Las relaciones con Estados Unidos han sido históricamente clave para México, pero en un mundo donde la geopolítica se transforma rápidamente, la participación en foros como el G20 es indispensable. Brasil e India han aprovechado estos espacios para promover agendas que exigen justicia económica y ambiental entre el Norte y el Sur global. En contraste, México deberá reposicionarse como un líder en la transición hacia una economía verde, atrayendo inversión extranjera directa y, al mismo tiempo, gestionando las profundas desigualdades internas.
Las políticas proteccionistas que promueven la sostenibilidad en países desarrollados, como el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Emisiones de Carbono (CBAM) de la Unión Europea, el cual también está siendo considerado en Estados Unidos, amenazan con marginar a México si no acelera su transición energética. Estos mecanismos buscan evitar que las industrias de países con regulaciones ambientales laxas obtengan ventajas competitivas, lo que afectaría a sectores clave de la economía mexicana, como el acero, el cemento y el automotriz, todos con alta huella ambiental.
En este contexto, México debe redefinir su estrategia económica para alinear su competitividad global con las crecientes exigencias de sostenibilidad. La digitalización, la inteligencia artificial (IA), los microprocesadores y las energías renovables son sectores de alto crecimiento, y el país necesita crear un entorno que facilite su desarrollo sin exacerbar la desigualdad. La mayoría de la fuerza laboral demanda inversiones significativas en capacitación y formación acelerada en las nuevas habilidades que estos sectores requieren.
Además, el auge de las finanzas sostenibles está reconfigurando el acceso al crédito internacional. Cada vez más, los inversionistas y las instituciones financieras globales canalizan recursos hacia proyectos que priorizan la sostenibilidad y las energías limpias. Las finanzas verdes, los bonos vinculados a la sostenibilidad y los créditos climáticos son parte de una tendencia que México debe aprovechar para mantenerse competitivo.
Uno de los mayores desafíos de la administración de Sheinbaum será enfrentar la crisis financiera de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la marcha acelerada hacia la electrificación de todo. La empresa estatal ha acumulado una deuda colosal, comprometiendo la seguridad energética de México. Aunque se han realizado esfuerzos para mantenerla operativa, la situación es insostenible sin una reestructuración profunda. Aquí es donde las finanzas sostenibles pueden jugar un papel crucial.
Los inversionistas globales buscan proyectos de energías limpias, eficiencia energética y economía circular, lo que ofrece a México una clara oportunidad para reposicionarse como un país orientado hacia el futuro energético. El plan de sostenibilidad de Pemex puede comenzar con la eficiencia operativa y el cumplimiento de estándares ambientales mínimos y la CFE puede liderar la electrificación de todo, abriendo nuevas oportunidades de negocio.
Desde una perspectiva global, la transición energética es una de las vías más factibles para aliviar la carga financiera de Pemex, a la vez que se estimulan inversiones y oportunidades para la sociedad mexicana. Invertir en energías renovables —como solar, eólica y geotermia—, biocombustibles, petroquímica, junto con tecnologías de almacenamiento y eficiencia energética, así como la electrificación de la industria, no solo mejoraría la competitividad del país, sino que también generaría empleos y aliviaría las presiones fiscales internas.
Esta transformación no es solo una necesidad ambiental, sino también una oportunidad financiera para atraer capital internacional y mejorar la posición de México en el mercado global. Si se prioriza la equidad en esta transición, también se podrían abordar los problemas de pobreza y desigualdad energética.
La transición energética será crucial en la renegociación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) en 2026, una pieza fundamental para la competitividad comercial del país en un entorno de cambio geopolítico y económico. Mientras el T-MEC ofrece acceso preferencial a los mercados de Estados Unidos y Canadá, también podría convertirse en una limitante para la diversificación comercial con economías emergentes como China, un socio cada vez más relevante para México por su liderazgo en tecnologías de transición energética, desde la solar hasta la electromovilidad. Encontrar un equilibrio entre estas relaciones será vital para asegurar el acceso a inversión y a las tecnologías asociadas a la nueva economía mundial.