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Inversionistas y Afores: ¿Quiénes son los conservadores?

Es viable escalar la inversión y su impacto para el progreso social: depende de si esa es la prioridad, por encima de ideología, obsesiones o el poder por el poder mismo, opina Rodrigo Villar.
mié 05 agosto 2020 12:59 AM

(Expansión) – El Secretario de Hacienda ha llamado a las Afores a ser razonables en su diversificación de inversiones y aprender de los fondos de pensiones de otros países que fondean infraestructura aeroportuaria o de energía. Puso los ejemplos de CalPERS, de los trabajadores públicos de California, y la Caisse de dépôt et placement du Québec, el segundo fondo de Canadá.

Sin embargo, ninguno de ellos se involucraría en proyectos tan poco razonables, al menos en términos de viabilidad financiera, como los que nuestro gobierno califica como prioritarios: podrían ser demandados judicialmente.

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Sería sensacional que las Afores y los cerca de 200,000 millones de dólares que manejan pudieran asumir un papel mucho más decisivo en el progreso del país. Y se puede. Con la iniciativa de reforma recién acordada entre el gobierno y representantes del sector empresarial, que eleva sustancialmente las cuotas patronales, más la magia del interés compuesto, esos activos podrían duplicarse en 10 años. Pero eso no va a ocurrir si se trata de imponerles apuestas de inversión como producir gasolina cara y venderla barata en la era de los vehículos eléctricos.

No por nada ni la Refinería de Dos Bocas ni el Tren Maya encontraron inversionistas, y el gobierno va solo, igual que con Pemex, perdiendo unos 150 millones de dólares por día en lo que va del año. Además, para no perder su dinero, los fondos mencionados evitarían estas inversiones por estatutos de responsabilidad social y ambiental o ESG, ante las previsibles consecuencias en contaminación, emisiones de CO2 y deterioro de ecosistemas invaluables para México y el planeta.

Tampoco es casual que haya quienes piensen que lo mejor de la reforma sería evitar un mal mayor, ya que, aunque beneficia a los trabajadores del sector formal, no ataca el problema de fondo de la informalidad (de hecho, encarece el empleo formal). Como si fuera una vacuna contra ocurrencias y propuestas que verdaderamente serían catastróficas y han estado en la retórica política, como expropiar los ahorros o crear una Afore única del gobierno.

La cuestión es que esa posición pasiva no puede llevarnos muy lejos para incrementar la inversión.

Más de la mitad de los recursos actuales de las Afores está colocada en bonos del gobierno y menos de 10% en proyectos de infraestructura y fórmulas como CKDs, Fibras o Cerpis. Fuera de la retórica, más que en infraestructura nacional, en el sector se ve más viable, para el interés de los ahorros, reducir límites para invertir en el extranjero, donde hay más alternativas y mejores perspectivas de rendimiento. No es malinchismo: simplemente no contamos con suficiente profundidad de mercado de capitales y de proyectos de largo plazo viables, sean gubernamentales o privados. Y si el erario es el dinero del pueblo, las Afores son cuentas con nombre y apellido. Hay una responsabilidad fiduciaria para no poner sus ahorros en inversiones ruinosas.

Qué diferente sería un mensaje como éste: además de ir a un nuevo pacto de reconciliación social y reforma de fondo en nuestro sistema hacendario y de seguridad social, México está decidido a acelerar su desarrollo con proyectos que alinean rentabilidad financiera, sustentabilidad y beneficios para nuestra población y el planeta; bienvenidos los que quieran asociarse para ganar con nosotros.

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Sacar dinero de las Afores, la dolorosa decisión de los mexicanos en la epidemia

Las necesidades están ahí y pueden ser excelentes oportunidades de inversión, lo mismo para conectividad 5G que en programas sociales, siempre que se centren en generar resultados efectivos y medibles. Lo mismo iniciativas locales de readaptación social de presos o provisión de agua potable, que contratos de pago por resultados para prevención de enfermedades o equidad de género. Y todo con rendimiento financiero.

En todo eso podrían invertir no sólo las Afores, sino fondos de pensiones de todo el mundo, actualmente inmersos en una profunda revisión de sus estrategias de cartera para incorporar métricas objetivas de impacto social y ambiental, en balance con el retorno y el riesgo financiero.

Hoy, en Francia los empresarios deben ofrecer planes de ahorro 90/10: 10% en empresas sociales y el resto en activos que cumplan con principios ESG. En México, desde la Alianza por la Inversión de Impacto hemos promovido que Afores y planes privados de pensión adopten estas prácticas. Pueden despejarse restricciones y generar incentivos, pero el punto de inflexión, como en tantas otras áreas, es el cambio de mentalidad. No iremos a ningún lado sin eso.

OPINIÓN: El plan de reforma al sistema de pensiones es una oportunidad histórica

Para explicar con sencillez la esencia de la inversión de impacto y el sentido que hace para el capital pensionario, me gusta poner como ejemplo lo que me comentó alguna vez gente relacionada con el fondo de Grupo Bimbo: el rendimiento es indispensable para aspirar a un retiro digno, pero qué tanto podrá serlo en un futuro con la sociedad rota y el planeta devastado.

Con esa transformación en marcha en el sector inversionista global, en teoría sería difícil pensar en una ocasión más promisoria para la inversión con ese perfil en México, tomando en cuenta el ascenso de una fuerza política que se asume como abanderada del progresismo social. Sin embargo, mientras que entre los actores financieros se expande la disposición para salir de la caja tradicional, aquí, contrario a la narrativa presidencial de confrontación al conservadurismo y en medio de una recesión económica brutal, se endurece una postura que no podría ser más conservadora y limitante, tanto para invertir como para transformar a la sociedad.

Es viable escalar la inversión y su impacto para el progreso social: depende de si esa es la prioridad, por encima de ideología, obsesiones o el poder por el poder mismo. Ese es el primer paso. El segundo: aceptar con realismo y responsabilidad que ningún gobierno tiene los recursos para resolver solo los retos en común, ni tendría por qué hacerlo así.

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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