Aunque como decía Hobbes, es el miedo el que produce sociedad y el que produce instituciones. Ahora es la biología la que nos pone ante el espejo la cruda realidad de nuestra existencia finita.
Cuando todo esto acabe habrá una explosión de salidas de los hogares a los cines, a los restaurantes, a los antros y a las playas, pero permanecerá lo que cada uno está descubriendo en su confinamiento: que la cocina puede ser un entretenimiento, que ese autoservicio ha sabido organizarse bien y le vamos a ser fieles, o que hay productos que no consumíamos en tiendas de internet que no conocíamos y que nos gustan.
Los balcones de muchas ciudades, en Milán, Buenos Aires, Barcelona o Madrid se unen sin distinción todas las noches para aplaudir al unísono a médicos, enfermeras y trabajadores que están en primera línea de lucha contra el virus.
Esta realineación de sentimientos espoleada por la crisis ha llevado incluso, a que los balcones italianos no solo toquen el himno nacional, sino curiosamente también el himno chino para agradecer la ayuda enviada desde Beijing.
Todo ello es positivo, pero parece que las sociedades no pudiéramos encontrar salida fuera de la exaltación de las pasiones. Algunas pueden ser positivas, como la solidaridad o el cuidado de los adultos mayores, pero otras son peligrosas, como el populismo, el nacionalismo y las barreras comerciales (están proliferando los manifestantes que bloquean la frontera para que no entren norteamericanos a México).