Desde un enfoque genético, rasgos como la apertura a nuevas experiencias y el pensamiento divergente están ligados a ciertas estructuras cerebrales y neurotransmisores, lo cual sugiere una predisposición biológica hacia el pensamiento creativo. Las teorías evolutivas afirman que la creatividad tiene un valor adaptativo, mejorando la capacidad de resolver problemas en entornos infinitamente cambiantes. Según Zwir et al. (2022), los humanos modernos poseen más de 200 genes únicos relacionados con la consciencia, la creatividad y el comportamiento prosocial. Estos genes están asociados con regiones cerebrales involucradas en la memoria autobiográfica y la creatividad.
Para comprenderla mejor, evaluemos brevemente la creatividad desde las principales teorías del desarrollo humano.
Las teorías del desarrollo cognitivo, como las de Piaget, indican que la creatividad surge a medida que se desarrollan las capacidades cognitivas, especialmente durante etapas clave que permiten la generación de ideas abstractas e innovadoras. Vygotsky, por su parte, sostiene que la interacción social y las herramientas culturales son esenciales en el desarrollo de la creatividad, la cual se moldea a través del entorno social y las oportunidades de colaboración para resolver problemas.
Por otro lado, el enfoque psicoanalítico ve la creatividad como un proceso en el que los impulsos inconscientes son transformados por el ego en expresiones creativas (Wilson & Thompson, 2010). Freud la consideraba una forma de sublimación, canalizando los impulsos inconscientes hacia actividades socialmente aceptables, como el arte. Erikson sugiere que en la adultez temprana, el logro de la intimidad y productividad promueve la expresión creativa, influenciada por factores innatos y psicosociales.
Finalmente, desde la perspectiva conductista, la creatividad se desarrolla mediante el refuerzo y el modelado. Factores como la observación e imitación de modelos creativos juegan un papel clave en su desarrollo. Bandura, a través de la teoría cognitiva social, destaca que el modelado y el apoyo en entornos laborales aumentan la autoeficacia creativa, mejorando la producción creativa (Chong & Ma, 2010).
Consecuentemente, la creatividad es producto de factores genéticos, sociales, culturales y del entorno en cada etapa de la vida.
En la infancia, la creatividad se basa en predisposiciones genéticas como la plasticidad cerebral y las conexiones neuronales tempranas. Estímulos ambientales como el juego y la exploración refuerzan las habilidades cognitivas y motoras necesarias para el pensamiento creativo. Según Piaget, las experiencias sensoriomotoras (sensaciones y movimiento) tempranas permiten a los niños construir esquemas mentales que facilitan la resolución creativa de problemas más adelante.
Por lo tanto, jugar e interactuar con los niños es indispensable para su creatividad.
Durante la adolescencia, la creatividad sigue evolucionando, influenciada por la genética y las interacciones sociales. Vygotsky subraya que la colaboración social y el acceso a herramientas culturales fomentan la creatividad. En este punto, es esencial que un adolescente se involucre en actividades que fomenten el intercambio de ideas.