OPINIÓN: El último en salir de la CFE que apague la luz
Nota del editor: Miriam Grunstein es profesora e investigadora de la Universidad Panamericana. Es académica asociada al Centro México de Rice University, coordinadora del programa de Capacitación al Gobierno Federal en materia de Hidrocarburos que imparte la Universidad de Texas en Austin y socia fundadora de Brilliant Energy Consulting. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
(Expansión) – Hubo un apagón en todo México. Con el “destape” de Manuel Bartlett, como futuro Director General de la Comisión Federal de Electricidad, se pone en riesgo, no solo la reforma energética, sino el servicio público de energía eléctrica, del cual depende el sistema nervioso de este país. Sin electricidad no hay manera de que mandemos señales de vida. Podríamos deambular en las tinieblas como zombies, no solo sin electrificación que es lo más obvio, sino también a falta de bombeo de agua, sistemas de drenaje, bancos, hospitales, escuelas, hospitales, transporte, electrodomésticos, y de ahí al infinito.
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Cuando la electricidad nos falte ni siquiera habrá pila para la “selfie” en la oscuridad. No podremos comunicar al mundo que estamos a oscuras porque no habrá cómo ni con qué. Desde el génesis, Platón y de ahí para adelante, la luz es metáfora de vida, de entendimiento, de júbilo, incluso de esperanza.
El presidente de la esperanza nos ha sorprendido con la providencia contraria. A la cabeza de la CFE ha puesto a un político, sin trayectoria empresarial, ni conocimientos técnicos del sector eléctrico, con ideas que se remontan a la edad de la iluminación con queroseno. Aquí no necesitamos recurrir a su primera “suspensión” que, al decir de muchos, hizo trampa en el juego de la silla presidencial y dejó a Cuauhtémoc sin ella, cuando a Carlos Salinas le puso el trono. Esa no es la leyenda negra que aquí nos preocupa sino su trayectoria como enemigo recalcitrante de la iniciativa privada en el sector energético. Los expedientes judiciales que ha legado Bartlett acusan la destrucción de amplias zonas forestales en vano. Por más papel que Bartlett y su séquito han interpuesto ante distintas ventanillas administrativas y judiciales no han logrado frenar un solo proyecto.
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Al inicio del milenio, Bartlett fue el promotor principal de los juicios civiles contra los ya difuntos y/ o agonizantes Contratos de Servicios Múltiples para la extracción de gas seco en la Cuenca de Burgos, porque según él, causaban la abominable merma de la “renta petrolera” a favor de las empresas contratistas. En algo tenía razón don Manuel: eran caros e ineficientes. Nunca llegaron a cumplir su cometido de satisfacer la demanda nacional de gas. Sin embargo, a pesar de ser onerosos eran tan ineficientes que ni a las mismas empresas contratistas les convinieron. Había que rogarle a las empresas que participaran en las licitaciones cuya concurrencia era cada vez más ínfima.
Y así como los contratos no sirvieron gran cosa, las demandas de Bartlett tampoco. Los tribunales le azotaron la puerta en las narices por “falta de interés jurídico.” Simplemente, quien no es parte en un contrato no tiene de qué quejarse, así se sintiera Manuel Bartlett la voz de la Nación.
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Poco después, en 2002, don Manuel presentó una denuncia ante la Auditoría Superior de la Federación (ASF) para que se auditaran los permisos de producción independiente que, ahora bajo una denominación distinta, generan electricidad para la CFE. En ese caso la ASF se erigió como tribunal y observó la inconstitucionalidad de los permisos eléctricos. Acto seguido, la Secretaría de Energía (Sener) interpuso una controversia en la que argumentaba que la ASF no tenía facultades para determinar la constitucionalidad de los permisos y la Suprema Corte le dio la razón a la Sener. Aquí es importante entender que la Suprema Corte no hizo un pronunciamiento sobre la constitucionalidad de los permisos, sino que simplemente la Auditoría no podía hacer ese pronunciamiento.
La reforma eléctrica eliminó esa duda. Desde su aprobación, los proyectos de generación y comercialización y suministro privados están fuera de toda zona gris en cuanto a su apego constitucional. Aunque este mercado apenas funciona, y se ha tropezado con muchas complejidades y complicaciones, es la esperanza más viable de que, si llega a madurar, las tarifas bajen. En este momento, con la dominancia de Morena en ambas Cámaras, podrían darse reformas legales —y tal vez constitucionales—para que la CFE cumpla 100 años de soledad y que México se convierta en Macondo. CFE no está en condiciones ni financieras, ni técnicas, ni operativas para proveer el servicio público universal. Será un monopolio de pies de barro y los mexicanos nos quedaremos sin luz.
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La que escribe ha coincidido con don Manuel Bartlett en algunos foros. Pese a que él es un estatista recalcitrante y la primera todo lo contrario, en algo coincidimos: la flaqueza institucional llevaría la reforma energética a la zozobra. Irónicamente, me temo que teníamos razón. Por ventura para Bartlett que quiere que todo vuelva a las manos del Estado y muy lamentablemente para los que pensamos que CFE no puede ni podrá iluminar nuestro futuro.
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