El ambiente es perfecto para que la presidenta Dina Boluarte asuma la presidencia. Así lo hace. Unas cuantas horas después de la salida de Castillo, Boluarte jura la presidencia.
El pueblo peruano se inconforma con la toma de posesión de la nueva presidenta; pide el cierre del Congreso, la salida de Boluarte y la celebración de elecciones presidenciales anticipadas.
Parece que los hechos aquí narrados no son tan graves para generar una crisis política ni mucho menos para justificar la muerte de 30 manifestantes hasta el pasado mes de diciembre. Vamos a darle contexto a la situación.
Resulta que el gabinete de la presidenta Boluarte está conformado por funcionarios de la derecha, simpatizantes del régimen que perdió las elecciones frente a Castillo. Ante la toma de poder de éste, los ataques no cesaron. Cualquier motivo era bueno para señalar al expresidente. Por ejemplo, Pedro Castillo opinó sobre la posibilidad de darle a Bolivia salida al mar. Castillo fue acusado por traición a la patria por ese motivo, aunque otros presidentes se habían pronunciado sobre el mismo tema. Y no pasó nada.
La excandidata Keiko Fujimori fue acusada por lavado de activos, un delito que en Perú puede alcanzar una pena de hasta 30 años de prisión. La excandidata está libre. Por el contrario, Pedro Castillo se encuentra en prisión preventiva e investigado por la comisión de dos delitos. Se trata de una investigación contra Castillo. No hay condena en su contra. ¿Cuál es la diferencia?
Este es el primer punto de inflexión. El expresidente Castillo ganó la última elección presidencial con un porcentaje elevado sobre su rival. Eso significa que Castillo contaba con el respaldo de la mayoría. El pueblo de Perú esperaba un cambio de régimen con la victoria de Castillo. Sin embargo, hay una acusación contra Castillo. Ese señalamiento provocó su caída.
Castillo debe demostrar su inocencia ante las autoridades peruanas. Pero la confianza que su pueblo le otorgó, al día de hoy, más que defraudada, se encuentra en entredicho; pues el presidente del pueblo, ya no lo es más. El gobierno que dirige Perú está conformado por funcionarios antipopulares. He aquí otro punto de inflexión. De hecho, aquí encontramos la razón de fondo de la crisis política peruana, así como el origen de las protestas y los disturbios en las calles.
El pueblo peruano exige el cierre de su Congreso en vista de la parcialidad con la que se ha manifestado ante los hechos políticos recientes; también por el respaldo al gobierno de Boluarte y su gabinete, pero, sobre todo, por consentir el aplazamiento de las elecciones presidenciales hasta abril del 2024. Es mucho tiempo ante una crisis que puede desbordarse en el corto plazo. El pueblo de Perú sospecha que el aplazamiento busca la manipulación de la legislación electoral y la aprobación de varias reformas constitucionales que nunca se han consentido por las mayorías.