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El legado Quino: una introspección a las incongruencias de la sociedad moderna

Quino logró lo que muy pocos: que el ser humano reflexione sobre sus irrisorias posturas sociales, su debilidad ante el mundo y la naturaleza, opina Josette Trespalacios.
lun 26 octubre 2020 11:00 AM

(Expansión) – “No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda, sino lo que Mafalda piense de mí”. Julio Cortázar.

Estuve atenta a los artículos que abordaronn la muerte de Joaquín Salvador Lavado Tejón, mejor conocido como Quino, enorme caricaturista de origen argentino que falleciera el pasado 30 de septiembre, a los 88 años de edad. Mucho se ha hablado del gran legado que en términos de cultura ha dejado a través de cada una de sus obras literarias y dibujos. Particularmente, considero que su grandeza radica en que fue, llanamente, un visionario. Crecí leyéndolo y le seguiré aprendiendo.

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A través del uso de figuras literarias como el paralelismo, la contrastación de escenarios, las analogías, todo ello reflejado en un delicado y muy afilado uso de la ironía y el sarcasmo, hacen grandioso a Quino.

La tira de Mafalda se consolidó con el paso de los años en un instrumento mediante el cual, el autor encontró la forma de evidenciar muchos de los reclamos sociales que son afines a toda América Latina y si me apuran, al mundo entero.

En este sentido, la humanidad en su conjunto llega a caer en incongruencias que, expuestas a la luz mediante los personajes de Quino, generan risa pero al mismo tiempo, incomodidad, porque nos hace reflexionar sobre muchos vicios sociales, como la burocracia, los errores de la autoridad, las instituciones inútiles o a la estrechez de miras. ¡Enorme! Sólo de escribirlo me cambia la expresión del rostro.

Quino logró lo que muy pocos: que el ser humano reflexione sobre sus irrisorias posturas sociales, su debilidad ante el mundo y la naturaleza, su incongruencia como especie de una forma magistralmente airosa pero exacta, educada pero asertiva. No sé. Es como recibir un jalón de orejas, y tener ganas de decir gracias por ello. Incluso sonreír al hacerlo. Francamente sublíme e incluso, poético.

Cuadro por cuadro, imagen tras imagen, la narrativa gráfica de Quino me va llevando a un desenlace que deja una aportación, un legado y un aprendizaje de orden universal que te deja un sabor de boca digno de analizar. En ocasiones, mi mente se adelanta y ya voy imaginando cuál será la siguiente imagen, o intuyo cuál será la conclusión de la mini-historia gráfica. No obstante, en muchas ocasiones, la historia contada a través de la caricatura da un giro o reduce al absurdo situaciones conocidas.

En otras, el autor, haciendo gala de ingenio, desarrolla un desenlace y, en el fondo imaginas -y sabes- cómo va a terminar la historia, pero quieres saber cómo lo va a contar Quino.

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El último adiós a Quino, el "padre" de Mafalda

Un adelantado a su época básicamente porque, a través de un uso delicado y distinguido, pero además incisivo e inteligente, genera sátiras que francamente pueden recoger los temas más profundos como la pobreza, la injusticia, la desigualdad, la demagogia política, exponiéndolos como problemas que parecieran ligeros y obvios, pero que en realidad son áridos y complejos.

Resulta relevante que muchos de los temas que aborda a través de dicha crítica inteligente, ácida y picante, los dibujó e ideó en los 60 y 70´s principalmente. Y hoy, en pleno siglo XXI, están más vigentes que nunca.

De la misma forma como critica los vicios de los adultos vistas desde la óptica de un niño, aborda la crítica a un sistema político que se cega ante las demandas de sus gobernados, todo magistralmente hilado en una misma tira. En suma, delata al mundo desde la óptica y el lenguaje de personajes que tienen corta edad, pero a la vez deja entrever su íntima visión a través de los diálogos, los conceptos y las expresiones.

Mafalda se preocupa por la política mundial y Manolito está obsesionado con el dinero. A pesar de ello, estos personajes pueden ser vistos como niños reales con padres reales y no como "adultos en cuerpos de niño". Quino el curioso, el perspicaz, el incorrecto en términos políticos.

No renuncia a escenas surrealistas o alegóricas (como policías arrojando valium en las bocas abiertas de manifestantes) y a las reacciones caricaturescas. Y cómo olvidar a la lenta mascota de Mafalda, una tortuga cuyo nombre era burocracia. De ese tipo de analogías están repletas las obras del autor argentino.

Sobre Quino y su vida resaltaría que a decir de muchos que lo conocieron y que tuvieron oportunidad de convivir con él, lo reseñan como un hombre silencioso, introvertido, incluso un tanto tímido.

¿Saben? En 1945 tras la muerte de su madre empezó a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Mendoza. Su padre murió poco después, cuando Quino tenía 17 años. Abandonó la escuela con la intención de convertirse en autor de historietas cómicas y pronto vendió su primera obra. Intentó encontrar trabajo en distintas editoriales porteñas, pero no tuvo éxito.

Quino desde ya tiene un lugar en la historia como un personaje que encontró la fórmula perfecta para generar una reflexión profunda de los vicios sociales, reflejados a través de una aguda comprensión del mundo.

Descansa en Paz, Quino.

Nota del editor: Josette Trespalacios es Directora de Taller de Ideas RP, consultora de comunicación. Es Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana. Síguela en Twitter , Facebook y/o LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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