Si bien caben pocas dudas de que la Fed aumentará las tasas en su próxima reunión de septiembre, el mercado se encuentra dividido en cuanto a la magnitud de dicho aumento ¿será de 50 o de 75 puntos básicos (pb)?, puesto que la inflación está tocando techo y empieza a sorprender a la baja.
¿Qué factor podría entonces empujar a la Fed, dependiente de los datos, a frenar su trayectoria de alza de tasas? Datos que apunten a un descenso de la inflación podrían actuar en esta dirección y hay indicios que señalan que los precios deberían cambiar de rumbo, esencialmente porque el impulso económico se está desacelerando.
Los datos macroeconómicos por su parte siguen generando decepción a la baja. Gran parte de esta debilidad tiene su origen en el sector inmobiliario, donde los precios en aumento y la subida de las tasas de los créditos hipotecarios están afectando negativamente tanto a la actividad constructora como a la propia demanda.
Y si bien las intenciones de inversión se encuentran en máximos históricos, se están moderando y tanto los indicadores manufactureros adelantados como los estudios comerciales revelan un pesimismo creciente, que también tiene su reflejo en los principales estudios sobre las expectativas de los consumidores.
Por otra parte, el mercado laboral sigue dando muestras de una excepcional fortaleza, lo que reduce la posibilidad de que la economía entre en recesión. Mientras que los indicadores económicos se inclinan ligeramente a la baja, tanto las condiciones financieras como el apetito de riesgo dieron un drástico giro el mes pasado.
El repunte que se produjo en los mercados de renta variable, provocando una subida del S&P 500 del 17.4% con respecto a su piso del mes de junio, y el ajuste de los diferenciales de crédito son factores que contribuyeron a aliviar parcialmente la escasez de liquidez que estaba afectando a los mercados.