Evidentemente el capital generó fuentes de empleo y por lo tanto un círculo virtuoso que también favoreció la producción nacional, incrementó así las tasas de crecimiento y desarrollo en el país, donde se hizo creciente un alza en el empleo y puso el dinero en circulación, lo cual también en gran medida fomentó la producción.
Sin embargo, diversos factores y una inminente devaluación fuera de control en la economía generaron una masiva fuga de capitales de nuestro país, y todo ello por el famoso error de diciembre, la salida de las empresas de nuestro territorio propició un alza en las tasas de desempleo y provocó una baja en la producción local; pérdida del valor del peso y, por lo tanto, una inminente crisis.
Una crisis que pudo haber sido peor, sin embargo, solamente duró un año, a diferencia del contexto internacional donde llega a durar en promedio siete años.
La gran fuga de capitales de nuestro país nos condenó a una inminente crisis que, fuera de quitarle los famosos tres ceros a la moneda, generó altas tasas de interés, créditos personales y empresariales impagables, y hasta una lista negra del Fobraproa, que desde muchas perspectivas fue negativo. Hay quienes nos atrevemos a pensar que fue el detonante para salir de la crisis en poco tiempo, hablaremos en otra oportunidad de este tema.
Así que el que no conoce su historia está condenado a repetirla, algo tuvimos que aprender de la crisis de 1995, ya que recientemente se han dado declaraciones donde empresas han anunciado su cese de actividades en México -es decir, ¿una fuga de capitales?-, ya que las condiciones no son las idóneas para ellos, razón por la cual tampoco debemos pensar en una inminente crisis, sino comenzar a generar estrategias para evitarla a toda costa o incluso amortiguar la caída.
Pero ¿cómo desincentivar la fuga de capitales? La respuesta no es con barreras para que se puedan retirar libremente -si no estaríamos dando un mensaje equivocado a todas las demás empresas extranjeras en nuestro país-. Debemos generar estrategias fiscales y monetarias para captar su atención, para lograr su permanencia y atraer aún más Inversión Extranjera Directa.
Este tipo de incentivos pueden ser no solo mediante un paraíso fiscal, eso ya quedó en el pasado, deben enfocarse a la generación de distritos industriales, ya sean economías de aglomeración o clusters, que tengan la infraestructura, las vías de comunicación y la localización idónea para que las empresas se sientan cautivadas por la disminución en los costos de producción, bajos precios de transporte, pero sobretodo una mano de obra especializada y, por lo tanto, así incrementar sus ganancias.
No obstante, no podemos seguir abanderándonos como un país que ofrece mano de obra barata, ya que la precariedad en el empleo le pega a los bolsillos de las familias. Aunado a este proceso de atracción de capital se deben a su vez poner sobre la mesa estrategias para que el salario no solo sea el mínimo para obreros, sino que se den condiciones laborales que se reflejen en el bienestar y mejores condiciones de vida de los trabajadores.