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Papa Francisco. Eficacia en el liderazgo político y la diplomacia del Vaticano

La última de las amenazas que afectó a la humanidad entera se produjo durante el pontificado del Papa Francisco: la pandemia de la Covid-19.
mié 23 abril 2025 06:05 AM
El Papa Francisco llega a St. Plaza de San Pedro para entregar una extraordinaria bendición "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al mundo) - que normalmente se da solo en Navidad y Pascua -, como respuesta a la pandemia mundial de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), en el Vaticano, el 27 de marzo de 2020.
El mensaje que dio el papa Francisco, acompañado de la bendición Urbi et Orbi, el 27 de marzo de 2020 ante una imponente Plaza de San Pedro vacía, queda como uno de los aciertos icónicos de su pontificado, señala Horacio Vives Segl.

Como se sabe, la cabeza del Vaticano, el papa, tiene un carácter dual: es el jefe de un diminuto Estado autónomo en términos territoriales, a la vez que es el líder de la religión católica, lo cual tiene impacto en unos 1,400 millones de personas a lo largo del mundo. En este artículo, se hace un sucinto recuento de los más destacados hallazgos políticos y diplomáticos del pontificado de una docena de años de papa Francisco, y que concluyó con su fallecimiento el pasado lunes 21 de abril.

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En primer lugar, hay que destacar que la última de las amenazas que afectó a la humanidad entera se produjo durante el pontificado del Papa Francisco: la pandemia de la Covid-19. Junto con Angela Merkel y Joe Bien, fue uno de los más responsables líderes que, además de las correspondientes acciones ante el coronavirus, pronunciaron los discursos más memorables de la aciaga época. El mensaje que dio, acompañado de la bendición Urbi et Orbi, el 27 de marzo de 2020 ante una imponente Plaza de San Pedro vacía, queda como uno de los aciertos icónicos de su pontificado.

Muchos aciertos tuvo Francisco al frente de la diplomacia vaticana. Fue el primer pontífice en hablar ante el Congreso de Estados Unidos; durante una visita a Canadá ofreció una disculpa a los pueblos originarios por la política colonial extractiva; fue central para el acercamiento en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba; en el proceso de paz en Colombia, tuvo una participación fundamental; dentro del diálogo interreligioso con el Islam, fue crucial la primera visita que un pontífice realizó a Irak; con China resolvió el añejo problema de los obispos consagrados sin la venia papal.

En tanto férreo defensor de la paz, fue una voz firme en el conflicto de Gaza y un crítico de la artera invasión de Rusia a Ucrania. Sobre lo último, ello opacó otro de los históricos hitos de Francisco: la cumbre en 2016 —que no ocurría desde el Cisma de 1054— de los líderes de las iglesias de Occidente y Oriente. En un mundo plagado por conflictos y polarización política, apostando por la unidad y el amortiguamiento de distintas crisis (ciertamente con resultados desiguales), impulsó espacios de diálogo y resolución de conflictos en varios países de Latinoamérica: Haití, República Dominicana, Nicaragua y Venezuela. Como no podía ser de otra manera, y más allá de la estatura política para pronunciarse sobre el tema, a la vez de mantener la interlocución, con la administración Trump hubo importantes desencuentros por la expulsión de migrantes.

Una vez concluidos los servicios funerarios del papa Francisco, se detona uno de los procedimientos políticos más fascinantes en términos de procesos electorales y que capturan la atención del mundo. Por un lado, está el contundente protocolo —en este sentido similar, por ejemplo, al que se sigue en la sucesión de monarcas británicos, por poner un caso— que se desarrollará a lo largo del cónclave, pero de una naturaleza distinta a otras monarquías de estados europeos, dado que en aquellos casos es bien sabido quién ocupará la Jefatura del Estado en la sucesión correspondiente, en tanto que para la Santa Sede no hay forma de saber a ciencia cierta quién será el futuro monarca y líder religioso, ya que es producto de una elección con estrictos símbolos y disposiciones protocolarias.

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El Vaticano es un peculiar y diminuto Estado, pero que ejerce influencia en millones de católicos. Ojalá, por las funciones políticas y pastorales que debe desempeñar, el colegio cardenalicio (que seguramente debatirá entre sus alas liberal-reformista y conservador-tradicional) realice una adecuada elección, ya que a Francisco se le va a extrañar y deja a su sucesor un estándar muy elevado.

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Nota del editor: Horacio Vives Segl es licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Síguelo en X . Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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