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#Entrelíneas | Los hombres no lloran y otros disparates

Urge repensar el concepto de masculinidad que nos permita replantear las condiciones en todas partes.
lun 08 abril 2024 04:00 AM
machismo
No se vale auto adscribirse a una corriente, lo verdaderamente importante es entender que, si pretendemos ser una sociedad moderna y humanista, tenemos que romper con todo aquello que nos ha hecho mucho daño, apunta Jonathán Torres.

Hay una impronta que debe ser enterrada, con todo y sus dichos, mañas y malas prácticas: “Los hombres no lloran”, “a las mujeres ni todo el amor ni todo el dinero”, “no confíes en ellas”, “seguro él lo hace mejor que ella”, “lo que ella quiso decir” …

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El machismo tiene varias caras… Es parasitario porque se nutre de los servicios de las mujeres, en el ámbito público y privado. Es depredador porque quiere todo para él y solo para él. Es violento y se manifiesta a través de muchas circunstancias: cuando se expresa mal de las mujeres, cuando no respeta su punto de vista y tampoco las escucha, cuando no permite que ellas obtengan espacios protagónicos porque piensa que no podrán con estos, cuando las acosa hasta provocarles daños profundos o la muerte.

Por fortuna, nada es para siempre y, por lo tanto, urge repensar el concepto de masculinidad que nos permita replantear las condiciones en todas partes.

Con la colaboración de Mauro A. Vargas Urías, director general de Género y Desarrollo A.C. (GENDES), se ofrece un vistazo del inconmensurable poder que han detentado los hombres, los beneficios que han obtenido y el modelo de pensamiento que deben aplicar ya, para dar paso a mejores entornos para el resto de las personas.

El impulso de las ‘Nuevas Masculinidades’ se originó a finales de la década de los 70’s del siglo pasado, en Noruega, Holanda y Dinamarca, para después migrar a Estados Unidos; éstas, se manifestaban a través de las parejas, hijos, hermanos o personas muy allegadas a activistas feministas; es decir, el trabajo de género con hombres es un efecto del trabajo que iniciaron las mujeres sobre sí mismas.

En aquel momento se hablaba de violencias intrafamiliares, no había políticas públicas para su fomento y, al tiempo que la reflexión giraba en torno a lo que pasaba con ellas, la consecuencia natural también daba paso a preguntarse sobre las circunstancias de ellos. Dichas reflexiones se detonaban fundamentalmente en la academia y poco a poco se fue creando una mirada con posturas que emanaban de lecturas con perspectiva de género. Fue así que la ‘escuela’ de las ‘Nuevas Masculinidades’ empezó a globalizarse.

La raíz de las ‘Nuevas Masculinidades’ en México se generó pocos años después y uno de sus catalizadores fue el libro “Masculinidades” de R.W. Connell, quien creó el concepto de “Masculinidad Hegemónica” que desvelaba los sistemas de dominio, control y poder que predominaban en favor de los hombres; de igual forma, retrataba al ideal de hombre con poder y dominio que se convirtió en el leitmotiv para la mayoría de los hombres de todo el mundo (blanco, heterosexual y con dinero).

Al paso de los años, el término ‘Nuevas Masculinidades’ se ha socializado mucho pero para activistas y colectivos éste no refleja necesariamente el espíritu de lo que se pretende. Al contrario, resulta riesgoso colocar ese concepto porque, a final de cuentas, cualquier hombre podría presumir ser un distinguido embajador de las ‘Nuevas Masculinidades’ sin serlo. Por eso, es más pertinente hablar de “Masculinidades Constructivas”, “Masculinidades Positivas”, “Masculinidades Alternativas”.

El llamado bajo cualquier concepto es promover una conciencia propositiva en los hombres pues no se trata de que renuncien a lo que son, pero sí revisar cómo se fueron construyendo con los códigos sociales que derivaron en la adopción de ciertos mandatos y conductas machistas. Así, se darán cuenta que lo que en su momento aprendieron lo pueden desaprender, aunque la tarea más compleja de este proceso está en la voluntad de cada sujeto para que eso en verdad ocurra. No es suficiente pensar en la igualdad sino practicarla en lógicas de cuidados, conductas, atenciones y servicios.

“Existe esta idea de que las mujeres le quieren quitar privilegios a los hombres. Pero perdemos de vista que todo el entramado es un dispositivo a favor de ellos. Entonces, el trabajo implica promover una reflexión con la fábula del rey desnudo: todo lo tienes, el tema es que en lugar de preocuparte porque puedas perder aparentes privilegios, beneficios que el patriarcado te otorga, también son riesgos y si los vives sin cuestionarlos, con el tiempo te vas a quedar solo, seco, triste y deprimido”, explica Mauro A. Vargas Urías.

En el ecosistema empresarial, aunque haya quienes no lo quieran reconocer, los privilegios están dados sobre todo a los hombres. Las grandes cúpulas de poder empresarial no son presididas por mujeres. Los Consejos están conformados mayoritariamente por hombres. Buena parte de los contenidos sobre cómo se institucionalizan los procesos tienen la mirada masculinizada o de manera sesgada los favorecen. La brecha salarial es grande. Por si esto no fuera suficiente, la palabra de un líder hombre no se cuestiona, mientras una líder mujer tiene que trabajar el triple y sacrificar todo para demostrar que tiene la madera de ser un ejemplo a seguir.

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No hay lugar a perderse en el bosque. El tema no es dejarse enredar por una igualdad biológica que no existe; el cambio radica en la igualdad sustantiva como un ejercicio civilizatorio de un país que se asume como democrático y en el que todas las personas viven sus derechos. De esta forma, los hombres tienen que asimilar de manera genuina, efectiva y práctica, el hecho de que el resto de las personas tienen los mismos derechos de estudiar, emplearse, caminar en entornos seguros, etcétera.

Es una utopía factible, que requiere de cambios de mentalidad, que a su vez fomenten cambios culturales y en consecuencia cambio de prácticas que permitan ir eliminando las formas tóxicas de las masculinidades; es decir, el machismo, como elemento principal de identidad y socialización. En otras palabras, la clave está en promover versiones constructivas, gratas, empáticas, solidarias, que habitan en cada cuerpo.

En el mundo de los negocios, la promoción y ejecución de “Masculinidades Constructivas” ocurre en pocos casos, desafortunadamente. Las empresas trasnacionales cuentan con protocolos, dinámicas y estrategias, pero las mexicanas, sobre todo las familiares, están muy lejos de predicarlas. En realidad, se construyen estrategias para simular el cambio y no para vivirlo de manera genuina.

Deconstruirse y predicar con una mentalidad alrededor de las “Masculinidades Constructivas” no tendría que ser doloroso, pero sí parecería una cirugía mayor. De acuerdo con el director general de GENDES, estos son algunos pasos a seguir:

Primero, el gran desafío es personal, abocarse a una revisión de sí mismo y comprender qué tanto se está asumiendo (o no) una mirada respetuosa de los derechos humanos de todas las personas; no solo revisar el ámbito cognitivo, sino también la forma actitudinal de socializar. Luego, observar con mayor asertividad lo que ocurre en el centro de trabajo, para dar paso a diagnósticos que permitan documentar lo que exista. A partir de ello, construir medidas que permitan generar protocolos y procesos institucionalizados, pensando en que sean documentos vivos para adaptarse a los cambios que seguirá registrando el mundo y, con éste, las empresas.

¿Qué se gana adoptando un análisis reflexivo, propositivo, respecto de lo que implica hacer una transición hacia masculinidades positivas, gratas, congruentes?

En primer lugar, un líder con una actitud humanista, inclusiva, respetuosa de los derechos de las personas logrará mejores impactos en su desempeño. Por otro lado, se generan entornos seguros, productivamente mucho más efectivos, leales, comprometidos y responsables. La consecuencia de no entenderlo implica todo lo contrario, junto con el fomento de prácticas de violencia y de impunidad.

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Arribar a la tierra prometida significa toda una proeza. Hay una impronta que se ha cultivado desde las infancias, pero que ya es muy cuestionable y tiene que cambiar. Ya no hay lugar a asumirse mentalmente progresista cuando persisten prácticas históricas, violentas y machistas. No se vale auto adscribirse a una corriente, lo verdaderamente importante es entender que, si pretendemos ser una sociedad moderna y humanista, tenemos que romper con todo aquello que nos ha hecho mucho daño.

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En los próximos meses, podría ocurrir un episodio histórico: la llegada de una mujer a la Presidencia de la República, el cargo más alto y con una alta concentración de poder.

Este hecho, por sí solo, es digno de celebración, pero también podría tener otras implicaciones:

Si la futura Presidenta carece de perspectiva de género, las políticas públicas perpetuarán lógicas basadas en dinámicas patriarcales; por lo tanto, quien llegue deberá asumir una preocupación real por la igualdad.

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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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