Los incentivos que motivan a las grandes compañías a ubicar plantas en AN son: el costo de la mano de obra, considerando que éste ha crecido en Asia; el costo de transportación, que en Europa y Asia ha aumentado hasta seis veces; los aranceles y tarifas a productos asiáticos, impuestos por Estados Unidos. Además, el servicio, la resiliencia y la flexibilidad de las cadenas de suministro.
Pero esto no significa que se esté desglobalizando el mundo. “Estos temas no son blancos ni negros; son de matices. Están tan integradas las economías y hay centros de desarrollo tan integrados, que una desglobalización abrupta no va a ocurrir, pero sí habrá ciertas industrias, sobre todo en AN, que ganarán preeminencia”, añade Manuel Gómez.
El también especialista en la práctica de Operaciones de McKinsey & Company sostiene que las industrias con una mayor proclividad a ser regionalizadas en AN son: equipo médico, semiconductores y componentes electrónicos, computadoras y electrónicos, industria farmacéutica.
El portón de oportunidades, sobre todo para las multinacionales, es enorme. En este momento, éstas analizan cómo apalancarse más con estas tendencias, de qué forma lograr una ventaja competitiva en su estructura de costos y cómo servir mejor a sus clientes en las diferentes regiones. Pero, también, en este mundo tan cambiante no hay nada escrito sobre piedra.
El mundo está más interconectado que nunca, pero los países y las empresas intentarán hacerse más resistentes a los impactos externos. El pleito entre Estados Unidos y China continuará, pero nada que ponga en riesgo el comercio bilateral. Estados Unidos ya no es el maestro de la orquesta, al tiempo que las expectativas de crecimiento de China dependen de su estrategia para contrarrestar la pandemia por covid-19. El sureste asiático (Vietnam, Malasia y Tailandia) se ha convertido en el paraíso de la prosperidad.
México está invitado al ‘festín’, pero parece no tener mucha hambre. Los ojos de muchas empresas están sobre éste, pero la piensan dos veces ante tres factores: uno, la proveeduría, pues el reto es encontrar proveedores calificados que cumplan con los requerimientos del T-MEC para ensamblar productos que puedan ser exportados a Estados Unidos; dos, la disponibilidad de mano de obra calificada, que varía en los diferentes hubs del país; tres, la rotación del talento, que hoy es alta y no garantiza una producción y el nivel de calidad requeridos.