Las respuestas diferirán según el sector y la geografía, y aunque persisten los desafíos para comprometerse, el problema que enfrentamos ya es más claro para todos los países. Para el mundo de los negocios, esta situación representa una oportunidad única para innovar, generar alianzas estratégicas y acceder a nuevas fuentes de capital para participar en las nuevas oportunidades que ofrece esta transición.
Hay tres conclusiones al respecto que me gustaría compartir:
1. El compromiso de cero emisiones netas también es en una ventaja competitiva
No muchas empresas han definido planes alrededor de su ambición de descarbonización. Sin embargo, es solo cuestión de tiempo antes de que los reguladores, inversionistas y los mismos consumidores empiecen a exigir acciones concretas. Las empresas que logren adelantarse a poner un plan convincente alrededor de este tema tendrán una ventaja respecto a sus competidores.
Las organizaciones también experimentarán más riesgos (y con más frecuencia) a medida que aumentan las amenazas climáticas. Por ejemplo, a medida que aumente la demanda de materiales con baja intensidad de emisiones, como el acero “verde”, es posible que la capacidad de producción no se expanda lo suficientemente rápido para mantener el ritmo de demanda. Los ejecutivos deberán prepararse para mitigar la volatilidad y asegurar contratos de compra de productos verdes.
Para los fabricantes de acero, cemento y otros materiales, la creciente demanda de bienes de cero emisiones constituye una oportunidad, que solo puede satisfacerse si descarbonizan su base de activos instalados. Hacerlo requerirá un capital significativo, así como tecnología y tiempo.
2. La acción hacia cero emisiones netas debe ser coordinada en ecosistemas amplios
Muchos de los compromisos hacia la descarbonización no van a poder llevarse a cabo si todas las partes involucradas no están coordinadas. Gobiernos, instituciones financieras, empresas, organizaciones multilaterales, entre otros entes, deben involucrarse activamente si se acepta el compromiso.
Por ejemplo, la transición hacia los combustibles marítimos “limpios” o “verdes” implica que los clientes lo exijan, que las compañías navieras inviertan en embarcaciones que funcionen con combustibles de cero emisiones (por ejemplo amoniaco o metanol verde), que los productores de ese tipo de combustibles instalen más capacidad, que los bancos proporcionen capital para estos esfuerzos y que el gobierno defina el marco legal e incentivos para hacerlo.
Así, cuando estas actividades logran coordinarse, entonces se puede aspirar a resolver el problema de raíz.