Por definición pensamos habitualmente que quienes venden son exclusivamente las empresas, las compañías o los particulares que nos ofertan sus productos y servicios en distintas modalidades dependiendo el canal de venta, que como bien sabes, pueden ser B2B, B2C, un vendedor de mostrador, un vendedor especializado o incluso de puerta en puerta. Esa es la punta del iceberg.
Es común, incluso cotidiano, que pasemos por alto que estamos en una continua labor de venta, siempre, especialmente en aquellos trabajos o situaciones que no concebimos como un proceso de venta.
Hablemos, por ejemplo, de puestos especializados o técnicos como un ingeniero, un abogado o un médico, cuyos niveles de facturación dependerían, en teoría, de su habilidad, conocimiento y pericia. ¿Son importantes? Claro, ¡imprescindibles!, pero en realidad estas cualidades son solo una parte de la ecuación. Aquel doctor que sabe transmitir mayor seguridad y confianza, el ingeniero que consideramos más inteligente y magistral o el abogado que nos parece más educado, relacionado y perspicaz, son los especialistas que terminamos contratando, y que, sin temor a equivocarme, has contratado. Por una sencilla razón: lograron intencionadamente que los percibiéramos así, y no necesariamente porque posean estas cualidades.
Desde mi perspectiva, si logramos ampliar nuestro concepto de venta, y no lo enfocamos únicamente al intercambio de bienes y servicios por un valor económico, y por el contrario, lo trasladamos igualmente al intercambio de voluntades, emociones e incluso pensamientos, creo que podríamos quedar mejor parados en muchas ocasiones; seríamos capaces de aumentar nuestro poder de convencimiento e influir directamente en el resultado final de muchos escenarios. Más de lo que imaginamos.
Este tipo de situaciones se repiten en nuestra vida cotidianamente, y si estamos conscientes de que tenemos el poder de manejar cada oferta, cada negociación, y ser el agente que influya en el resultado final, tendremos una mayor cantidad de resultados favorables, y no hablo de mentir o exagerar cualidades, creo que sólo se trata de valorar y potenciar nuestra persona; transmitir sin temor nuestras aspiraciones y luchar por nuestras expectativas; coloquialmente dicho: “hay que sabernos vender“
¿Y qué hay de las entrevistas laborales? Un evento que (regularmente) no está definido por la universidad, el título o tu último puesto en el CV; existe un influencia trascendental en el “saber venderse”. Tomar consciencia de que, la empresa está buscado “adquirir o comprar talentos” nos revela que debemos saber vendernos como una navaja suiza.
El poder identificar esas situaciones en las que el vendedor somos nosotros mismos, nos dará la capacidad de tomar control de la situación.