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Netanyahu se juega el poder en Israel con el as de la vacunación anti COVID

El primer ministro israelí lleva quince años dominando la vida política del país, por lo que esta elección, la cuarta en dos años, parece más un plebiscito sobre su gestión.
vie 19 marzo 2021 05:04 AM
Elecciones en Israel
El príncipal rival de Netanyahu en estas elecciones es Yair Lapid el líder de la centroizquierda.

"¿Lo quiere con picante o sin picante?". El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, está desde hace varias semanas en "modo elecciones" y no tiene problemas en atender al público en un clásico puesto de falafel en una barriada popular, rodeado de un puñado de simpatizantes, reporteros y camarógrafos.

Después de todo, el 23 de marzo Netanyahu se juega la chance de permanecer al frente del gobierno —y, de paso, seguir esquivando las causas de corrupción en su contra—. Así que todo vale, desde criticar a sus adversarios desde la televisión, estrechar las manos de líderes árabes israelíes o visitar un gimnasio reabierto en post-pandemia y levantar unas pesas frente a la prensa.

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La escena en el puesto de falafel es apenas una de las tantas "actuaciones" políticas del primer ministro en estos días. Pero, para sus compatriotas, la pregunta importante no es si junto a los chips, los pepinillos y el hummus el cliente hambriento quiere también salsa picante: la pregunta es "¿quiere que Netanyahu siga siendo el personaje omnipresente de la política y las decisiones en Israel como en los últimos años desde el 2009?”.

Si se toma en cuenta también su periodo al frente del gabinete entre 1996 y 1999, Netanyahu es, con poco más de quince años de servicio, el primer ministro israelí con más tiempo en el puesto de la historia, superando los trece años y 127 días del prócer máximo y padre fundador del país, David Ben-Gurión.

Tanto poder terminó convirtiendo a Netanyahu, desde hace ya varios años, en el personaje central de la vida política israelí, en el "Rey Bibi".

Por ello no sorprende que, con el país en una relativamente buena posición económica, de seguridad y frente a la pandemia de coronavirus, estas elecciones —las cuartas en apenas dos años— son, una vez más, un referendo sobre su persona, un "padre moderno" de la patria al que la mitad de la población ama y la otra mitad apenas soporta o detesta.

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En efecto, es difícil encontrar en los discursos de la oposición propuestas radicalmente distintas a las que enarbola el Likud, el histórico partido de la derecha israelí que conduce Netanyahu.

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Después de todo, Israel sigue teniendo una economía sólida y el país está volviendo a la normalidad tras una exitosa campaña de vacunación contra el COVID-19.

Como el gran "animal político" que es, apenas se derrumbó la coalición que gobernaba el país y se anunciaron los nuevos comicios —en diciembre de 2020—, Netanyahu se puso rápidamente en campaña y pasó a recordarle a los israelíes, todos los días, los beneficios de su mandato, en especial la campaña de vacunación y la normalización de las relaciones diplomáticas con varios países árabes durante el 2020, bajo el patrocinio del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

En uno de los tantos posteos proselitistas en sus cuentas personales en las redes sociales, Netanyahu recordó, por ejemplo, que en el 2003 le tocó ser ministro de Finanzas, y que desde esa oficina fue capaz de revertir el curso económico que había llevado a un 12% de desempleo y una creciente deuda fiscal.

Luego, con bastante razón por cierto, afirmó: "yo nos salvé" de la crisis. Una frase cacofónica que se está repitiendo una y otra vez durante esta campaña electoral.

En estos comicios, advirtió Netanyahu a los israelíes, "ustedes decidirán quién será el próximo primer ministro". La primera "misión", continuó, será "rehabilitar la economía del país después del coronavirus”.

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"¿Quién podrá hacer eso?", preguntó el primer ministro. "¿Yo, que ya rescaté al país de dos crisis económicas o Yair Lapid (el líder de la centroizquierda), quien fue un fracaso como ministro de Finanzas?".

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La abundancia del "yo" en el discurso de Netanyahu no asombra en absoluto a los israelíes, que de a poco se fueron acostumbrando a esta rara combinación de sociedad moderna y bastante progresista con política populista.

"Estoy seguro de que, así como hice a Israel el campeón del mundo en las vacunas, lo haré también el campeón en economía", cerró Netanyahu en este posteo que se puede leer en Instagram y que resume su ideario.

"Para gran parte del electorado", escribió recientemente el periodista David Horovitz, director del periódico moderado Times of Israel, los logros de Netanyahu "se ven superados por factores como su ataque a las autoridades de las fuerzas del orden que lo han acusado de corrupción, los aspectos menos exitosos de la batalla contra el COVID-19 y la creciente sensación de que toma sus decisiones de manera sesgada”.

Frente a esas críticas generales, el primer ministro responde con un claro mensaje que se puede leer en las pancartas y folletos del Likud, donde los principales lemas son "Solo Bibi" o "Netanyahu es bueno para Israel”.

Durante entrevistas televisivas esta semana, el primer ministro declaró, como un padre que consigue nuevos amiguitos para su hijo tímido, que otros cuatro países están cerca de normalizar sus relaciones diplomáticas con Israel.

Las vacunas, la paz y los negocios con los Emiratos Árabes Unidos, una posición fuerte frente a las ambiciones nucleares de Irán y una economía fuerte basada siempre en una clara apuesta por la tecnología de punta, deberían poner a Netanyahu en ventaja.

Sin embargo, quince años en el poder, una personalidad abrasiva y las denuncias de corrupción en su contra (una colección de travesuras más dignas de un príncipe caprichoso que de un estadista), hacen que una parte de la población prefiera aventurarse hacia un mundo político desconocido y dejar de ver su cara en la televisión todos los días.

Por eso, al igual que en las últimas elecciones, una vez más el resultado dependerá del tejido de alianzas entre distintas fuerzas.

El dominio de los números

El sistema parlamentario israelí hace que la designación del primer ministro dependa de la conformación de la Knesset, el congreso nacional unicameral de 120 bancas. La cantidad de escaños que consiga cada partido en los comicios del 23 de marzo será, en definitiva, la que decida el resultado.

Y, en esa danza posterior, Netanyahu también es un as, que cuenta con un "dominio mágico de los números", según describió Horovitz.

Una encuesta del Canal 12 difundida el martes de esta semana mostró que el Likud se sigue recuperando y podría alcanzar treinta bancas en la Knesset, aunque la coalición de derecha no llegaría a los 61 escaños necesarios para formar gobierno.

Otro sondeo, del Canal 11, también puso al partido de Netanyahu con 30 asientos, pero capaz de formar una alianza que lo lleve a encabezar gobierno.

El mapa es el siguiente: el Likud sigue siendo el más votado, seguido de lejos por Yesh Atid (Hay Futuro, la formación de centroizquierda de Lapid) con 18 escaños en la encuesta del Canal 12 y 21 en el sondeo del Canal 11, y luego los partidos de derecha Yamina, de Naftali Bennett, y Tikvá Jadasha (Nueva Esperanza), de Gideon Sa'ar, ambos con diez asientos según el Canal 12 y doce y once para la otra emisora.

Netanyahu cuenta habitualmente con el apoyo de sus tradicionales aliados de la derecha religiosa, los partidos Shaas y Judaísmo Unido de la Torá, que estarían logrando ocho y siete bancas respectivamente, según las dos encuestas.

Otros jugadores importantes son Israel Beiteinu, el partido de Avigdor Lieberman que representa a la población de origen soviético, que alcanzaría entre siete y ocho escaños, el alicaído Laborismo, con seis, y la izquierda de Meretz, con apenas cuatro.

Finalmente, los partidos árabes que podrían dar una sorpresa durante el periodo de negociaciones para formar gobierno: la alianza Lista Conjunta, que sumaría ocho bancas (según ambos sondeos) y el conservador Ra'am, cuyo líder, Mansour Abbas, se salió de la coalición y anunció que estaría dispuesto a sumarse a un nuevo gobierno Netanyahu.

Como estas elecciones tienen muchísimo de combate de egos, si los números no son lo suficientemente claros las tratativas para formar gobierno dependerán de las ambiciones de los líderes políticos.

Está bien claro que Netanyahu siente que nació para ocupar el puesto de primer ministro de Israel. Pero Bennett, quien estuvo al frente de varios ministerios con Bibi, y Sa'ar, quien abandonó el Likud para desafiar a su líder, ya dejaron en claro que se consideran las personas justas para reemplazarlo.

Enfrente, Lapid, un apuesto ex presentador televisivo que adora las cámaras, viene intentando desde hace años desplazar a Netanyahu, pero su glamour todavía no alcanzó para convencer a los suficientes votantes israelíes.

Después del 23 de marzo, se verá si Netanyahu sigue siendo el "dominador mágico de los números" políticos, o si le llegó a Israel el momento de mandar a papá de vacaciones.

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