¿Qué impacto tienen estas observaciones sobre nuestra vida individual diaria, estructuras político-económicas y noción de “libertad de decisión”? Las potenciales implicaciones son desde superficiales hasta colosalmente trascendentes.
Por un lado, demuestran la complejidad y la inmensa influencia del inconsciente en los procesos de toma de decisiones. Desde un punto de vista práctico, cuando tomamos elecciones como qué ponernos, dónde vacacionar, qué comprar, por quién votar o dónde estudiar, previamente se da una carga de información muy significativa que conecta las opciones a elegir con la posibilidad de obtener recompensas emocionales. Es decir, a nivel inconsciente, nuestro cerebro está continuamente identificando la oportunidad de satisfacer necesidades y deseos que nos harán sentir bien en objetos, personas o experiencias.
Esa precarga connotativa es la que influye de forma más significativa en la toma de decisión consciente final. Elegir en contra de dicha inercia requiere de mucho esfuerzo adicional y un análisis racional riguroso que pocas veces ejercemos.
Por lo tanto, los sistemas sociales que dependen de las decisiones impulsivas de grandes cantidades de personas, como el capitalismo y las elecciones políticas, tienen una dominancia límbica: se forjan con cuadros emocionales.
Esto último no significa necesariamente algo bueno o malo, ya que dicha inercia puede operar en línea con el bienestar individual y colectivo, pero también puede ser su peor enemigo. Aquí es donde se torna crítico y urgente el pensamiento crítico de cada uno de nosotros.
Desafortunadamente, la realidad es que, de forma empírica, los líderes humanos han tendido a utilizar estas tendencias conductuales para satisfacer sus intereses egoístas inmediatos y no para procurar el mayor beneficio a corto y largo plazo. Por esta razón, debemos hacer una reflexión constante y profunda sobre aquello que realmente nos apremia; primero, a nivel individual y después a nivel colectivo. Con dicho esfuerzo estaremos mucho mejor protegidos frente a los mensajes que recibimos incesantemente a través de la publicidad y la propaganda. Cuando cambie la demanda, cambiará la oferta.
Pero no todo está perdido.
Afortunadamente, ya somos muchas las personas que hemos comenzado a cuestionarnos nuestras propias decisiones de una forma mucho más importante. También, ya son muchos los proyectos comerciales que han reconocido que proteger la vida, el planeta, la salud y el bien común es la forma más contundente de conectar emocionalmente y conquistar masas a largo plazo.