Durante los últimos meses, las empresas que se han consolidado o capturado las oportunidades de negocio existentes han sido efectivas gracias a una combinación de factores que van más allá de la adopción de herramientas digitales y de plataformas de interacción con sus consumidores.
No fue suficiente para garantizar la supervivencia abrir una tienda en línea, personalizar servicios, eliminar gastos innecesarios en la producción o reducir el costo del producto o servicio, porque el mercado se volvió más competido y los márgenes de ganancia se hicieron más estrechos.
La innovación es la apuesta más socorrida de los líderes de las empresas. Pero el peligro que corren es el de no innovar desde los cimientos y esperar a que el empleo de metodologías ágiles para producir una oferta sustituyan a la inteligencia de negocios necesaria para anticiparse a los cambios y enfrentar la incertidumbre que exigen crisis como esta.
Atreverse al cambio topa con la inercia de las costumbres, la cultura y la rigidez de los procesos. A la creatividad y a la flexibilidad se le debe sumar la realización de un rediseño de negocio que debería estar ahora en transición porque la crisis todavía no termina y la realidad que hoy vivimos ya es otra.
Estos cambios obligan a las organizaciones a eliminar estructuras rígidas que enfatizan el control. Para innovar desde los cimientos las empresas deben ser capaces de adaptarse continuamente y de gestionar de manera dinámica, es decir, de ser antifrágiles.
La antifragilidad es una cualidad que le ayuda a las personas (y en este caso, a las empresas) a sacar beneficio del caos y a fortalecerse frente a él.
Esto llevará a las empresas a la necesidad de evaluarse con nuevas habilidades y definir que el desempeño se mida por el crecimiento y no por objetivos; a complementarse con alianzas poco usuales o a crear plataformas para compartir recursos y fomentar un aprendizaje colaborativo que incluso involucre a otras industrias.
El objetivo de las organizaciones debería ser cambiar el paradigma y dejar de depender de lo que saben, para darle paso a explorar lo que no saben. La barrera más común hacia la invención y la aplicación práctica del conocimiento es ideológica. Estamos anclados a lo que consideramos debe ser y prestamos poca atención a lo que podría ser.