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OPINIÓN: La razón por la que tu trabajo no puede comprar la felicidad

Vivir en una era que prima el cuidarse y empoderarse a uno mismo ha hecho que muchos crean que merecen tenerlo todo, "auténticamente" todo, opina Peggy Drexler.
dom 03 marzo 2019 07:00 AM

Nota del editor: Peggy Drexler es psicóloga investigadora y ha escrito "Our Fathers, Ourselves: Daughters, Fathers, and the Changing American Family" y "Raising Boys Without Men". Actualmente trabaja en un libro sobre cómo las mujeres están condicionadas para competir entre sí. Las opiniones expresadas aquí son exclusivamente suyas.

(CNN) – Hace 15 años, cuando el periodista y escritor Charles Duhigg recibió su título de la Escuela de Negocios de Harvard, él y sus compañeros de clase estaban entusiasmados con su "buena suerte", así lo rememora en la revista dominical New York Times Magazine: "Tener un MBA de Harvard parecía un boleto de lotería ganador, una autopista dorada hacia una influencia que cambiaría el mundo, una riqueza fantástica y... una vida de trabajo profundamente significativo".

Esa suposición resultó incorrecta.

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En "Wealthy, Successful and Miserable" (Ricos, exitosos y miserables), una serie de artículos en el NYTimes sobre el futuro del trabajo, Duhigg escribe que una generación de profesionales sobresalientes que parecen haber conseguido todo lo que querían son, de hecho, más infelices que nunca; y que los poderosos y bien pagados trabajos que con tanto esfuerzo consiguieron son el problema. "Siento que estoy desperdiciando mi vida", dijo un banquero de inversiones que se siente atrapado en un trabajo de 1.2 millones de dólares al año. "Siento que mi trabajo es totalmente irrelevante".

La insatisfacción laboral, por supuesto, no es un fenómeno nuevo. Pero hoy por hoy, lo que está en juego (salarios más altos y los estilos de vida ligados a ellos) es mayor, al igual que las expectativas. Y vivir en una era que prima el cuidarse y empoderarse a uno mismo ha hecho que muchos crean que merecen tenerlo todo, "auténticamente" todo. Mientras tanto, las redes sociales alimentan la idea de que todos los demás son más felices que tú.

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¿Qué hago si el trabajo de mis sueños se volvió una pesadilla?

La consecuencia es una nueva fuerza laboral estadounidense que se define cada vez más no por lo que ha logrado sino por lo que siente que le falta.

No hay duda de que las generaciones anteriores no siempre encontraron un verdadero "significado" o “sentido” en su trabajo, ya fueran médicos o abogados, vendedores de autos o instaladores de alfombras. El trabajo era lo que hacías para ganarte el pan. Estabas contento de tenerlo, o al menos resignado, e ibas todos los días, volvías a tiempo para la cena y rara vez trabajabas fuera de horario.

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Un estudio de 2016 de la Universidad Erasmus de Rotterdam sobre cuatro generaciones de trabajadores descubrió que las generaciones anteriores valoraban la seguridad laboral y querían evitar el riesgo. En otras palabras, los Baby Boomers eran leales y respetuosos de la jerarquía.

A medida que las nuevas generaciones entraron en la fuerza laboral y el "equilibrio trabajo-vida" se convirtió en parte del lenguaje cultural, las personas eran más proclives a expresar su descontento o a esperar que las condiciones cambiaran. Y, más recientemente, una encuesta de Gallup de 2017 encontró que solo el 15% de las personas en todo el mundo se sienten comprometidas e involucradas en el trabajo.

La diferencia, sin embargo, es que en estos días el trabajo lo es todo. Los estadounidenses trabajan más horas y se jubilan más tarde, si es que lo hacen. El trabajo es nuestra identidad y fuente de realización y satisfacción. También es como los demás nos juzgan.

Un reciente ensayo en la revista The Atlantic definía el "workism" (la adoración del trabajo) como "la creencia de que el trabajo no solo es necesario para la producción económica, sino también la pieza central de la propia identidad y el propósito de la vida; y la creencia de que cualquier política para promover el bienestar humano siempre debe alentar más trabajo". Y el "workism", escribió el autor del artículo, Derek Thompson, nos está haciendo miserables.

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Lo que sí es un fenómeno nuevo entre la generación actual de trabajadores es que, por más miserables que puedan ser, tienen el lujo de poder expresar su insatisfacción cuando surge, y lo hacen. Los empleados de hoy, y en especial aquellos que asistieron a escuelas de prestigio y obtuvieron empleos de prestigio, tienen la expectativa de que la satisfacción debe formar parte del paquete.

Una encuesta realizada en 2018 a 5,000 profesionales conducida por el Korn Ferry Institute encontró que la razón principal por la que las personas dejan sus trabajos es porque les aburre. ¿La segunda razón?, buscan un nuevo reto. En nuestra era de auto-empoderamiento más personas creen que tienen derecho a una vida feliz y satisfactoria, especialmente aquellos que tuvieron la fortuna de asistir a escuelas como Harvard.

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El trabajo significativo y trascendente también da un caché, un estatus. Salarios altos, beneficios laborales, eso importa, naturalmente. Pero en esta época, especialmente entre ese acomodado 1% donde todos ganan buenos salarios y todos ingresaron en la fuerza laboral con la expectativa de tener una "influencia que cambiaría el mundo y una riqueza fantástica", hay un deseo de poder decir que amas tu trabajo, que haces lo que amas y amas lo que haces.

Mientras tanto, aunque varios estudios a lo largo de los años han demostrado una correlación entre ingresos más altos y mayor felicidad (pensemos en el estudio de 2010 de la Woodrow Wilson School de la Universidad de Princeton, que decía que cuanto más cae el ingreso anual de una persona por debajo de los 75,000 dólares, más infeliz se siente) la mayoría de la gente coincide, al menos en teoría, en que el dinero no compra la felicidad. (Ese mismo estudio de Princeton reportaba que la felicidad influenciada por los ingresos tiene como tope los 75,000 dólares, es decir, no está científicamente comprobado que un trabajo de 1.2 millones de dólares al año te haga más feliz que uno de 75,000 dólares).

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Y, con todo, si las personas entrevistadas por Duhigg informan sentirse atrapadas por sus trabajos de lujo, es porque, en cierto sentido, realmente lo están. Los riesgos son mayores para los profesionales bien colocados (quienes se quedaron atrapados en trabajos bien remunerados desde el principio y sus familias crean grandes expectativas). Eso no quiere decir que no disfrutan de los beneficios que vienen con esto. El problema es que, sin trabajos que los satisfagan, puede parecer que el dinero, las casas y los autos son todo lo que tienen. Y así seguirán en esos trabajos cada vez más infelices, sin otra salida que ascender en la escala corporativa.

Cuando lo ves de esa manera, es difícil compadecerlos. Estas personas son las más privilegiadas… pero trata de decirles eso.

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Por supuesto, no hay una solución rápida para la infelicidad profesional. Reajustar las expectativas, después de todo, solo es fácil de labios para afuera, requiere un esfuerzo no de semanas, sino potencialmente de por vida. Al final, la solución a la miseria laboral puede abrevar de la idea de buscar el equilibrio entre trabajo y vida.

Si tu trabajo es poco trascendente, tal vez ese significado se puede encontrar en otras actividades: pasatiempos, tiempo en familia, voluntariado. Asigna significado a otra cosa más allá del trabajo, y dependerás menos del trabajo para que te dé significado.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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