Más allá del control del territorio, si Putin se adentra en Ucrania, ecos del pasado resonarían en Europa del Este; si Biden y sus aliados logran incorporar a Ucrania, Occidente contiene al gigante soviético y la extensión de la ideología comunista. De pronto la coyuntura actual evoca sentimientos y motivos sepultados décadas atrás.
Tras el colapso de la URSS, la OTAN se expandió hacia el Este, absorbiendo países que pertenecieron a la atmósfera soviética, como Letonia, Lituania y Estonia. Desde 2008 anunciaron su intención de invitar a Ucrania eventualmente. Por su parte, Putin ha declarado que la desintegración soviética ha sido una catástrofe que los ha vulnerado ante la afronta de Occidente.
En 2014 Rusia se apoderó de la región ucraniana de Crimea, apoyados por un movimiento separatista en Ucrania. A pesar de haber frenado la inercia en ese entonces, el conflicto ha provocado más de 13,000 muertes.
La salida de Trump de la Casa Blanca representó una alarma para Putin; no sólo tenían una relación amistosa, sino que la administración de Trump no era partidaria de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En contraste, Biden ha optado por reposicionar a Estados Unidos como líder global y afianzar su participación en ese organismo, lo cual infligió miedo en Moscú de una eventual adición de Ucrania como miembro.
La anexión de Crimea y cualquier pretensión de Rusia sobre Ucrania se debilitarían ante una Kiev respaldada por los aliados de la OTAN. Putin hará lo posible por evitar que Ucrania se una a esa organización y que sus planes expansionistas se vean obstaculizados. Si bien ha dicho que no tiene planeado invadir Ucrania, tampoco lo ha descartado.
Por su parte, Biden no dejará pasar la oportunidad para consolidar su política exterior. El desastre de la retirada de tropas de Afganistán le costó puntos de popularidad. Al momento, Biden es percibido por muchos estadounidenses como un presidente débil que no ha cumplido con muchos de sus compromisos. En particular, en asuntos internacionales, el liderazgo que prometió no se ha vislumbrado.
Permitir que Putin se apodere de Ucrania sería percibido como otro fracaso para el presidente demócrata, en especial en contraste con la relación bilateral que presumía su antecesor, así como una pérdida de confianza en víspera de las elecciones intermedias de este año.
Un ataque frontal de Estados Unidos no sólo violaría los estatutos de la OTAN, ya que Ucrania aún no es miembro; también iría en contra de la visión pacífica que ha fomentado Biden y podría resultar en un conflicto escalado con consecuencias devastadoras en el continente.
La solución más inmediata y efectiva al momento es atacar las finanzas y el comercio. Biden acordó con Alemania -- cuyo líder actual no es partidario de Putin como su antecesora Angela Merkel-- cancelar los planes de entrada en funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2, un proyecto de 11,000 millones de dólares para incrementar las exportaciones de gas natural de Rusia. También han previsto congelar cuentas personales de Putin e integrantes de su equipo, así como embargos comerciales en productos tecnológicos como computadoras y teléfonos. Estas medidas son sólo la punta del iceberg.
La tensión sobre Ucrania ha revelado las fracturas al interior de la OTAN, Europa occidental y en las relaciones de Rusia con otros países del continente. Muchos países europeos se han vuelto dependientes de exportaciones rusas, sobre todo de gas natural, por lo que los vínculos comerciales se verían afectados con las sanciones.