Nos encontramos ante un periodo histórico único y nunca antes visto. Pese a que anteriormente nuestro planeta ha sufrido de embates de magnitudes peculiares y similares, los ingredientes de la crisis que actualmente vivimos cuentan con características particulares: una conexión tecnológica muy desarrollada, una globalización consolidada, sistemas económicos y políticos interdependientes, polarización ideológica desmesurada, un desarrollo vanguardista de la medicina pero una infraestructura de salud limitada, una muy considerable desigualdad y pobreza extrema, sobrepoblación mundial, retos medioambientales urgentes, entre muchos otros.
No sabemos si los paradigmas que el día de ayer reinaban continuarán vigentes el día de mañana; el ambiente está cambiando a cada minuto y debemos adaptarnos para sobrevivir.
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No sólo eso, debemos aprender de nuestros errores pasados para no repetir la historia y fracasar.
Desafortunadamente, nos hemos encontrado como sociedad universal con la constante decepción de que contamos con líderes vacíos en la actualidad. Una gran falta de liderazgo se percibe como una de las enfermedades que aqueja a los ciudadanos y a las naciones modernas.