(DOHA) - Qatar será recordado por su impresionante Sol y su extraordinaria Luna.
Atardeceres muy distintos a los que hemos visto.
Puedo escuchar las voces alrededor diciendo: “¡No tienes idea de lo que es el atardecer en Buenos Aires!”, “¿Has estado en San Carlos, Sonora?”, “¡Viaja más a otros lugares!”, entre muchas más.
Qatar será único e inigualable. Más allá de los miles de millones de dólares que invirtió; más allá de su admirable tecnología y seguridad pública; de sus luces, sonidos y colores.
De aquellas famosas luminarias y leyendas futbolísticas que patrocinaron su éxito; de las calles inmensas llenas de risas y gente despreocupada por sus vidas; realidades muy lejanas de ese enigmático Medio Oriente.
Qatar, llena de contrastes. Sigue y seguirá siendo una perla misteriosa. Un reencuentro entre la humanidad que se buscó por mucho tiempo, hasta encontrarse en el mercado de Souq Waquif, el Metro y los ocho estadios mundialistas.
Llegamos a sus tierras con una gran incertidumbre. Con la inmensa información, quizá la más inexacta que pudimos imaginar.
Qatar llega a su final, con esa ilusión inmensa de trascender al mundo Occidental, para demostrarnos -insistentemente- que han logrado florecer en medio de ese largo e impetuoso desierto.
Qatar y su realidad inmigrante. Que convocó a miles y miles de personas necesitadas de un nuevo camino. Historias que poco conocimos, quienes invirtieron no solo su tiempo, sino esfuerzo, lágrimas y llagas. Algunos hasta su vida dieron.
El Mundial que nunca será igual. Porque es poco probable que Cristiano regrese, Modric o Messi. ¡Cuánta magia hemos visto apagarse hasta hoy!
Jamás existirá en nuestro inmediato futuro, un lugar tan pequeño y privilegiado, para vivir una Copa Mundial. Con 32 selecciones y sus aficiones, a escasos 11,500 metros cuadrados.
Gracias a eso varios pudimos vivir partidos en un solo día. Y también conocer gente sumamente extraordinaria, a montones.
El Mundial de las relaciones públicas. Donde cantamos con desconocidos, y lloramos con otros, la desgracia del fracaso de nuestros equipos.
Un lugar lleno de claroscuros… Tan -hasta hoy- desconocido. Para algunos, “Las Vegas de Arabia”. Donde abundan edificios espectaculares en su exterior, pero completamente vacíos en sus adentros.
Qatar, el lugar ideal en Invierno, pero silenciado de sus trabajadores, sobre la realidad que viven en los Veranos que ascienden los 47 grados o más.
Nos preguntamos ¿qué será de Doha sin los gritos y las canciones de los mexicanos y argentinos en sus vagones del Metro ? Cuando el silencio impere sobre sus inmensas construcciones, por las cuales buscaron gritarnos su inocencia, progreso y abundancia.
El desierto, tan lejano del desarrollo de sus torres y estadios. Donde la escondida pobreza es una realidad tan real, como sus constantes tormentas de arena.
Qatar el innovador. Que regaló millones de dólares en datos de internet.
El diminuto país que abrió sus puertas al mundo entero, a pesar de sus múltiples problemas internos, con los países llamados “hermanos separados” y la ansiedad constante dad la probable invasión.
Así llega a este 18 de diciembre, el tan esperado “día de Qatar”. Para ensalzar la nueva realidad que vive: el éxito de un Mundial logrado.
Luego de una feroz crítica y la resaca de un festín global que será imposible de olvidar.
Qatar y sus miles de millones de dólares invertidos, apenas han dado un paso -con esta edición de la Copa de Mundo- para darle sentido de pertenencia y nación a sus residentes.
La Final de la Copa y la veneración al Emir se fusionan en este día tan esperado por sus promotores y habitantes.
El mundo entero ha conocido al nuevo líder del Medio Oriente: el Qatar del futuro.
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