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Rusia-Ucrania, de la guerra encubierta a la invasión abierta

El hombre fuerte de Rusia pone de cabeza al mundo y obliga a un cambio de juego en las fichas geopolíticas entre Europa, Estados Unidos y China, apunta Rina Mussali.
jue 24 febrero 2022 12:01 AM

(Expansión) - Ucrania se convirtió en un campo de batalla en 2014 cuando Rusia anexó Crimea y comenzó a armar e incitar a los separatistas en la región de Donbas en el sureste del país, dando comienzo a una guerra, no secreta, sino encubierta para animar y respaldar a la población pro-rusa.

Se trataba de la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que un estado europeo anexaba el territorio de otro. Desde entonces, más de 14,000 personas han muerto en el conflicto, una crisis que desde hace cuatro meses convulsiona el estatus de la paz y seguridad internacional.

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Fue a finales de octubre que Rusia decidió desplegar más de 100,000 tropas cerca de su frontera con Ucrania. Una actitud de confrontación que denota una política con trasfondo revisionista, en respuesta a un reclamo histórico subestimado por Estados Unidos, país que aboga por un nuevo armazón de seguridad europea.

Cabe recordar el pacto no escrito entre Mijail Gorbachov y James Baker, el ex Secretario de Estado de la Unión Americana, a quien se le advirtió que ningún Estado puede incrementar su seguridad a costa de otro en el marco del fin de la cortina de hierro y la caída del Muro de Berlín.

Precisamente, y después de más de 100 días de diplomacia fallida, el pasado 21 de febrero, Vladimir Putin tomó la decisión de reconocer la independencia de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, seguido del envío de tropas a esta región oriental y la orden de construir bases militares en lo que internacionalmente se reconoce como suelo ucraniano.

Un hecho que contraviene flagrantemente el derecho internacional y que despertará la ráfaga de sanciones económicas, financieras y diplomáticas que terminarán por acercar más a Rusia con China, la alianza bilateral más temida para los intereses geopolíticos y estratégicos de Occidente.

De esta manera, el hombre fuerte de Rusia pone de cabeza al mundo y obliga a un cambio de juego en las fichas geopolíticas entre Europa, Estados Unidos y China, considerando que ésta última brindará su apoyo público a Moscú, el mensaje impregnado entre los dos líderes bajo el contexto de la cumbre olímpica que se celebró en Beijing.

Aquel encuentro que selló un antes y un después en las relaciones sino-rusas y que terminó con el silencio abrupto de Beijing al rechazar tajantemente la expansión de la OTAN hacia Europa del este y reforzando la amistad y la cooperación sin límites.

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La decisión de Putin de reconocer las ya mencionadas repúblicas separatistas marca una escalada significativa en las tensiones entre Occidente y Moscú, relegando la rivalidad de Washington con China a segundo plano. Ahora la ofensiva militar de Rusia compromete aún más la seguridad europea y a los actores políticos, económicos y militares de Occidente considerando que Washington y las principales capitales europeas se ha comprometido con la integridad territorial de Ucrania, pese a la inseguridad energética que enfrentan y que prometen ser más vulnerables ante la cancelación alemana del gasoducto Nord Stream II.

Mientras se ha desvanecido la posibilidad de una cumbre entre Putin y Biden cabildeada por el presidente de Francia Emmanuel Macron, Rusia consigue sacudir el orden internacional, girar los reflectores mediáticos y demostrar su músculo político como potencia global que se rehúsa a ser ignorada o desplazada del juego contemporáneo de las relaciones internacionales. Hasta ahora va ganando la partida.

Nota del editor: Rina Mussali es analista internacional y académica del ITAM. Síguela en Twitter , Facebook y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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