OPINIÓN: Los millonarios buscan alcanzar las estrellas mientras el mundo sufre
Nota del editor: Jeffrey Sachs es profesor y director del Centro de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia , Estados Unidos. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Con todo respeto para Jeff Bezos y otros multimillonarios que están pensando en gastar miles de millones de dólares de su fortuna personal en viajes espaciales, aquí en la Tierra hay cientos de millones de niños que carecen del acceso básico a la atención médica y a la educación que necesitan ayuda urgente.
La economía mundial está dirigiendo billones de dólares en las cuentas bancarias de unos cuantos. Estas riquezas deberían dirigirse, primero que nada, a acabar con los millones de muertes evitables que provoca la pobreza extrema y para educar a los cientos de millones de niños que no van a la escuela. A los multimillonarios les quedaría suficiente para satisfacer su gusto por los megayates, las naves espaciales personales, las islas tropicales privadas y cosas por el estilo.
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La era digital ha creado mercados de la información en los que el ganador se queda con todo —incluidos nuestros datos personales— y Bezos, Mark Zuckerberg, Larry Page, Serguéi Brin y otros cosechan alegremente los beneficios. En la última década, según la revista Forbes, la cantidad de multimillonarios y su patrimonio neto casi se ha triplicado de 793 multimillonarios con un capital neto de 2.6 billones de dólares en 2006 a alrededor de 2,200 multimillonarios con un capital neto de 9.1 billones de dólares a marzo de este año.
El flujo de la riqueza hacia los de arriba supera por mucho el crecimiento económico. Gran parte de la riqueza refleja la redistribución del ingreso de los trabajadores poco especializados, cuyos trabajos y sueldos se pierden a causa de los robots y la inteligencia artificial, a causa de los dueños súper ricos de estos sistemas "inteligentes". El ingreso nacional está pasando de la mano de obra poco especializada a los propietarios de la alta tecnología , incluidas las tecnologías clave cuyo desarrollo se financió inicialmente con el dinero del erario, como internet y el motor de búsqueda de Google .
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El sistema está arreglado para los de arriba. Los gigantes de la tecnología desvían sus riquezas al extranjero, a menudo con la complicidad del Servicio de Impuestos Internos de Estados Unidos (IRS, por sus siglas en inglés), que hace la vista gorda ante tretas escandalosas que sirven para reasignar la propiedad intelectual estadounidense a paraísos fiscales en el extranjero .
Las empresas recolectan nuestros datos personales, por los que no pagan nada, para amasar sus fortunas. Se les otorgan patentes que crean monopolios artificiales a 20 años de tecnologías que deberían ser del dominio público.
Los multimillonarios y sus corporaciones usan donativos de campaña y el poder de los medios para engatusar a los "representantes" en el Congreso de Estados Unidos con el fin de que los representen a ellos, no al resto de los ciudadanos. El resultado son reducciones de impuestos y trucos fiscales para los multimillonarios y déficits y deudas enormes que nosotros y nuestros hijos tendremos que pagar. Empresas como Amazon seducen a los municipios a que compitan en una carrera fiscal al abismo en busca de atraer a Amazon a través de descuentos fiscales e infraestructura financiada por el erario.
La riqueza en la cima está creciendo tan rápido que aunque Bill y Melinda Gates, los filántropos más grandes de nuestro tiempo, noblemente cedieron miles de millones de dólares al año para combatir las enfermedades y el hambre, su riqueza sigue creciendo y las nuevas ganancias siguen superando por mucho sus donaciones. En 2010, Gates se comprometió a donar al menos la mitad de su fortuna y convocó a otros ricos a hacer lo mismo. En ese entonces , su capital ascendía a los 53,000 millones de dólares. Hoy, su fortuna se estima en 94,800 millones de dólares .
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Casi 200 personas acaudaladas se unieron al compromiso a lo largo de los pasados ocho años, menos del 10% de los multimillonarios del mundo. Es más: no hay registro ni rendición de cuentas de sus donativos. En general, la mayor parte de las personas más ricas del mundo no se han unido a la batalla para combatir la pobreza, pero su riqueza es tan vasta que estos pocos podrían mejorar radicalmente la vida de cientos de millones de personas.
Cientos de millones de niños empobrecidos viven sin acceso a los cuidados básicos de salud o a la educación. Alrededor de 5.6 millones de niños de menos de cinco años mueren al año porque no hay clínicas para que su nacimiento sea seguro; para ayudarles, si lo necesitan, a dar su primer aliento; para darles los antibióticos salvadores contra una infección respiratoria, o para garantizar el acceso oportuno a una dosis de medicamento contra la malaria que cuesta un dólar.
Cientos de millones de niños carecen del acceso a escuelas públicas adecuadas con maestros capacitados, electricidad, libros e instalaciones higiénicas. El resultado es que los niños abandonan la escuela después de unos años, sin las habilidades básicas necesarias para el siglo XXI.
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Estas condiciones debilitadoras podrían arreglarse con una fracción de la gran fortuna de los multimillonarios. Apenas el 1% del capital neto de los multimillonarios por año equivaldría a alrededor de 91,000 millones de dólares, suma que podría garantizar el acceso a la atención médica y la educación para los niños más pobres del planeta. La Unesco estima que la brecha de financiamiento global para la educación es de 39,000 millones de dólares al año ; los profesionales de la OMS calculan que la brecha mundial de financiamiento para la salud es de entre 20,000 y 54,000 millones de dólares por año .
Los multimillonarios deberían dar esta cantidad voluntariamente, pero si no lo hicieran, los gobiernos deberían imponer un gravamen del 1% a su capital neto para financiar los servicios básicos de salud y educación para la gente más pobre del planeta.
Hace 17 años, cuando encabecé una comisión que señalaba que con niveles modestos de ayuda se podrían alcanzar grandes logros contra enfermedades como el sida, la tuberculosis y la malaria, me dijeron que se robarían el dinero, que los pobres no seguirían los regímenes farmacológicos y cosas así. Este es el parloteo de los ricos.
De hecho, cuando se fundaron instituciones nuevas, incluido The Global Fund (para combatir el sida, la tuberculosis y la malaria) y el programa PEPFAR del gobierno estadounidense para la lucha contra el sida, salvaron millones de vidas . Pese a todo, pese a la evidencia abrumadora de su éxito, estas organizaciones salvadoras siguen careciendo de financiamiento adecuado.
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Los mega ricos esperan que las masas los adulen y así suele ser. Sin embargo, pronto se agotará la paciencia de la sociedad ante las ocurrencias de los millonarios. Hay demasiadas personas que sufren, demasiados trabajadores poco especializados que pierden su trabajo y su salario, demasiada riqueza que se despilfarra en frivolidades y demasiado poder sobre nuestra vida en manos de las grandes tecnológicas y otros gigantes corporativos.
Donald Trump canalizó la inconformidad creciente en su victoria electoral, pero sus guerras comerciales y sus descuentos fiscales para los ricos solo profundizan la brecha. Las verdaderas soluciones dependen de la redistribución de las grandes fortunas a los necesitados.
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Las personas tan dinámicas y capaces como Jeff Bezos deberían dirigir su gran fortuna y su energía a enfrentar los desafíos urgentes del mundo: la pobreza extrema, las enfermedades prevenibles, el analfabetismo y la devastación del medioambiente. El gobierno debería imponer un gravamen para quienes no lo hagan voluntariamente.
Una vez que las necesidades urgentes de la sociedad se aborden y se financien los medios para satisfacerlas, habrá tiempo y riqueza suficiente para llegar a las estrellas.
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