Israel celebró elecciones el 9 de abril y 17 de septiembre del 2019, las del 2 de marzo del 2020 (inicio de la pandemia) y las del 23 de marzo del 2021. En ninguna de estas cuatro citas, Benjamín Netanyahu, el primer ministro y líder del Likud pudo obtener en solitario los 61 escaños necesarios de los 120 en disputa para formar gobierno.
La danza de las coaliciones que se obtiene realza en la única democracia del Medio Oriente y cuyo botín multiforme de partidos se hace presente: desde “halcones hasta palomas”, pasando por los partidos árabes que en ocasiones se coaligan o se presentan de forma independiente, aquellos que se tornan claves para inclinar la balanza política.
En la última elección se presentaron 39 partidos políticos de los cuales sólo 13 rebasaron el umbral del 3.25% para entrar a la Knesset. En medio de una clase política salpicada por rivalidades, intrigas y escándalos que gobierna para salvaguardar sus intereses individuales antes que los nacionales y trenzada por los enemigos externos, se apunta el juicio político en contra de Netanyahu, investigaciones que le imputan cargos de soborno, fraude y abuso de confianza.
Pese a ser sujeto de audiencias, Netanyahu ha negado los cargos, el primer ministro que hace todo tipo de malabarismos y pactos políticos, pese a pisotear principios y valores con tal de alargar su estancia en el poder y adquirir el cobijo tan deseado del Estado. Recordemos que los 14 años de Netanyahu han superado los mandatos de Ben Gurión, considerado el padre de la patria.
La fatiga del electorado con Bibi Netanyahu es altamente visible. Resulta paradójico que habiéndose apuntado dos grandes éxitos en el contexto de la campaña electoral, a saber un plan de vacunación triunfante en contra del COVID-19, en medio de la peor crisis económica y sanitaria de los últimos 100 años, y de entregar al electorado un bien tangible y altamente deseado: la normalización de las relaciones diplomáticas con Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Sudán y Marruecos, el electorado le haya disminuido su respaldo, recibiendo 30 escaños, seis menos que en la contienda pasada. Muchos israelíes ven su liderazgo como ilegítimo y el deseo ferviente de aferrarse al cargo en aras de no ser procesado.
Pese a la astucia del hombre fuerte de Israel y de una intención descarada de alargar el estancamiento político, el bloque anti-Netanyahu va sumando más adeptos. Yair Lapid de Yesh Atid -un partido laico y de derecha secular- obtuvo 17 escaños, quien junto a otra estela de partidos y coaliciones como el de Beny Gantz, Avigdor Lieberman y Gideon Sa’ar, pudieran sumar los 61 escaños de 120 necesarios.