OPINIÓN: ¿Qué tienen en común los cigarrillos y los 'smartphones'?
Nota del editor: Andre Spicer es profesor de Conducta Organizacional en la Escuela de Negocios Cass de la Universidad de Londres. Escribió junto con Carl Cederstrom los libros The Wellness Syndrome y Desperately Seeking Self-Improvement. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(CNN) — En principio, una cajetilla de cigarros y un smartphone tienen apenas un parecido leve. Ambos son rectángulos perfectamente diseñados para meterlos en el bolsillo y que estén a la mano. Muchas personas te dirán que hay algo extrañamente placentero en sostener una cajetilla de cigarros o un teléfono móvil.
Fuera del tamaño, estos objetos son muy diferentes. Uno está hecho de una mezcla nociva de sustancias químicas. El otro es un paquete compacto de módems y sensores. Uno te lo fumas, el otro te sirve para comunicarte. Uno incrementa las probabilidades de que desarrolles cáncer. El otro no ( hasta donde sabemos ). Mientras los altos ejecutivos de las tabacaleras estadounidenses declararon ante el Congreso de ese país, en la década de 1990, que no creían que los cigarrillos fueran adictivos y dañinos pese a que sabían que lo eran, no parece que los representantes de Facebook, Apple, Google y más se reunirán pronto para afirmar que los smartphones rigen nuestra atención y nuestra vida.
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Aunque es evidente que usar smartphones no está destruyendo nuestra salud física, se ha vuelto un hábito muy absorbente que conlleva un riesgo potencial para la salud mental. Estos riesgos para la salud mental se han vuelto tan obvios que algunos de los accionistas de Apple urgieron al gigante de la tecnología a que publique una advertencia sobre salud para sus dispositivos y a que cambie sus sistemas para que los padres controlen mejor cómo los usan sus hijos.
Esto tal vez no sorprenda si pensamos en el enorme impacto que estos aparatos tienen en nuestra vida. En 2015, el estadounidense promedio revisaba su teléfono 46 veces al día. Quienes tenían entre 18 y 25 años lo revisaron 74 veces al día. Datos más recientes indican que los estadounidenses pasan cinco horas al día en sus dispositivos móviles.
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Nos cuesta pensar en un lugar en el que nos abstengamos de usar el teléfono. Según una encuesta de 2013, casi el 20% de los adultos en Estados Unidos dijo que había usado su teléfono en un lugar de culto, mientras que el 12% dijo que había usado su teléfono en la ducha. El 9% había usado su smartphone mientras tenía sexo.
Conforme la tecnología absorbe nuestra atención, hay quienes manifiestan inquietudes sobre la adicción a los smartphones . El 59% de los padres dicen que sus hijos adolescentes son adictos a sus teléfonos y el 50% de los adolescentes reconoce que siente que es adicto a su dispositivo móvil.
En algunas investigaciones neurológicas se descubrió que la dopamina, el mismo neurotransmisor relacionado con el placer que se secreta cuando tenemos conductas adictivas y a veces compulsivas, se puede secretar cuando usamos un smartphone. Pasa lo mismo cuando un fumador le da una fumada a un cigarrillo.
Los incondicionales de los smartphones señalarán que su adicción no afectará a su cuerpo como fumar. Aunque puede ser que tengan razón, cada vez hay más pruebas de que el uso intensivo de teléfonos móviles tiene un impacto en nuestra salud mental. Los consumidores que usan smartphones a un grado problemático suelen mostrar niveles más altos de ansiedad y depresión.
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También es más probable que su concentración en el trabajo se vea afectada por los efectos adversos sobre el sueño . En un libro reciente de Jean Twenge se argumenta que el uso intensivo de smartphones es la causa del incremento en los índices de depresión y suicidio en los jóvenes.
Apple defendió su tecnología y señaló que desde 2008, el software del iPhone permite que los padres controlen el contenido al que sus hijos pueden tener acceso a través de sus smartphones. En un comunicado dirigido a varios medios de comunicación, Apple agregó que tiene planeado presentar algunas funciones que podrían mejorar estas herramientas ya disponibles. Pero si las empresas como Apple quieren evitar volverse parias —como lo son las tabacaleras en la actualidad—, tendrán que hacer más para cambiar su proceder.
Las campañas de información para el consumidor no bastarán: nuestra fuerza de voluntad es más débil que nuestro apego a nuestros smartphones. Si de verdad queremos acabar con la adicción, necesitamos reglamentos concretos. Los fabricantes de teléfonos, como Apple, podrían limitar el tiempo de uso de los dispositivos o programarlos para que se apaguen automáticamente cuando deberíamos estar durmiendo.
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Es poco probable que las grandes empresas tecnológicas muestren entusiasmo por estas medidas. En términos sencillos, entre más tiempo pasamos mirando nuestros teléfonos, más dinero ganan. Así que por el momento, lo que les interesa es mantener nuestra adicción.
Pero si las tecnológicas siguen sin satisfacer la demanda de dispositivos menos adictivos, surgirá una gran oportunidad de negocio para las empresas nuevas que puedan crear teléfonos menos adictivos. Como la tecnología que llevamos en el bolsillo es cada día más avanzada, la necesidad de tener una alternativa menos adictiva seguirá creciendo. Es muy probable que en todo el mundo haya padres de familia esperando poder comprarles a sus hijos un teléfono que no los vuelva zombis digitales.
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