Actualmente, y desde inicios de 2024, el ciclo de la política monetaria en México atraviesa su fase de normalización, es decir, la tasa de interés está transitando hacia un nivel algo menos restrictivo, luego de mantenerse en su máximo histórico por más de un año (11.25%), al cual llegó después de un ciclo de alzas en el que se incrementó 725 puntos base en un lapso de tres años. Este ajuste fue necesario para combatir la inflación postpandemia, que incluso llegó a 8.7% anual en septiembre de 2022, un nivel no visto en más de dos décadas.
¿Qué tanto es tantito? El dilema de la normalización monetaria
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No obstante, la inflación se ha desacelerado de forma relativamente constante desde ese pico, aunque dicho proceso no ha sido lineal ni homogéneo, pues ha estado amenazado por factores externos (distorsiones en precios internacionales de los energéticos y de los agropecuarios, causadas respectivamente por conflictos geopolíticos, como las guerras en Ucrania y Medio Oriente, y fenómenos climáticos adversos, como las sequías) e internos (mayores costos laborales), además de las posturas comerciales más proteccionistas, especialmente en Estados Unidos. Todo lo anterior ha retrasado la desaceleración de la inflación y es probable que la siga retrasando.
Pero, a pesar de todo ello, es un hecho que la variable se sigue acercando a su meta. De hecho, en enero ya regresó a la meta del Banxico (3%, +/- 1%), y ya se encuentra por debajo de su promedio 2000 – 2024. Las principales encuestas de expectativas y el indicador complementario de precios del índice de confianza del consumidor revelan que, tanto analistas como consumidores, esperan que la inflación mantenga su trayectoria a la baja al menos hasta el cierre de 2025.
Además, si bien no es su mandato explícito, el Banxico también presta atención al mercado laboral, el cual sigue dando señales de enfriamiento.
Entonces, con una inflación cediendo (insisto, en términos generales) y un mercado laboral enfriándose, en el marco de la desaceleración económica generalizada, existe cierto consenso en que el Banco Central debe seguir relajando su postura. La pregunta ya no es si Banxico va a recortar su tasa de interés, sino cuánto, a qué ritmo y hasta dónde.
La respuesta puntual dependerá de la información económica oportuna. No es mi intención ofrecer un estimado puntual en este espacio, sino reflexionar sobre la disyuntiva a la que se enfrenta la Junta de Gobierno en este contexto.
Pensando estrictamente en lo señalado arriba, sería fácil asumir que, en efecto, el Banxico tiene un mayor margen para seguir relajando su postura, aunque lo cierto es que nunca dejan de existir riesgos de hacerlo de forma prematura.
Un ejemplo de esa trampa es el caso de Brasil, que inició su ciclo de bajas en la tasa objetivo a mediados de 2023, casi un año antes que México, justificando su decisión con el hecho de que la inflación ya se estaba aproximando a su meta del 3.0%. De hecho, en junio de ese año la variable llegó a 3.16%. No obstante, después de ese nivel rebotó y, aunque no de forma agresiva, no ha logrado regresar a su objetivo; en diciembre de 2024, la inflación cerró en 4.83%. Es por ello que revirtió su ciclo de bajas desde finales del tercer trimestre de 2024, volviendo a subir su tasa de interés.
Otro riesgo importante de apresurar la flexibilización monetaria es la posible pérdida de credibilidad del Banxico, pues si la tasa de interés baja antes o más rápido de lo que lo hacen los precios, los agentes económicos comenzarían a dudar de la capacidad del instituto para cumplir su mandato. Esto podría desanclar las expectativas de inflación y obligaría al banco a redoblar esfuerzos en el siguiente ciclo de endurecimiento monetario.
No obstante, la inflación se ha desacelerado de forma relativamente constante desde ese pico, aunque dicho proceso no ha sido lineal ni homogéneo, pues ha estado amenazado por factores externos (distorsiones en precios internacionales de los energéticos y de los agropecuarios, causadas respectivamente por conflictos geopolíticos, como las guerras en Ucrania y Medio Oriente, y fenómenos climáticos adversos, como las sequías) e internos (mayores costos laborales), además de las posturas comerciales más proteccionistas, especialmente en Estados Unidos. Todo lo anterior ha retrasado la desaceleración de la inflación y es probable que la siga retrasando.
Pero, a pesar de todo ello, es un hecho que la variable se sigue acercando a su meta. De hecho, en enero ya regresó a la meta del Banxico (3%, +/- 1%), y ya se encuentra por debajo de su promedio 2000 – 2024. Las principales encuestas de expectativas y el indicador complementario de precios del índice de confianza del consumidor revelan que, tanto analistas como consumidores, esperan que la inflación mantenga su trayectoria a la baja al menos hasta el cierre de 2025.
Además, si bien no es su mandato explícito, el Banxico también presta atención al mercado laboral, el cual sigue dando señales de enfriamiento.
Entonces, con una inflación cediendo (insisto, en términos generales) y un mercado laboral enfriándose, en el marco de la desaceleración económica generalizada, existe cierto consenso en que el Banco Central debe seguir relajando su postura. La pregunta ya no es si Banxico va a recortar su tasa de interés, sino cuánto, a qué ritmo y hasta dónde.
La respuesta puntual dependerá de la información económica oportuna. No es mi intención ofrecer un estimado puntual en este espacio, sino reflexionar sobre la disyuntiva a la que se enfrenta la Junta de Gobierno en este contexto.
Pensando estrictamente en lo señalado arriba, sería fácil asumir que, en efecto, el Banxico tiene un mayor margen para seguir relajando su postura, aunque lo cierto es que nunca dejan de existir riesgos de hacerlo de forma prematura.
Un ejemplo de esa trampa es el caso de Brasil, que inició su ciclo de bajas en la tasa objetivo a mediados de 2023, casi un año antes que México, justificando su decisión con el hecho de que la inflación ya se estaba aproximando a su meta del 3.0%. De hecho, en junio de ese año la variable llegó a 3.16%. No obstante, después de ese nivel rebotó y, aunque no de forma agresiva, no ha logrado regresar a su objetivo; en diciembre de 2024, la inflación cerró en 4.83%. Es por ello que revirtió su ciclo de bajas desde finales del tercer trimestre de 2024, volviendo a subir su tasa de interés.
Otro riesgo importante de apresurar la flexibilización monetaria es la posible pérdida de credibilidad del Banxico, pues si la tasa de interés baja antes o más rápido de lo que lo hacen los precios, los agentes económicos comenzarían a dudar de la capacidad del instituto para cumplir su mandato. Esto podría desanclar las expectativas de inflación y obligaría al banco a redoblar esfuerzos en el siguiente ciclo de endurecimiento monetario.
Finalmente, hay que recordar que, si bien la inflación sigue desacelerándose, gran parte de esta moderación se ha debido a la evolución del componente no subyacente, es decir, aquel que contempla los rubros volátiles, mientras que el subyacente sigue siendo renuente a disminuir. Eso es justo lo que pasó en la lectura de enero, que es el dato más reciente.
Por todo ello, aunque a primera vista se podría pensar que el Banxico puede seguir bajando su tasa de interés con libertad, lo cierto es que aún está condicionado por la existencia de riesgos de un relajamiento prematuro.
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Nota del editor: Ángel Huerta es analista económico de Grupo Financiero Bx+ . Economista y aprendiz de matemático. "Me gustan los tacos, la música clásica, y las discusiones académicas sobre crecimiento económico y desarrollo social. Aprendo mucho en Grupo Financiero Bx+ . Tuiteo luego existo en @aiihmonzalvo". Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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