(Expansión) - La lucha por las libertades pareciera ser un péndulo en el que ninguna conquista está garantizada en el largo plazo. Esta percepción se ha manifestado en varias decisiones conservadoras de la Suprema Corte de Estados Unidos. La más reciente de ellas fue haber declarado inconstitucional usar la raza como un factor para aceptar estudiantes en universidades públicas y privadas. Esto implica que a partir de hoy están prohibidas las acciones afirmativas que por muchos años permitieron que miles de estudiantes de grupos minoritarios ingresaran a escuelas de educación superior, incluyendo aquellas de mayor prestigio.
Declarar a las acciones afirmativas inconstitucionales tiene ángulos positivos
A partir de hoy están prohibidas las acciones afirmativas que por muchos años permitieron que miles de estudiantes de grupos minoritarios ingresaran a escuelas de educación superior en EU.
@Fatima_Masse
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Aunque esta decisión ha generado reacciones polémicas, se alinea con los deseos de la mayoría de los estadounidenses. En marzo de 2022, una encuesta del Pew Research Center , un centro de investigación que brinda información sobre tendencias y actitudes, encontró que casi tres cuartos de los adultos en Estados Unidos consideran que la raza o el origen étnico no deberían influir en las admisiones universitarias. Lo que ya se había materializado desde hace tiempo en la prohibición estatal de este tipo acciones afirmativas en universidades públicas.
En mi opinión, esta situación que está viviendo nuestro vecino del Norte en materia de desigualdad abre una reflexión profunda en varios frentes, que aplican a cualquier país. Aunque la decisión de la Corte es exclusiva para el sector universitario público y privado (sin incluir a las instituciones militares) la lógica podría afectar a otros sectores y a otras poblaciones. El argumento central de los votos a favor es que las acciones afirmativas basadas en raza son discriminatorias con el resto de la población, por lo que violan un principio constitucional. En ese sentido, podría servir como precedente para otro tipo de acciones similares como programas corporativos de diversidad, inclusión y equidad que benefician mujeres y grupos minoritarios. ¿Veremos una serie de amparos en este sentido?
A pesar de este riesgo, hay dos razones por las que a la larga podría ser una decisión que le tenga impactos positivos, al menos en Estados Unidos.
Primero, en el corto plazo podría ser un incentivo para que las universidades implementen acciones más creativas y duraderas para atraer estudiantes diversos. A juzgar por lo que ha pasado en algunas instituciones en California, hay formas de darle la vuelta a la decisión: desde diseñar acciones afirmativas por otros motivos, como nivel socioeconómico, hasta redoblar esfuerzos de reclutamiento para que más estudiantes de diferentes contextos apliquen y aumenten sus probabilidades de ser aceptados. Con esto se podría generar una competencia sana entre las universidades que valoren la diversidad en su facultad y estudiantado y la consideren parte de sus valores como lo han señalado varias en sus posicionamientos ante la decisión de la Corte. A partir de este punto, los indicadores nos dirán qué tan real es este compromiso.
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Segundo, esta decisión evidencia que las acciones afirmativas no son suficientes para construir sociedades más inclusivas. El hecho de que haya grupos subrepresentados en las universidades –y en diferentes ámbitos de la economía– es producto de barreras estructurales que desde el nacimiento van limitando sus oportunidades. ¿Cómo cerrar brechas de fondo? ¿Cómo lograr que el combate a la desigualdad sea duradero?
Yo no estoy de acuerdo con la decisión de la Corte. Es más, me da escalofríos pensar en todas las conquistas que podrían venirse abajo si lleváramos esta decisión de inconstitucionalidad al extremo. No obstante, este panorama adverso es una oportunidad, incluso para México, para aceptar que las acciones afirmativas son solo “muletas” que permiten dar pasos un poco más rápidos hacia un equilibrio en el que todas las poblaciones tengan las mismas oportunidades. Necesitan complementarse de políticas, programas y acciones conscientes y efectivos para combatir la desigualdad de raíz.
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Nota del editor: Fátima Masse es Economista especializada en temas sociales. Síguela en Twitter como @Fatima_Masse . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
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