Una de las peculiaridades de los modernos estadios de futbol fue justamente su aire acondicionado. El reto de evitar que el público y los jugadores sufrieran el calor del exterior, manteniendo la temperatura interna del recinto siempre a menos de 27 ° centígrados, obviamente fue superado.
Ir al estadio fue en ocasiones bastante incómodo, pues las rejillas del aire estaban en la espalda baja. Los 90 minutos eran en ocasiones un tormento.
Estos casos y las mínimas medidas de prevención ocasionaron que miles y miles de personas se enfermaran con distintos tipos de enfermedades respiratorias como resfrío, gripe e incluso influenza y COVID-19.
Los antivirales, antigripales, jarabes para la tos, entre otros medicamentos, se iban agotando en las farmacias.
Los centros de atención médica, como con el que contaba el Centro México de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en Katara, ya tenían filas de personas que buscaban una consulta con el médico.
¿Un peligroso souvenir?
Conozco pocas personas que no se hayan enfermado en Qatar.
Luego apareció la noticia que ha alertado al mundo entero, pues se registró un aumento de casos de la llamada “gripe del camello” durante el Mundial.
Se trata de una enfermedad respiratoria de carácter grave con una letalidad del 30%, mientras que muchos casos presentan una sintomatología leve. Se le conoce como MERS-CoV porque procede de la familia del coronavirus y también se contagia de animales a humanos. Esta enfermedad se transmite a los humanos a través del contacto con animales infectados, con casos documentados con camellos.
Los síntomas son cuadros de fiebre, dificultades respiratorias, vómitos, tos y diarrea. El problema se puede agravar por el hecho de que Doha recibe lluvias de la diminuta arena del desierto, la cual se resiente en los ojos y puede ocasionar conjuntivitis.