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OPINIÓN: Trump tiene que pensar antes de hablar

Los esfuerzos presidenciales se definirán, al menos un año más, por los caprichos al decidir quién juega según las reglas y a quién se queda en la caja de castigo, consideran Kirby y Vinograd.
jue 07 febrero 2019 12:15 PM

Nota del editor: John Kirby es analista de seguridad nacional de CNN; fue contraalmirante en la Armada estadounidense y vocero de los departamentos de Estado y Defensa durante la presidencia de Obama. Síguelo en Twitter como @johnfkirby63 . Samantha Vinograd es analista de seguridad nacional de CNN; trabajó en el Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos durante la presidencia de Barack Obama, de 2009 a 2013. Síguela como @sam_vinograd . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a los autores.

(CNN) — Las palabras importan, particularmente cuando las pronuncia el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Sus declaraciones suelen preceder a las decisiones políticas y mientras los líderes extranjeros se reúnen, Trump tuitea. Sus palabras se amplifican alrededor del mundo, tanto porque son lo que siempre han soñado los bots rusos como porque es el comandante en jefe del país más poderoso del mundo.

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El efecto de lo que dice debería hacerle pensar antes de hablar, pero su informe sobre el Estado de la Unión , el 5 de febrero, demostró lo contrario, particularmente cuando tocó temas de política exterior.

En vez de demostrar una estrategia clara, Trump eligió las crisis exteriores que le parecieron mejores para llamar la atención y describió un perturbador estándar doble en nuestra relación con diversos países, lo que indica que no hay un enfoque coherente y analítico, en cuestiones de política exterior, de profunda importancia para la seguridad nacional de Estados Unidos. Si Trump quiere ganarse la confianza del pueblo estadounidense y que los líderes extranjeros lo consideren creíble, tiene que abordar algunas cuestiones.

Una mala comunicación de "crisis"

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El informe presidencial es la oportunidad de destacar las crisis que afectan a Estados Unidos, tanto en el exterior como en el interior. Lo que el presidente decida tocar es indicio importante sobre qué es lo que más le importa y a qué va a destinar sus recursos y su tiempo.

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El segmento de las crisis en cualquier informe presidencial siempre está hasta el tope. Pero el 5 de febrero, Trump indicó que seguirá centrándose en emergencias fabricadas que es evidente que cree que le funcionarán políticamente, en vez de centrarse en la serie de amenazas que se ciernen sobre la seguridad nacional de Estados Unidos.

Los migrantes que se abren paso desde Centroamérica hasta la frontera sur de Estados Unidos están huyendo de crisis en sus hogares; la pobreza y la delincuencia están empujando a hombres, mujeres y niños a hacer el viaje al norte . Sin embargo, Trump no usó su informe presidencial para anunciar más asistencia a esos países, sino que recurrió a información cuestionable para apuntalar su argumento sobre la construcción el muro y luego aplaudió su propia decisión de desplegar soldados estadounidenses en la frontera.

Este nuevo despliegue de soldados, en conjunto con la decisión de Trump de retirar las tropas de Siria y posiblemente de Afganistán , subraya constantemente que Trump es incapaz (o no está dispuesto) a determinar qué amenazas son reales y cuáles son imaginarias.

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Para evitar la asignación de recursos al combate del enemigo equivocado, Trump tiene que reconsiderar cómo usa a las fuerzas armadas y pensar muy seriamente en las ramificaciones de las órdenes que da, en vez de comunicar desproporcionadamente las crisis que atienden a intereses políticos, más que de seguridad nacional.

Una expedición con datos caprichosos

El discurso del presidente estuvo lleno de datos elegidos a capricho.

Trump presumió que ISIS está derrotado cuando en realidad, ISIS sigue siendo una amenaza viable tanto en Iraq como en Siria, de acuerdo con su máximo comandante en la región.

Afirmó que había habido avances en las negociaciones nucleares con Corea del Norte (negociaciones que deberían continuar) pese a que en realidad se ha logrado poco hasta ahora. De hecho, su propio director de Inteligencia Nacional, Dan Coats, declaró que Corea del Norte no tiene intenciones de renunciar a su arsenal nuclear en el futuro previsible.

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Trump también pregonó los esfuerzos de su administración por negociar con los talibanes y habría que aplaudirles por promover esas negociaciones. Sin embargo, no reconoció que para que las negociaciones puedan tener éxito, tienen que incluir al gobierno afgano democráticamente electo y que ISIS, Al Qaeda y otros grupos terroristas siguen teniendo un refugio seguro allá a falta del apoyo de Estados Unidos y la OTAN a las fuerzas nacionales de seguridad de Afganistán.

Aunque la realidad sea desagradable, Trump tiene que dejar de esconderse de ella y enfrentar los desafíos de forma realista.

Un mensaje incoherente

Trump hizo algo atípico durante el informe presidencial: habló de la importancia de apoyar al pueblo mientras lucha por su libertad y en su intento por vivir sin temor a la brutalidad, a la pobreza y a la represión. Sin embargo, usó ese rasero con Venezuela: criticó al presidente, Nicolás Maduro, inmediatamente después de presumir su buena relación con uno de los déspotas más represores y abusivos del mundo, Kim Jong Un.

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Para los opresores del mundo, la lección es clara: Trump no tiene un enfoque coherente respecto a quiénes apoyará y a quiénes abandonará.

Sin embargo, las inconsecuencias de Trump no solo se aplicaron a las violaciones a los derechos humanos. También se aplicaron a su postura respecto a las armas nucleares. Trump mencionó la mala conducta de los rusos (cosa que no hace con mucha frecuencia) y a sus violaciones al Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, pero poco después, volvió a omitir las continuas violaciones de Kim Jong Un a las resoluciones del Consejo de Seguridad.

Es más, atacó a Irán, con justa razón, por sus actividades repugnantes en Medio Oriente y Levante, pero no pudo resistirse a atacar el tratado nuclear de Irán, que hasta ahora ha impedido que Teherán desarrolle un arsenal nuclear. No hay que equivocarse: Irán sigue siendo una amenaza letal. Sin embargo, uno esperaría que Trump lograra darse cuenta de que si Irán reinicia su programa nuclear, será mucho más difícil sofocar la inestabilidad en la región.

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Por estas incoherencias, a los líderes militares y a los diplomáticos estadounidenses les es imposible planificar y organizar sus esfuerzos eficazmente, además de que se aliena a nuestros aliados, quienes han empezado a buscar aliados más confiables y políticas más sensatas. Estamos perdiendo la capacidad de moldear efectivamente la conducta de los líderes mundiales en quienes buscamos asistencia, consejo y apoyo moral.

Eso no es poner a Estados Unidos primero. Es ponernos definitivamente al final de la fila y decididamente solos. Es imperativo que volvamos a desarrollar la confianza que estamos perdiendo rápidamente, y eso empieza con un mensaje coherente.

Lo que no se dijo en el informe

En gran medida, también es importante lo que Donald Trump no dijo en su informe presidencial. No denunció a China por sus incursiones en el mar del Sur de China, por su avance rápido y virtualmente sin supervisión en África, ni por sus abusos constantes contra sus vecinos.

No habló de la belicosidad de Rusia en el continente europeo ni en el ciberespacio, de sus amenazas persistentes a la integridad territorial de Ucrania ni de sus esfuerzos por socavar a la Unión Europea, sin mencionar su interferencia en los procesos electorales de Occidente.

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Omitió mencionar hasta qué grado su acercamiento a Arabia Saudita ha transformado a Yemen en un lugar más peligroso de lo que era, a Qatar en un jugador mucho más importante en la seguridad de Medio Oriente y, tras el asesinato de Jamal Khashoggi, ha puesto en más riesgo a la libertad de prensa.

En vez de censurar a la OTAN una vez más por el gasto en defensa (y no, Trump no es el único responsable de los incrementos que algunos aliados han hecho en el gasto), nunca habló de la importancia de las alianzas y las sociedades que no solo legitiman a muchas misiones en el extranjero, sino que también contribuyen enormemente a la efectividad en el campo de batalla.

Tampoco tocó una sola vez el tema de tratar de encontrar una solución pacífica y diplomática a la brutal guerra civil en Siria , guerra que ha cobrado la vida de cientos de miles de personas y que ha expulsado a miles más a otros países de la región y de Europa. La única vez que mencionó a ese país asolado por la guerra, dijo que retiraría las tropas de una misión que hasta sus comandantes reconocen que no está terminada.

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Mientras los estadounidenses piensan en las palabras de su presidente y en lo que significan para la seguridad nacional en 2019, está claro que no hay un conjunto de principios fundamentales en los que se basen las políticas del presidente.

Los esfuerzos presidenciales se definirán, al menos un año más, por los caprichos al decidir quién juega según las reglas y a quién se queda en la caja de castigo. Este enfoque no es lo que merece el pueblo estadounidense; de hecho, lo pone en peligro.

El uso azaroso e incongruente del poder y la influencia de Estados Unidos seguirá permitiéndoles a nuestros adversarios que manipulen al presidente y provocará que nuestros aliados y nuestros socios lo ignoren. Necesitamos un proceso político coherente que señale y corrija analíticamente estas tendencias peligrosas; de lo contrario, seguirán debilitando la influencia y el liderazgo estadounidense en el escenario mundial.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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