La experiencia es una condición que se adquiere en la cotidianeidad del desempeño técnico u operativo, y no en alguna mesa de café. Lo digo porque ahora resulta que hay “expertos” que dicen y calculan los ingresos extraordinarios que tendrá el gobierno con motivo de la volatilidad cambiaria. No sé en qué vivencia pudieran basar esos personajes tal aserto, dado que no hay que darle mucha vuelta, para concluir que el episodio que vivimos va a dejar muchas cosas al gobierno, pero entre ellas, no estará el contante.
Ingenuidad cambiaria
Para realizar una utilidad, Banco de México tendría que vender divisas que hubiera adquirido a bajos precios, en cantidades relevantes, y, prácticamente, salirse del mercado antes de sacar la foto. En el caso de que fueran pesos la contraprestación, éstos se conservarían por el sujeto que los emite, haciendo de la utilidad una victoria pírrica. Los excedentes no se convierten en utilidades del gobierno, sino hasta que se hace el cálculo anual del manejo financiero y se determina el remanente de operación. Los alegres expertos pasan por alto que el instituto central está quebrado, por algo así como 400,000 millones de pesos, a reserva de empeorar. De ser un banco comercial, ya habría tenido que ser intervenido, por su negligente manejo.
Por otra parte, olvidan las recientes palabras de la gobernadora del banco central, quien bien claro dijo, violando la Ley del Banco de México, que desplegarían una cruzada en defensa del tipo de cambio que agrada a la 4T, claro, atropellando la autonomía y haciendo a un lado el objetivo legal de la reserva de activos internacionales.
Tal referencia es particularmente relevante, ya que es claro que la volatilidad, por no decir desconfianza en el peso, ha sido combatida, tanto por dicho banco, como por la banca de desarrollo, la que colma sus necesidades maquinadamente, o hasta se pone corta en dólares.
Esto es, el otrora autónomo ha salido a intervenir el mercado sin dar cuenta a nadie, y sin transparentar suficientemente la articulación de esfuerzos “equilibradores” con otros agentes oficialistas. La transparencia financiera en el sector oficial es nula, y no habrá forma de tener información completa, ni oportuna de las transacciones llevadas a efecto, incluyendo aquellas operadas mediante los inefables swaps, impulsados por el antecesor de la gobernadora. Esa otra machincuepa monetaria con la que pensaron marear al respetable. La reserva mantendrá su nivel, porque los malabares serán registrados a modo.
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Lo anticipamos en este espacio hace semanas, los especuladores le tomaron la palabra a la gobernadora, quien usará los recursos monetarios a su alcance para retornar a esa fantasía conocida como superpeso. A ella, sólo le faltó agregar, cueste lo que cueste. Lo real, es que en el sube y baja, para volver a subir, el único que no gana es el que persigue políticamente un objetivo en el tipo de cambio, sí, el perdedor es el que rema contracorriente y contra la lógica financiera, resistiéndose al libre juego de la oferta y la demanda. La especulación nacional e internacional tienen clara una banda de resistencia que permite saber cuándo se colmará la demanda en precios de ganga, absorbiendo pérdidas. Pero, como la materia, la ganancia no desaparece, sólo se transforma, cambiando de manos.
Jamás sabremos cuánto ha costado esa supuesta, pero sólo aparente, recuperación del peso, el que retorna a su nivel unas horas o días después. Qué tan mal estarán las cosas, que el gran perdedor de la audaz jugada del banco central nipón es el dólar, y la moneda que más a perdido frente a él es el peso mexicano. Perdemos contra el que más pierde. La capacidad de medir valor del peso ya es una broma.
No hay más que recordar a aquel personaje que precozmente habló de catarritos, olvidando que el efecto negativo que se siente en Wall Street aquí llega multiplicado. Sí, ese gran economista, que impulsó un mercado de pesos en el exterior sin reglas, horarios ni límites claros, perdiendo el control de la moneda nacional, entregándolo a ignotos intereses.
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La transaccionalidad del peso aumentó de manera abrupta y significativa hace años, sin que los acopiadores de tal moneda lleven al cabo o liquiden operaciones en tal instrumento, pero, su “flexibilidad”, le volvió interesante, haciendo que el peso esté sumido en un pantano especulativo, difícil de seguir y más de controlar, tornando, en jugada obligada, el tener al frente del BIS al creador del engendro.
Nos debe quedar claro, el sobresalto del lunes pasado es el primero de varios, antes de que llegue el ajuste de fondo. Existen demasiados elementos que contribuyen a la incertidumbre, como para pensar que todo ya pasó, o que tuvimos la fortaleza para soportar el impacto. Se trató de la primera ola, y como siempre, esas, no son sino el prólogo de lo que está por venir. Más allá de la manipulación del mercado con cargo a la reserva de activos internacionales, haciendo jugadas en contrapartida con la banca de desarrollo u otros intermediarios financieros amigos, que se prestan al window dressing, no es posible identificar cuáles sean esas fortalezas de las que presume el gobierno, por lo que, hablando en serio, es momento de estar atento.
Con el incremento de las remesas y la ausencia de supervisión de los cada vez más oscuros intermediarios no regulados, los cuales sólo sirven para traficar con cuentas bancarias e incorporar grandes caudales de origen incierto al sistema, la moneda mexicana mide más la economía informal, que la formal, reflejando la fortaleza de actividades no regulares y no la del aparato productivo, el cual, se encuentra estancado, por más que se hagan números alegres con el comercio exterior, en el que cada día, cada peso que ingresa, cuesta más. Exportar más, no siempre significa que las cosas marchen bien.
Entraremos a ésta difícil coyuntura a ciegas, dado que el Banco de México todo lo hará por debajo de la mesa y no revelará el monto, alcance y objetivo de las operaciones de mercado abierto que realice, ni la SCHP transparentará las reprochables imposiciones que haga a ese banco en la Comisión de Cambios.
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Los integrantes de la Junta de Gobierno pueden estar tranquilos, no importa el tamaño del quebranto, no se les exigirá un proceder responsable. De ser necesario, se pondrá en la Constitución, o en la ley, lo que sea preciso para que no estén sujetos a observar estándares técnicos, ni tampoco a la rendición de cuentas, pudiendo jugar volados con el balance. Podrán, seguramente, refrendar algún premio de revista, la buena voluntad de éstas siempre está al alcance, en tanto que las calificadoras continuarán poniéndole la cola al burro.
Así como dos grandes estrategas aprendieron que no se puede invadir Rusia en invierno, estos funcionarios aprenderán que no hay reserva que alcance para detener un tsunami de desconfianza, y eso, suponiendo, sin conceder, que el valor de tal reserva se acercara a los frívolos números que suelen propalar. Algunos no les creemos. Defender paridades puede tener varios calificativos, pero sin duda, no es negocio.
Las políticas cambiaria, monetaria y crediticia seguirán siendo una resultante de lo que haga la Fed, salvo instrucción de Palacio Nacional en contra. Sí, dando muchas vueltas, hemos vuelto a los años 70. Arriba y adelante.
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Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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