OPINIÓN: TLCAN y el poder del conocimiento
Nota del editor: Iván Franco es fundador y director de la consultora de inteligencia competitiva Triplethree International. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(Expansión) – A raíz de una columna publicada por Leo Zuckerman titulada “ La tontería de construir una nueva refinería ”, es que insto a los negociadores del TLCAN a mirar el siguiente planteamiento.
Me parece impostergable que la industria de la consultoría de negocios sea desarrollada en nuestro país como una condición para mejorar la posición mexicana en materia comercial.
Pero ¿por qué la columna del Sr. Zuckerman se relaciona con la renegociación del TLCAN?
OPINIÓN: Una guerra perdida cuyas consecuencias pagan los consumidores
El texto al que hago referencia expone que es una tontería construir una nueva refinería en el próximo sexenio. Uno de los argumentos “fuertes” que utiliza el columnista es una cita de la consultoría Wood Mackenzie, que justifica la inconveniencia del proyecto porque “el país estaría sustituyendo la importación de gasolina con la de crudo”.
Comencemos por lo más importante. En el mundo de la consultoría el argumento señalado no significa nada. Vamos, ni siquiera representa una antítesis medianamente válida para emitir un juicio sobre un proyecto de inversión de esta naturaleza.
El Sr. Zuckerman es un reconocido académico y columnista, que está en su derecho de opinar lo que guste. No obstante, una investigación de consultoría está a eones de distancia de su opinión, que palidece bajo un tinte de inocencia.
En mi experiencia he podido constatar que no todo académico puede ser consultor, y viceversa.
En fin, ese no es el tema. Sin embargo, sirve como ejemplo para lo siguiente.
OPINIÓN: Guerra comercial, ¿mezquindad o estrategia?
El problema de la industria de la consultoría mexicana es que se encuentra monopolizada desde hace varios años por empresas estadounidenses y británicas. Más aún, las empresas extranjeras son, en muchas ocasiones, usadas como los grandes referentes en la toma de decisiones de los negocios en México.
Sin embargo, los incentivos y la metodología de trabajo de las consultoras en serie invitan a reflexionar sobre la calidad y profesionalismo de sus trabajos. Por otra parte, las conclusiones de estas consultorías están sesgadas en función de los intereses estratégicos de Estados Unidos o por la propia idiosincrasia de la firma.
¿Cómo trabajan? En muchos casos, las firmas estadounidenses y británicas emplean a profesionales locales, quienes realizan y ejecutan las investigaciones. Al final, la consultora imprime su firma para darle renombre al informe y “credibilidad” ante sus clientes. El costo real de la investigación no supera el 5% o 10% del precio del reporte. En esta ansia de obtener utilidades, las firmas extranjeras invierten muy poco en la calidad de sus reportes y nada en el desarrollo de sus consultores.
Incluso, algunas de estas empresas son famosas por la forma en la que “explotan” a sus empleados, quienes inocentemente se sienten afortunados por laborar ahí.
Si alguien desea ahondar en lo que comento, puede referirse a algún sitio de internet especializado en la evaluación de empresas por parte de los propios exempleados.
En otras palabras, el negocio de la consultoría es exprimir el conocimiento local, pagando un salario bajo y revendiendo el estudio a un costo muy superior. Estas empresas generan millones de dólares al año en proyectos de investigación en cada país donde se plantan.
Esto lo menciono porque en general a nadie le gusta que algún externo le diga qué hacer y cómo hacer su trabajo. No obstante, las empresas mexicanas pagan grandes cantidades por recomendaciones maquiladas.
La ventaja competitiva de las firmas extranjeras es la acumulación de conocimiento, que también se perpetúa gracias al malinchismo intelectual de nuestro país. Cuántas veces no hemos escuchado o leído un comentario que avala la superioridad analítica de alguna empresa extranjera sobre una mexicana. La realidad dista mucho de ser así.
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Por esta razón, nuevamente planteo a los señores renegociadores del TLCAN, Ildefonso Guajardo, Keneth Smith y Jesús Seade, que pujen por un mecanismo para que, en el marco del tratado, se desarrolle a la industria de consultoría de negocios local. No es cosa menor, recordemos que el conocimiento es poder.
Además, no es sostenible ni recomendable que México ceda su industria del conocimiento a cambio de unos centavos o de unos cuantos empleos. No debemos permitir que nuestro socio comercial nos “patronice” en términos de conocimiento y estrategia.
El nuevo TLCAN debe incluir un subcapítulo específico para el desarrollo de conocimiento de consultoría que otorgue incentivos a empresas y a consultores mexicanos para competir en igualdad de circunstancias. Prohibir los monopolios de la información.
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Las consultoras extranjeras operan con el uso de prácticas anticompetitivas y se benefician del uso de su posición monopolista. Por ejemplo, en Finlandia la autoridad en materia de competencia prohibió la operación de nada más y nada menos que uno de los servicios estrella de la empresa AC Nielsen, por considerarlo anticompetitivo.
México cuenta con el capital intelectual suficiente. El problema es que no hay incentivos y sí muchas barreras a la entrada en la industria del conocimiento. En este momento tenemos la oportunidad de hacer algo por esta industria. Hagámoslo.
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