El sistema de pensiones tiene dos versiones: la Ley 73 y la Ley 97. La primera operaba bajo un esquema de beneficio definido, donde las pensiones eran financiadas por los trabajadores activos a través del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Este modelo no anticipó los cambios demográficos, como el envejecimiento de la población, que redujo la proporción de trabajadores activos por pensionado y el incremento en la expectativa de vida al retiro..
En respuesta, la Ley 97 introdujo cuentas individuales administradas por Afores, un sistema de contribución que depende directamente del ahorro acumulado por cada trabajador.
Un camino fácil es comparar los beneficios de ambos sistemas y decidir que la Ley 97 es inferior o decir que no funciona, aunque esto es el equivalente a afirmar que una bicicleta no sirve solo porque no aprendimos a pedalear. Si se utiliza correctamente —cotizando de manera formal, haciendo aportaciones voluntarias y aprovechando los incentivos fiscales—, es posible alcanzar una pensión que nos garantice libertad financiera.
Percepción pública, un elefante en la habitación
El mayor enemigo del sistema de pensiones no es su diseño, sino la desconfianza. Muchas personas piensan: "¿Para qué pagar al IMSS si nunca voy a usarlo? o el gobierno se va a robar mi dinero". Esta falta de seguridad no sólo erosiona la participación, también alimenta una cultura de informalidad laboral.
Es cierto, este escepticismo se alimenta de historias reales y la complejidad del sistema junto con la falta de comunicación sobre sus beneficios refuerzan la idea de que "no vale la pena".
Por ejemplo, muchos desconocen que al cotizar tienen acceso a seguros de invalidez y vida. Si un trabajador falta, su familia puede recibir una pensión. Este fue el caso de un amigo que falleció jóven, dejando a su esposa y tres hijos. Gracias a sus contribuciones, hoy reciben una pensión mensual, que, aunque no cubre el nivel de vida que tenían representa una gran diferencia frente a no recibir nada.
Usar la caminadora o dejarla de perchero
Volvamos a la caminadora. Si decides usarla, te ofrece beneficios como mejorar tu salud cardiovascular y calidad de vida. Dejarla como perchero puede parecer más sencillo, pero a largo plazo, pagas el precio con problemas de salud. Lo mismo aplica al sistema de pensiones, su uso requiere compromiso, pero los beneficios como seguridad financiera en la vejez, ahorro fiscal y protección ante imprevistos son tangibles.
La clave, considero, está en la educación financiera. Cuando la gente se da cuenta de que es posible ganar, es más probable que se sientan motivados a intentarlo.
Pero el camino hacia un sistema de pensiones más robusto no solo depende de la voluntad de los trabajadores. Es crucial fortalecer la confianza. Esto implica que las Afores y el gobierno trabajen para mejorar la percepción que la gente tiene sobre el manejo de los fondos.