OPINIÓN: ¿Puede la economía crecer más?
Nota del editor: Alfredo Coutiño es director para América Latina en Moody’s Analytics. Las opiniones en esta columna son de la exclusiva responsabilidad del autor y de ninguna manera deben ser atribuidas a la institución para la cual trabaja.
(Expansión) — Existen dos maneras de estimular un mayor crecimiento de la economía mexicana: una buena y una mala. La buena es a través de aumentar la capacidad productiva, la mala es a través del uso prolongado de una política económica expansiva.
Es tradición que con la llegada de un nuevo gobierno, cada seis años se presenta un programa económico con un objetivo-deseo de crecimiento, ya sea como una meta promedio o una tasa a alcanzar hacia finales del sexenio. En las últimas tres décadas todas esas metas de crecimiento nunca se alcanzaron, no solo porque la realidad siempre puede más que los buenos deseos sino también porque nunca se plantearon los requerimientos fundamentales para lograrlo.
La función producción de una economía nos dice cuál es el máximo crecimiento alcanzable con base en dos determinantes: la disponibilidad de los factores productivos (trabajo y capital) y la eficiencia aplicada en el uso de ambos factores. Esa tasa máxima de crecimiento, a la cual la economía avanza sin generar desequilibrios internos o externos, es considerada la tasa natural o bien la velocidad a la que avanza la economía con base en su capacidad productiva existente. Pero la capacidad productiva se construye, no se da de manera natural ni por buenos deseos de un gobierno.
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Así, la manera saludable de hacer crecer una economía es a través de permitirle avanzar a una velocidad consistente con su capacidad productiva, en donde la política económica juega un papel neutral: ni frena ni estimula a la economía. Aquí, la neutralidad es endógena o determinada por una economía que no genera desequilibrios que tengan que corregirse con acciones de política económica.
Actualmente la capacidad productiva de la economía mexicana solo alcanza para crecer a una tasa natural de alrededor de 2.5%. Dicha capacidad es la que se ha construido en el pasado reciente a través de la fuente fundamental del crecimiento permanente y estable que es la acumulación de capital, tanto físico como humano. De hecho, dado que la fuerza laboral crece a una tasa casi constante, alrededor de 1% anual, entonces la tasa natural de crecimiento de la economía está determinada mayormente por la inversión física y en capital humano que se ha realizado en los últimos años.
Por supuesto que la economía puede crecer más allá de ese 2.5%, pero eso la pondría a trabajar más allá de sus límites de capacidad, con la consecuencia de empezar a producir desequilibrios. Esta sobreaceleración se puede lograr a través del uso excesivo de una política económica expansiva tanto fiscal como monetaria. Esta es la manera equivocada de hacer crecer más a la economía, porque tarde o temprano los desequilibrios van a forzar a un ajuste en donde generalmente se pierde más de lo que se gana con una economía sobrecalentada.
Es aquí donde los gobiernos generalmente fallan, y sucumben a la tentación de usar los instrumentos de política para generar un pretendido bienestar en la población, el cual termina siendo efímero. Por esto no se debe olvidar que la política económica solo debe ser usada para moderar las alzas y bajas del ciclo económico, pero no para intentar generar crecimiento. Precisamente porque la política económica no es una fuente de crecimiento, sino solo un factor de influencia.
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Para el 2019 el nuevo gobierno ha anunciado un crecimiento de 2.5%, en línea con lo ya programado por el gobierno saliente y consistente con el crecimiento natural de la economía. Sin embargo, no hay que olvidar o ignorar que la realidad económica mexicana de los últimos 30 años es contundente en términos de una desaceleración crónica durante el primer año de cada gobierno. El cambio político cada seis años consistentemente introduce no solo un retraso en la ejecución del presupuesto federal sino también un compás de espera en las decisiones de inversión del sector privado, sobre todo aquellas que dependen en cierta medida del gasto público federal.
Esto hace que la actividad económica se modere significativamente durante la primera mitad del primer año de gobierno, lo cual hace que el crecimiento promedio del año sea invariablemente menor al del año anterior (último año del gobierno saliente).
A lo anterior hay que agregarle que, en esta ocasión, la nueva administración es bastante “nueva” en cuanto a los equipos que tomarán las riendas del país, y que necesariamente existe un periodo normal de aprendizaje. Pero sobre todo, el retraso puede ser mayor por el hecho de que tanto el sector privado como los mercados estarán a la espera de las primeras acciones a tomar por el nuevo gobierno hacia finales del año y principios del próximo.
Bajo estas condiciones, el crecimiento económico para 2019 bien puede estar por abajo de 2% y quizás más cerca de 1.5%. Nada malo ni nada que temer, simplemente es un evento histórico y que ninguno de los cuatro gobiernos anteriores pudo evitar.
Para que AMLO logre un crecimiento económico de 2.5% en el 2019 tiene que darse una de dos cosas o la combinación de ambas. Por un lado, un estímulo fiscal extraordinario que impulse a la absorción de la economía de manera suficiente y que en buena parte se acomode en el mercado interno. Por otro lado, que se presente un desborde de euforia en los mercados e inversionistas y que se materialice en un arribo masivo de inversiones.
En cuanto al crecimiento económico para el periodo 2019-2024, la propuesta del nuevo gobierno es crecer 4% en promedio. Para que este crecimiento de la economía mexicana se logre, AMLO tiene dos opciones: una buena y una mala. La buena es si puede convencer a los mercados e inversionistas con un programa económico consistente, que preserve la disciplina macroeconómica, y otorgue garantías y respeto a la propiedad privada. Ello deberá materializarse en un fortalecimiento de la fuente fundamental del crecimiento permanente y estable: la acumulación de capital.
Es decir, si la capacidad productiva del país aumenta, entonces el crecimiento económico puede superar el 2.5% sin generar desequilibrios. Para alcanzar 4% en promedio en el sexenio, el esfuerzo en inversión física y humana debe ser titánico para incluso empezar a aumentar la productividad multifactorial.
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De lo contrario, la otra opción es volver a las “andadas fiscales” para estimular la demanda interna. La economía podría crecer más de manera transitoria. Lo negativo sería que la economía empezaría a crear sus propias vulnerabilidades, con desequilibrios crecientes que forzarían a un ajuste económico más adelante. Pero además, no es seguro que la presión de demanda interna se traduzca en producción nacional, ya que dada la limitada capacidad productiva, el exceso de demanda puede empezar a acomodarse más en importaciones y menos en producción local, generando un desequilibrio externo creciente que atente contra la estabilidad monetaria. Otra parte de la presión puede acomodarse en mayor inflación, y con todo ello la economía podría estar incurriendo en el riesgo de volver a los viejos ciclos sexenales.
Sin embargo, AMLO también ha prometido compromiso con la disciplina económica. De ser así, las posibilidades de crecimiento de la economía estarán limitadas a los montos de inversión que puedan lograrse durante los próximos seis años. Aún así, el crecimiento promedio de 4% se ve optimista, aunque no imposible.
Estimaciones preliminares con un modelo simple de crecimiento con requerimientos de inversión indican que para lograr un crecimiento económico promedio de 2.5% en el sexenio, la inversión debe crecer a una tasa real promedio de 3.5%. De allí, por cada medio punto porcentual de crecimiento adicional se requiren 2 puntos porcentuales más de inversión real promedio. Alcanzar un crecimiento promedio de 4% en el sexenio requiere una inversión real que crezca a una tasa promedio anual de 9.5%.
Ciertamente, un programa económico que combine el libre mercado con políticas públicas de alto contenido social puede ser exitoso, pero aún así tendría un crecimiento limitado en aras de preservar la estabilidad macroeconómica. Ya que el crecimiento sostenido deberá ser gradual y conforme avance la ampliación de la capacidad productiva.
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