Otros resultados no sorprenden tanto, puesto que hablan de una sociedad --de un pueblo-- que está cada vez más dispuesta a tolerar un gobierno más autoritario a cambio de mayor eficacia (Latinobarómetro).
El mensaje del presidente se centró en temas de su agenda política: habló de sus 100 compromisos y los que él considera aún sin cumplir -la descentralización geográfica del gobierno federal y el esclarecimiento del caso Ayotzinapa-; reiteró el avance de sus obras de infraestructura prioritarias y el grado de progreso que considera que éstas tienen; y de seguridad, economía y bienestar.
Sobre la seguridad destacó que las acusaciones de militarización de México eran malintencionadas – nada más alejado de la realidad, puesto que quienes hoy reclamamos la ocupación de espacios civiles con militares hemos hecho lo mismo desde antes de su administración. Pero para muestra un botón: basta con recordar el nombramiento del general Jens Pedro Lohman en la dirección de Birmex, instancia de participación estatal mayoritaria el pasado 30 de noviembre 2020, o la iniciativa presidencial para que la Guardia Nacional se adscriba a Sedena.
Lo cierto es que más militares ocupan cada vez más espacios en el ámbito civil y reciben recursos y contratos públicos como nunca antes. Pero en lugar de asumir responsabilidad de ello, el presidente dijo en su discurso que esto era la herencia de administraciones anteriores y que la violencia homicida ya se contuvo.
Además de reiterar que el Ejército es pueblo uniformado, no mencionó que ellos están en proceso de apropiarse de la seguridad pública por sus instrucciones presidenciales, ni que los 36,000 homicidios anuales por tercer año consecutivo son de hecho un máximo histórico que debe atenderse con urgencia.
Del ámbito económico destacó el crecimiento del sector agropecuario durante la pandemia, pero omitió decir que este sector sólo constituye el 4% de nuestra economía y que al tercer trimestre de este año, el resto de nuestra producción se contrajo en tal magnitud que ésta es menor que el trimestre previo y que estamos en niveles similares a 2016.
Además, el presidente insistió en que las remesas y los programas sociales fueron la estrategia de contención de la crisis, cuando las remesas son producto de la reactivación económica de Estados Unidos, de sus programas de liquidez y estímulos fiscales y de la solidaridad inconmensurable de los paisanos en el exterior.
Sin restar mérito a que AMLO cuenta con gran reputación entre los mexicanos en Estados Unidos, ni que estas comunidades tienen gran ascendente en sus estados de origen, las remesas no son parte de un plan de contención de la crisis. Además, según datos de la ENIGH 2020 (INEGI), se concluye que las remesas se han ido recibiendo en menor medida entre los hogares de menores ingresos.
Pero además, muchos de los programas sociales de este gobierno se volvieron más regresivos –lo cual quiere decir que cada vez más los destinatarios de esos recursos públicos no son quienes más lo necesitan--, entre otros, las becas de educación básica, media y superior. Es decir, derivado de que el llamado Censo del Bienestar no logró capturar los datos de los más pobres, los programas sociales llevan tres años asignándose de manera ineficiente.
Finalmente, el presidente mencionó dos temas sobre los cuales vale la pena precisar: finanzas públicas sanas y pobreza. Sobre las finanzas públicas es cierto que esta administración aumentó la recaudación en pandemia, pero también es cierto que no en la medida en la que se necesitaría para tener finanzas públicas sanas, sobre todo dadas las presiones de gasto que representan los programas sociales para adultos mayores.