poco que parte del dinero terminó en cuentas de empresas relacionadas con el famoso chelista ruso, Serguéi Roldugin, quien recibió personalmente una fortuna de al menos 100 millones de dólares, según los papeles de Panamá.
Este es el mismo hombre al que se expuso en los papeles de Panamá como personaje central de una red que recibió 2,000 millones de dólares gracias a la generosidad de los bancos estatales y de los oligarcas rusos sin una razón creíble. Resulta que también es el mejor amigo de la infancia de Putin, cuando vivía en San Petersburgo; es padrino de su hija y se cree que es fideicomisario de Putin.
Estos hechos sirven de mucho para explicar por qué Rusia querría que interviniera en las elecciones que se celebraron recientemente en Estados Unidos. En julio de 2016, una abogada rusa, de nombre Natalia Veselnitskaya , visitó la torre Trump para reunirse con Donald Trump, hijo, Jared Kushner y Paul Manafort, quien ahora está sujeto a proceso por lavado de dinero y evasión fiscal.
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Los documentos de esa reunión indican que el propósito de la visita era hablar de la derogación de la "ley Magnitsky" y sus sanciones. No sabemos qué ofrecieron a cambio de ello ni cuál fue la respuesta del equipo de Trump. Sin embargo, es revelador que lo primero que Putin quiso negociar, a través de Veselnitskaya, con el hijo del futuro presidente de Estados Unidos fuera deshacerse de la ley Magnitsky.
Eso me lleva a un punto más interesante respecto a Putin. Aunque al mundo le cueste trabajo determinar qué hacer respecto a su interferencia en las elecciones, sus aventuras militares y las trampas que su país hace en los deportes a nivel internacional, las razones son transparentes. Todo se reduce al dinero y al poder.
La única forma en la que Putin conservará sus miles de millones será manteniéndose en el poder. Tras 17 años, cada vez es más difícil. Sin importar sus supuestos índices de aprobación altos, Putin está llevando a la economía rusa a la ruina y causando que los rusos comunes pasen por dificultades económicas.
Putin desvía cualquier ira e inestabilidad por estas dificultades provocando un frenesí nacionalista e inventando enemigos por donde sea posible. Ese frenesí se intensificará conforme la economía rusa se estanque y conforme Putin perciba que aumenta el riesgo para su fortuna.
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Los occidentales no deberíamos hacernos ilusiones sobre apaciguar a Putin; es imposible hacerlo porque su problema es imposible de resolver. Está aterrado de que su propio pueblo lo destituya. Sabe que puede perder su poder y su precioso dinero… y posiblemente su libertad, o algo peor.
Como occidentales, no nos corresponde decidir si Putin se va o se queda. Eso lo tiene que decidir el pueblo ruso. Pero como occidentales, nos corresponde proteger a nuestras democracias liberales y a nosotros mismos. Lo que Putin quiere es el caos, y no podemos permitírselo. Debemos unirnos y mantenernos firmes; debemos contenerlo y contener su criminalidad en toda circunstancia.
Muchos consideran que Putin es un estratega brillante, pero no lo es. Tiene una mano mala y está dejando ver sus cartas. La realidad es que ya tenemos herramientas para contenerlo. Si está tan decidido a eliminar y prevenir la promulgación de "leyes Magnitsky" en todo el mundo, entonces debemos redoblar esfuerzos para promulgarlas.
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Cualquier país que tenga una ley como esta debe aplicarla a su máxima expresión. Cualquier país que tenga un problema con Rusia y que quiera responder, debería pensar en promulgar su propia "ley Magnitsky". Sabemos que estas leyes funcionan porque él nos ha dicho muy claramente que funcionan.
Claro que todos quieren evitar un enfrentamiento militar con Rusia, pero eso no significa que estemos indefensos ante él. A través de las sanciones de las leyes Magnitsky, podemos combatirlo con bancos, no con tanques.
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