No obstante, en los primeros días de octubre el consenso es asequible: Donald Trump, los senadores Mike Lee (Utah) y Thom Hills (Carolina del Norte), junto con otros 14 colaboradores cercanos a la Casa Blanca contrajeron COVID-19, la enfermedad que ha pavimentado el rumbo de este año. ¿Por qué esta historia es la ganadora? ¿qué impacto tiene en las elecciones?
En primer lugar, la salud del presidente. Un varón con sobrepeso y 74 años entra en la población de riesgo alto, por lo que Trump enfrenta la situación de salud más crítica de un presidente desde que Ronald Reagan recibió un disparo en 1981. Esto ha desatado una serie de sospechas y teorías, hasta aquéllas que señalan que fue planeado para desviar la atención de los medios. Las respuestas oficiales no ayudan a calmar esta discordia.
Desde el primero de octubre, cuando se anunció el resultado positivo de la prueba, las declaraciones del equipo cercano al presidente se contradicen. Los doctores optan por un tono conciliador y poco alarmista, mientras que sus asesores y funcionaros cercanos han denotado menor gravedad de la que pudiera alcanzar. A la vez de dar a conocer el coctel de medicamentos y tratamientos que han suministrado al presidente, incluidos algunos experimentales, otros mensajes describen una recuperación favorable y rápida.
Por el comportamiento del virus, no es posible asegurar qué tan peligroso sea. Las consecuencias de una incapacidad pondrían a Mike Pence temporalmente al frente del Ejecutivo. En caso de abandonar la campaña presidencial, el Comité Republicano nombraría otra candidatura, ya que, por ley, no es posible cancelar o postergar las elecciones. En cuanto a las elecciones, podrá generar empatía en algunos votantes, pero su vulnerabilidad y la obstaculización en la campaña electoral podrían interferir en su alcance.
En segundo lugar, la congruencia de la narrativa. Trump decidió aminorar la gravedad de la COVID-19, no instrumentar políticas nacionales de contingencia y prevención, sostener eventos públicos sin mascarilla, burlarse de su rival Biden por seguir las medidas preventivas y aplaudir la estrategia que ha puesto en marcha. Esto es incongruente, ya que Estados Unidos representa menos del 5% de la población, pero una quinta parte de los contagios y decesos por este virus.