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La paloma viaja a Washington

Un presidente que da tanto peso a su imagen y a un discurso enfocado a los grupos vulnerables, dio señales mixtas en esta visita, opina Antonio Michel.
vie 10 julio 2020 05:00 AM

(Expansión) – La relación entre México y Estados Unidos puede ser analizada desde un modelo de teoría de juegos conocido como “halcón-paloma”, en el que los negociadores vacilan entre estrategias agresivas o conciliadoras.

El halcón, en este caso Estados Unidos, se inclina por movimientos dominantes y agresivos. México, la paloma, aunque pierda al optar por un posicionamiento más sumiso, sabe que es la única manera de permanecer en el juego. La visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Washington no es la excepción.

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Desde el inicio de su mandato, López Obrador había manifestado su aversión a salir de México. Su discurso aludía a la necesidad de permanecer en México para atender los asuntos prioritarios del país, menospreciando el peso de las relaciones internacionales. Delegó toda la política externa al Canciller, Marcelo Ebrard.

Un poco más de dos años después de su toma de posesión, el presidente de México rompió esta tendencia para reunirse con su contraparte estadounidense, unos días después de la entrada en vigor del nuevo acuerdo comercial de América del Norte, conocido como T-MEC. Definitivamente, el acontecimiento es significativo: la primera visita al exterior de López sería Washington, con el socio más importante. Sin embargo, el simbolismo va más allá de la estrecha relación: demuestra la continuidad de la asimetría y la dinámica bilateral.

Emprender un viaje al exterior no fue la única contradicción en la que cayó el presidente al llevar a cabo esta visita. Para empezar, aceptó realizarse la prueba de COVID-19 previo al viaje, como un gesto de responsabilidad, cuando no lo había hecho antes, incluso al hacer giras al interior de la República.

Por trasladarse en un vuelo comercial, un requisito de la aerolínea es portar cubrebocas, acto que omitió por 129 días desde que llegó el virus a México. Ocurrió lo inimaginable: canceló dos mañaneras por su estancia en Washington. Finalmente, en el discurso que pronunció tras la reunión de comitivas, elogió el buen trato, la gentileza y el respeto con los que se ha conducido Donald Trump a nuestro país.

En el pasado López Obrador comparó a Trump con Hitler y calificó su propuesta del muro como cruel. La política exterior mexicana apuntala la no intervención e intromisión en asuntos internos de otros países, pero da pie a este encuentro contundente en medio del período electoral en ese país.

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AMLO cantó el himno nacional mexicano frente al monumento a Benito Juárez en Estados Unidos

Un presidente que da tanto peso a su imagen y a un discurso enfocado a los grupos vulnerables, dio señales mixtas en esta visita. El Secretario de Seguridad no acompañó a López en su gira, aunque la seguridad es un tema medular en la agenda bilateral y recientemente hayan incrementado las tensiones con los grupos de crimen organizado.

Por otro lado, el itinerario de actividades en Washington no incorporó un encuentro con la comunidad migrante en ese país, cuando la migración y las remesas han cobrado aún más relevancia por las crisis recientes.

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Más allá de parecer una serie de incongruencias, se trata de un hilo conductor: doblegar las decisiones políticas a los intereses de Estados Unidos. Es comprensible, con 10% de nuestra población y 80% de nuestras exportaciones en ese país, el gobierno de México no puede desdeñar la importancia del vecino del norte.

Hay que llevar una relación cordial y conciliadora por la economía, la seguridad, la migración y la cooperación con ese país. No obstante, la línea entre una estrategia de juego y un patrón continuo es tenue.

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Hay que optar por un equilibrio donde el halcón no prediga cada movimiento de la paloma, sino que cada parte apueste más hacia la cooperación. Habrá que ver si la paloma regresa a su nido o elige una nueva ruta.

Nota del editor: Antonio Michel estudió Relaciones Internacionales en el ITAM, donde es profesor, y tiene una Maestría en Administración Pública por la Universidad de Maxwell. Trabajó casi 7 años en la Administración Pública Federal, en las secretarías de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social, Energía y Gobernación. Su pasión son los asuntos internacionales, los asuntos políticos y la administración pública. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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